El pasado mes de septiembre en Madrid se pusieron en marcha medidas de restricción del tráfico en el casco urbano como tratamiento circunstancial frente a la contaminación provocada por las emisiones de vehículos y las calefacciones alimentadas por combustibles fósiles: carbón, gas natural y petróleo (gasoil). Estas medidas iniciales suscitaron fuertes protestas de la oposición política municipal. Sin embargo, frente a las medidas similares adoptadas con posterioridad apenas ha habido protestas. Parece entenderse que los ciudadanos y los políticos están aceptando, de una u otra manera, que las medidas contra la contaminación de la atmósfera pueden ser eficaces, aún en circunstancias provisionales. Este hecho sugiere que la lucha contra la contaminación de una forma activa y decidida está ganando posiciones y permite un cierto optimismo al abordar estos problemas.

En ciertos círculos científicos europeos se especula con la idea de que la contaminación de la atmósfera es un problema "de los otros", "lejano", no nuestro. Fue un gran biólogo y ecologista norteamericano, Barry Commoner (1917-2012), quien participó en la Segunda Guerra Mundial y fue candidato a la presidencia de Estados Unidos en las elecciones de 1980, el que alertó sobre la gravedad de la toxicidad de las dioxinas y compuestos tóxicos persistentes. En sus publicaciones, argumentaba que las tres principales causas de la degradación de nuestro entorno son la superpoblación, el aumento de la riqueza y los avances tecnológicos. Commoner sentó las bases para que numerosos investigadores europeos demostraran que la contaminación de la atmósfera de las ciudades en términos de partículas (PM microgramos/metro cúbico de aire inspirado) producía incrementos en los índices de mortalidad y una elevación del número de pacientes con bronquitis, rinitis, asma y enfisema que requerían atención médica urgente en centros de salud, coincidiendo con los episodios de contaminación atmosférica. Estos efectos de la contaminación del aire que se respira se mostraron especialmente graves en niños y en adultos con enfermedades crónicas, principalmente cardiacas y respiratorias. En estas últimas décadas se ha descrito una enfermedad del corazón provocada específicamente por la inhalación crónica de la atmósfera contaminada.

Commoner ha hecho unas aportaciones lúcidas y originales sobre los problemas del medio ambiente. Se relacionan las causas directas del deterioro ambiental y se asocian con sus implicaciones sociales, económicas y políticas. Son los cuatro principios ambientales de Barry Commoner, que ponen las bases de las ciencias ambientales modernas.

1) Todo está relacionado con todo lo demás. La naturaleza es compleja y funciona a través de un gran número de ciclos interrelacionados y dinámicos que dan estabilidad y hacen que todo sirva para algo. En la naturaleza no existe el concepto de desecho, mientras que en los procesos industriales sí. Estos desechos no cumplen una función en los ciclos naturales, sino que los perturban y generan deterioro y contaminación. En la actualidad, tibiamente se están elaborando evaluaciones de impacto ambiental para entender estos efectos antes de iniciar un proyecto productivo. Pero casi siempre todo acaba poniendo parches y con una incapacidad manifiesta de sustituir los intereses particulares por la prevención.

2) Todo va a dar a algún lado. Durante mucho tiempo se quiso pensar y actuar como si las descargas, emisiones y residuos desaparecieran por arte de magia. Después se pasó a reconocer que sí se incorporaban al medio ambiente, pero se suponía que se diluían de tal manera que su amenaza desaparecía (la solución a la contaminación es la dilución). Las evidencias dan ejemplo tras ejemplo de lo contrario: el recalentamiento del planeta por acumulación de gases de invernadero; la gradual desaparición de la capa de ozono por la acumulación de clorofluorurocarbonos; la acumulación de sustancias tóxicas en los ríos, lagos y mares, en el aire y en los suelos; la lluvia ácida que se genera por la acumulación de gases en la atmósfera (SO2, NOx ) y que acidifica lagos y suelos, a veces lejos del punto de emisión; la acumulación de hidrocarburos, dióxidos de nitrógeno y partículas en el aire urbano, acumulación de contaminantes en los seres vivos (mercurio, plomo, dioxinas). Además del deterioro ambiental, se produce pérdida de suelos, pérdida de bosques, pérdida de ecosistemas naturales, pérdida de biodiversidad (esto es, pérdida de especies animales y vegetales que se han extinguido por acción del hombre). Estos efectos son en gran medida irreversibles.

3) Nada es gratis. Cualquier actividad que desarrollemos sobre la tierra para nuestro sustento, bienestar o capricho tiene un coste. Esto ha tratado de ignorarse. El resultado es que los costes ambientales no los paga quien los produce, sino que se repercuten sobre todos, en general, y sobre quienes resultan directamente afectados, en particular. Gran parte de nuestras actividades productivas de la tecnología moderna serían antieconómicas si los costes ambientales se consideraran. Muchos de los costes ambientales son impagables: la pérdida de suelos agrícolas, la contaminación irreversible de los mares, el sufrimiento de las personas que padecen enfermedades causadas por la contaminación... Barry Commoner calcula que si la industria química de los Estados Unidos hubiera tenido que pagar la destrucción de todas las sustancias que produjo en 1990, habría abonado un monto diez veces mayor que sus propias utilidades. Es decir, la industria química de Estados Unidos habría sido incosteable si hubiera cumplido con sus obligaciones ambientales.

4) La Naturaleza es más sabia... El hombre, en su lucha contra la Naturaleza, deteriora la atmósfera y no puede sostener la vida humana. Así, quien ha vencido es la Naturaleza y la especie humana desaparecerá del planeta. Pero la ecosfera recuperaría su salud en algunos miles de millones de años para seguir su vida sin nosotros. Tenemos que tornar a una forma más sabia de producción y de convivencia entre nosotros y la ecosfera. Una forma más sensible, compleja y simbiótica con respecto al resto de la Naturaleza.