La Segunda División, competición maratoniana, ofrece tiempo para experimentar todos los estados de ánimo posibles. Un abanico de sensaciones. Ningún equipo es fiable durante 42 semanas, no existe el conjunto-robot, capaz de cumplir siempre su trabajo como quien acciona un mecanismo. Existen los estados de ánimo, los vaivenes en el juego; factores todos ellos que influyen en la trayectoria. El Oviedo no atraviesa su momento más boyante, por eso trata de agarrarse a lo que sea para sumar. Un trozo de tronco sirve para flotar mientras pasa la tempestad. Pero tampoco está sacando muchos réditos de la época torcida. Ayer, en Zaragoza (derrota 2-1), se vieron algunos de los males de las últimas semanas, los de la resaca post-derbi. Especialmente uno, el de la chispa, que urge recuperar para que el Oviedo de Anquela vuelva a ser reconocible.

El míster habló tras el choque de "falta de frescura técnica" para referirse a la pobre imagen vista en La Romareda. Valga esta expresión en lugar de chispa o de continuidad en el juego. El caso es que al Oviedo de las dos últimas semanas -dejaremos la derrota en Cádiz en otro plano por las condiciones en las que se dio- se le echa en falta ese puntito de equipo descarado que le hizo escalar en la tabla a base de estrategia y mordiscos a la contra. De chispa, en resumen.

Parece un momento de debilidad de esos que esconde el calendario, un bache a superar. Ese es el mensaje de Anquela, decidido, explica, a unir esfuerzos para mirar hacia adelante. Mientras se espera por ese cambio de tendencia, al Oviedo se le escapan puntos. Los de ayer en La Romareda responden a un patrón claro: el equipo propuso pocas cosas en ataque y exageró los fallos defensivos ante una delantera feroz como la maña.

Zaragoza y Oviedo entraron en el partido a trompicones, como esa llamada incómoda que se cuela en la siesta. Los partidos a las cuatro de la tarde suelen tardar en entrar en calor. Tampoco es que La Romareda, con una gran entrada, apretara. Todos los elementos, equipos y grada, optaron por dar un cuarto de hora de asueto, esperando estirar las piernas, acabar con los bostezos y ponerse con la pelota. El primer aviso de que la cosa se podía acelerar lo dio el Oviedo.