¿Por qué algunas personas siempre llegan tarde? La pregunta abre todo un mundo de posibilidades de respuesta, pero serán muchos los que padecen a los impuntuales y que zanjan el asunto con una frase lapidaria: "Es que no tienen educación".

La cosa no es tan fácil porque la impuntualidad acarrea problemas recurrentes y, en algunos casos, graves. Y nadie tira piedras contra su tejado.

¿El impuntual nace o se hace? ¿La impuntualidad es una patología? Y si lo es ¿se cura? Vayamos a lo fácil. Marino Pérez Álvarez, catedrático de Psicología de la Personalidad de la Universidad de Oviedo, tiene claro que llegar por sistema tarde no esconde patología alguna "aunque es un rasgo que si lo unimos a otros aspectos podría denotar cierto grado de inmadurez". La impuntualidad no es una gripe.

Recientes estudios han comprobado que los seres humanos valoramos el paso del tiempo de forma diferente. Hagan una prueba: tomen el reloj (con segundero), comprueben la manecilla, cierren los ojos, comiencen a calcular segundo a segundo el "viaje" de esa manecilla y abran los ojos cuando lleguen a 60. Y comprueben el desfase entre ese minuto mental y el minuto real. Lo normal es que el desfase no vaya más allá de cinco segundos arriba o abajo.

Se ha comprobado que algunas personas "paran" su reloj mental cuando el segundero real ha rebasado los 75 segundos. Es decir, sufren un desfase de valoración del paso del tiempo de un 25 por ciento. A muchos de los "tardones" les sucede esto.

Hagan una segunda prueba. La técnica es la misma, pero no cuenten uno a uno los segundos. Traten de poner su mente en blanco y abran los ojos cuando crean que pasó un minuto justo. Comprobarán, casi con toda seguridad, que el desfase es mayor que en el primer caso. A veces nos quedamos cortos y a veces nos pasamos en nuestros cálculos.

Reproducimos un caso real. Diez de la noche, un restaurante en Gijón. Una de las comensales se retrasa, llama por teléfono a sus tres amigos y dice: "Voy un poco tarde, pero cojo el coche y en diez minutos estoy ahí". Todo más o menos normal si no fuera porque la impuntual estaba saliendo de casa... en Oviedo.

Diez minutos... Aceptemos que es una forma de hablar. Todo el mundo puede esperar, además, diez minutos. "Esa cortesía que tenemos en España alimenta los retrasos. Cuando asistes a congresos internacionales, las diez de la mañana son las diez de la mañana, y la ponencia prevista comienza a esa hora. Llama mucho la atención esa faceta nuestra. Un colega extranjero me dijo una vez: cuando un ponente español dice por vez primera la frase 'y con esto acabo' sé que dejará de hablar en una media hora", explica Marino Pérez.

La cultura latina da "menos valor al tiempo". O sea, que lo perdemos con más facilidad. "Nuestro ritmo vital es el que es, menos atado al reloj. Eso de que el tiempo es oro no debería estar incluido en el refranero español", dice Marino Pérez. Un argumento de los impuntuales es el de "llego tarde porque todo el mundo lo hace". No es verdad, el impuntual vitalicio (hay impuntuales incluso vocacionales, que hacen gala de ello) es un espécimen que apenas llega al diez por ciento de la población. Pero en la clase media de la impuntualidad estamos casi todos, que nos sorprendemos e incluso nos irritamos cuando llegamos a las siete y dos minutos a una conferencia que ya comenzó dos minutos antes, a la hora programada.

Nuestro cerebro está programado, o debería estarlo, para evaluar de forma automática el esfuerzo y el tiempo que nos va a llevar una determinada tarea. Es un mecanismo que ponemos en marcha en incontables ocasiones a lo largo del día. Se calcula que miramos el reloj por término medio unas treinta veces cada jornada (ese reloj se ha difuminado, ya no es sólo el aparato que tenemos en la muñeca, sino en la pantalla de ordenador, en el móvil, en los mupi callejeros o en la consola del coche). Necesitamos controlar el tiempo, pero hay personas que evalúan muy mal, y casi siempre por debajo del tiempo necesario para hacer las cosas.

-¿El que llega media hora antes a una cita también tiene que hacérselo ver?

-Por supuesto. Hay neuróticos que constantemente están anticipando. Llegar antes de tiempo es otra forma de ser impuntual.

Entendámonos. Aparecer en un lugar acordado cinco minutos antes es síntoma de cortesía. Aparecer media hora antes es una rareza.

Un último apunte, señala Marino Pérez, tiene que ver con la relación entre impuntualidad y la procrastinación, esa tendencia de muchos humanos a buscar excusas para no ponerse a realizar tareas que le son dificultosas o molestas. Algo así como el "no hagas hoy lo que puedes dejar para mañana".

"Es una forma de postergar los plazos. Hay personas que sólo se movilizan cuando el tiempo les apremia".

Para desmontar un tópico: no hay diferencia de género a la hora de la impuntualidad. "No se trata tanto de hombres y mujeres como de diferentes situaciones. La mujer que puede retrasarse porque nunca acaba de arreglarse para salir a una fiesta puede ser la misma que a la mañana siguiente llega súper puntual a su trabajo", explica el catedrático de Psicología de la Personalidad.

¿Qué hacer frente al impuntual compulsivo? El mejor consejo es "no caer en la irritación desmesurada", que conduce a poco. Y si hubiera que dar otro consejo al impuntual mismo, Marino Pérez apunta: "Ya que llegas tarde, al menos invéntate una buena historia para justificarlo".