Toda la temporada se ha estado hablando de un jugador al que apenas se había visto con la camiseta del Oviedo. La lesión de rodilla que sufrió Fabbrini al poco de llegar al equipo azul le había convertido en algo parecido a un mito. Alguien del que se hablaba mucho pero del que apenas se había visto nada. La leyenda aumentó con la rápida recuperación del internacional. Por las redes sociales se le veía a veces corriendo y otras driblando conos en un campo imposible. Hasta que un día apareció por El Requexón. Fabbrini era real.

Cuando pasó todas las pruebas médicas, el italiano se incorporó a los entrenamientos y fue cogiendo la forma. Anquela le seguía de cerca y le apretada, sabedor de que va a ser para él un jugador muy importante en esta recta final. Su entrada en el equipo ha sido gradual. En el derbi que el Oviedo ganó (2-1) al Sporting jugó unos pocos minutos y a punto estuvo de meter su primer gol, ya con los rojiblancos volcados en busca del empate.

Dos jornadas después disputó 23 minutos en el encuentro ante el Albacete e hizo lo que pudo por desatascar un partido que acabó empate a cero. Tampoco pudo evitar la derrota (2-1) ante el Zaragoza en los poco más de diez minutos que disputó. Pero su gran puesta de largo tuvo lugar el viernes pasado en el Tartiere.

La expulsión de Saúl Berjón en Zaragoza le abrió las puertas de la titularidad. El italiano no ocupó la posición del ovetense. Fue Aarón el que se tiró un poco más a la izquierda y Fabbrini partió por de la derecha para acabar ocupando su lugar natural: el centro. Él es un mediapunta de libro y lo demostró pasando y driblando ante el Barça B.

Fabbrini fue el mejor del Oviedo mientras tuvo gasolina. En la primera parte dio un recital en un Tartiere que enseguida le identificó como un jugador diferente, de esos capaces de encontrar un hueco donde parece que no existe. Pero el cansancio fue haciendo mella en un jugador que necesita coger ritmo de competición. Fue sustituido en el minuto 66.

Falta por saber qué encaje le va a encontrar Anquela en el equipo. El Oviedo se ha solidificado con un sistema de cinco defensas que dificulta su entrada en el equipo. Para no tocar nada, el entrenador azul tendría que prescindir de uno de sus dos mejores jugadores: Saúl Berjón y Aarón Ñíguez. La otra opción es cambiar el sistema, prescindir de un defensa y colocar una línea de tres por detrás del punta. Todo con tal de ver a Fabbrini sobre el campo.