Si los jugadores del Oviedo se parten la cara por el equipo dentro del campo, por aquí Christian Fernández con un pómulo morado, por allá Carlos con una venda en la cabeza o por el otro lado Mossa con un labio roto y ensangrentado, José Manuel se parte el codo por el equipo fuera de él.

Literal. José Manuel Castro Llorente es un oviedista nacido en Alcorcón (Madrid), de esos que sufren en la distancia y que lucen su exiliado oviedismo hasta en el perfil de Whatsapp. Pura pasión. Fue marcar Saúl Berjón el domingo ante el Nástic y, del enorme subidón, una carrera para celebrarlo y un brusco resbalón: metro ochenta y cinco y 93 kilos a plomo contra el suelo. Resultado: 1-0 en el Tartiere y fractura de la cabeza del radio en su brazo izquierdo, escayola para mínimo un mes y quién sabe si una operación.

"No pasa nada, son heridas de guerra y estaré curado para los play-off", afirma con buen ánimo. Lo primero es lo primero.

Si lo piensa bien ahora, por aquello del consuelo, posiblemente José Manuel no encuentre mejor motivo para fracturarse el brazo: celebrando un gol de su equipo. El de la victoria.

Todo ocurrió el domingo por la tarde en el local que comparte con sus amigos en Fuenlabrada (Madrid), un lugar con sofás, banderas de España en las paredes, un póster de Cristiano Ronaldo y una televisión de plasma de color negro preparada para satisfacer el ingente apetito futbolero de la cuadrilla. Siete personas en el local y el Oviedo-Nástic en la televisión. Minuto 35 de un partido hasta entonces soso. Berjón inicia la jugada, la pelota le llega a Toché, que la deja muerta en el área. El ovetense gana la carrera a su par, recoge el regalo y ajusta con calidad a la red. Gol. 1-0. Estruendo en Oviedo y estruendo en Fuenlabrada. "Pum".

-¿Qué es lo que pasa?

-Que, como lo vivo tanto, me pongo como un loco. Pero como un loco. Me levanto del sillón para celebrarlo, salgo corriendo hacia no sé dónde y me resbalo. Salgo volando.

Y describe un ejemplo gráfico por si hace falta imaginarse la caída: "Hice la chilena de Cristiano Ronaldo, pero mal hecha", explica con cercanía y tono guasón.

Lo siguiente fueron carcajadas de sus amigos, que después, con el paso de las horas, se convertirían en coñas vía Whatsapp. O mejor escrito, vía Telegram, que es otra aplicación similar. "La verdad es que diez minutos antes del gol", confiesa José Manuel, "había puesto en el grupo que tenemos que iba a marcar Saúl Berjón. Y lo marcó". La celebración, pues, tuvo también parte de reivindicación.

Como el partido no había acabado, el brazo roto era lo de menos. José Manuel se mantuvo frente al televisor hasta el final. De ahí no lo movía nadie. "Igual que ellos lo dan todo en el campo, nosotros fuera también lo damos", explica. Le dolían más los acercamientos del Nástic que su brazo, que le empezó a molestar de verdad cuando llegó a casa, enfrió la historia y tuvo que ir irremediablemente a urgencias. Ya sí que no lo podía mover. "Mido 1.85 y peso 93 kilos. No me cargo el suelo de milagro", dice.

José Manuel tiene 40 años y trabaja como oxicortista, "un oficio un poco raro", matiza. Básicamente viene a ser un técnico en soldaduras. Trabaja con sopletes. Su llama, eso sí, es azul. "Es azul desde que tengo uso de razón", dice, desde que era un chaval y visitaba Ribadesella. Allí vivió unos años su madre, nacida en Guadalajara, y de allí era su tío, José Manuel Mier Martínez, "Hito" para los amigos, fundador, dice su sobrino, de la Peña Azul Riosellana, que tiene 240 socios y lleva 25 primaveras, cumplidas el mes pasado, exhibiendo oviedismo por el oriente de la región. "Hito" abrió la sidrería "El Carrocéu", por la que solía parar el expresidente Eugenio Prieto, entre otros directivos azules. Hito enganchó al oviedismo a José Manuel y a prácticamente toda su familia. Menos los dos maridos de sus primas, que son sportinguistas, el resto es azul.

"Me hice carbayón hasta la médula por mi tío y por mi madre. Mi tío me llevaba al campo y heredé esa pasión", comenta. De hecho, es socio de la Peña Azul Madrid y viaja todo lo que puede: Albacete, Valladolid, Alcorcón, la próxima semana a Soria...

También estuvo en el derbi del Tartiere (2-1) del pasado febrero. Aquel partido vino a saldar una deuda histórica. El fútbol, cuenta, le debía una. Lo recuerda como si fuera hoy: "Tenía 14 años cuando vivi en directo mi primer derbi. El Sporting llevaba décadas sin ganar en el Tartiere. Y voy yo y gana. Menuda llorera pillé", rememora. "Con el 2-1 reciente el fútbol me lo devolvió", indica.

- ¿Y ahora, cómo lo ve?

-Llevo diciendo toda la temporada que subimos. Se gane o se pierda, se juega con coraje y con intensidad. Cada partido, una batalla. Se está dando todo y yo tengo mucha fe. Vamos a subir los tres: el Oviedo, el Oviedo B y el Oviedo femenino. Haremos triple celebración.

En el caso de que acierte, seguro que José Manuel tendrá más cuidado en el festejo. O no. Si la pasión es incontrolable, el resultado es imprevisible.