El destino deseado es en los tres casos el mismo, la disputa del play-off de ascenso. Ése, se diga públicamente o no, ha sido la meta del Oviedo en las tres últimas temporadas. Es el camino para lograrlo el que cambia. Depende de la sensibilidad del entrenador, del encargado de llevar la nave, y también del potencial de la plantilla. Anquela, caso especial, es de esos entrenadores observadores que le gusta analizar al personal antes de decidir cómo debe jugar su equipo. Por eso, el técnico azul se tomó su tiempo al comienzo de temporada hasta hallar la senda, la que le llevó a presentarse como uno de los candidatos al ascenso. El jienense encontró el rendimiento con una fórmula muy directa: ser fuerte en las áreas, donde se deciden los partidos, aunque lo que sucede en el centro del campo no sea tan exitoso.
El Oviedo de Anquela tiene más pegada y defiende con más solidez que los de sus predecesores. El primer índice que ayuda a entender la propuesta del jienense es el cómputo de goles marcados y recibidos. El actual Oviedo lleva anotados 47 goles, lo que significa una media de 1,3 por partido. Ya ha igualado el techo goleador del equipo de Hierro con seis semanas de antelación y está a cinco del de hace dos campañas. En todo caso, presenta a estas alturas mejor índice: el de Egea y Generelo anotaba una media de 1,2 goles por encuentro y el de Hierro, 1,1. En resumen, este Oviedo celebra un tanto de forma más frecuente: anota cada 69 minutos, cuando en la 2016/17 lo hacía cada 80 minutos y en la 2015/16 cada 73.
Y eso que esta temporada chuta menos que en los inmediatos precedentes. Esta campaña, los azules disparan 8,5 veces por partido de media, por los 8,52 tiros de la temporada pasada y los 8,97 de hace dos cursos. Los datos muestran que el Oviedo de Anquela es más efectivo que las dos versiones anteriores.
Más afilado en el área rival, pero también más férreo cerca de su meta. Es la segunda parte que define el estilo Anquela. Hasta la fecha, el Oviedo ha recibido 39 goles en 36 choques, lo que significa 1,08 tantos por choque. Con Hierro, la media era de 1,19 (47 goles en contra) y el año del regreso a Segunda fue de 1,21 (51 tantos). Los tantos recibidos son consecuencia del trabajo defensivo del equipo. Juan Carlos y Alfonso Herrero se han visto obligados a intervenir esta campaña en 70 ocasiones, 1,9 por encuentro. El año pasado, Juan Carlos estuvo más activo, con un total de 110 paradas, 2,6 por encuentros. Más exigidos aún estuvieron Esteban y Miño en la 2015/16, con 121 intervenciones, 2,9 por choque.
La propuesta de Anquela parece clara a estas alturas. El Oviedo quiere ser fuerte en la zona donde se deciden los choques, en las áreas. Lo que pasa entre medias cobra menos importancia. Por eso, los datos reflejan que el equipo tiene más problemas a la hora de construir la jugada. Por primera vez desde el regreso a Segunda, el equipo azul no llega al 50% de posesión de pelota en sus choques: exactamente lo ha tenido el 47,90% del tiempo. Es decir, la tónica es que los rivales sean los que tengan el protagonismo con la pelota y que el Oviedo opte por reservarse los sustos, con espacios o a balón parado. Con Hierro, el equipo azul disfrutó de la posesión de esférico un 50,18% del tiempo, mientras que con Egea y Generelo, el balón fue de los carbayones un 53,63% del total.
También los pases se empeñan en demostrar que el plan de Anquela se centra en las áreas. Éste es el Oviedo más impreciso de los tres últimos años: acierta un 68,93% de los envíos que intenta. Le supera en este dígito el índice de los dos precedentes. En la 2015/16, los azules acertaban en el 74,50% de los pases, un dato que descendió el año pasado hasta el 72,26%.
