Antonio de la Torre hace todo lo que le pide el fotógrafo. Si le dice que se agache, dobla las rodillas y se agacha; si a continuación le dice que se tire al suelo, para allá que va sin pensárselo; y si tiene que hacer una llave de judo, hace tres diferentes para ver cuál da mejor a cámara. A sus 72 años, ni se queja ni le duele nada por hacer movimientos que a un joven poco entrenado le costaría mucho trabajo realizar. Tampoco un treintañero cualquiera estaría capacitado para seguir el ritmo de vida de Enrique Álvarez. Si la lluvia no se lo impide, este ovetense de 68 años hace más de 1.000 kilómetros en bicicleta cada mes y su saludable aspecto tienta a pedirle el carné de identidad cuando revela su edad. El más joven de estos tres veteranos deportistas que ha reunido LA NUEVA ESPAÑA, Carlos de Cima, de 56 años, subcampeón de España de halterofilia en categoría master, explica lo que aporta el deporte cuando se van cumpliendo años: "Calidad de vida, mantenimiento de la condición física y ayuda también en lo emocional".

Carlos de Cima viene del judo, deporte del que es cinturón negro séptimo dan, y desde hace nueve años practica halterofilia, deporte en el que participa en competiciones de categoría master. Lo hace en el gimnasio del club San Mateo de Oviedo, en el Palacio de los Deportes de la capital de Asturias, donde en invierno hay días que tienen que ejercitarse a tres grados de temperatura. En ese pequeño, pero bien aprovechado espacio, De Cima levanta pesas junto a otros veteranos y también al lado de jóvenes promesas de un deporte que ahora ha puesto de moda Lidia Valentín, cuatro veces campeona de Europa. Para De Cima, ya no es tan importante batir récords, pero sí mantener encendida la mecha, seguir preparándose cada día para nuevos retos, nuevos campeonatos en los que buscar otra medalla para él y para su club. Su rutina de entrenamiento consiste en tres sesiones de halterofilia a la semana, de unas dos horas, algo de judo y algo también de carrera para complementar el trabajo de peso que hace en la halterofilia. El mes que viene tiene un nuevo Campeonato de España master y quiere llegar a él en las mejores condiciones. La vida sin deporte para De Cima es "imposible". "Forma parte de mi vida", añade este mierense, que reside en Oviedo y que trabaja en el Alfonso II de la capital del Principado.

Lo de Enrique Álvarez con el deporte también es una cosa de toda la vida y para toda la vida. Cuando era más joven competía en pruebas de atletismo, sobre todo en 1.500 y 800 metros, consiguiendo grandes resultados en campeonatos de España. Precisamente en la pista cubierta del Palacio de los Deportes de Oviedo, donde ahora dialoga con De Cima y Antonio de la Torre, tuvo días de gloria que le venían a la cabeza mientras se realizaba este reportaje. Llegó a ser internacional en más de una decena de ocasiones. Ahora, ya jubilado de su trabajo en la Caja Rural, está completamente enganchado al ciclismo, deporte que empezó a practicar con 32 años. Enrique es de los que miran cada día las previsiones meteorológicas para saber si lucirá el sol y podrá hacer unos kilometrinos sin temor a acabar empapado. Reconoce que por Asturias ya tiene todas las rutas "muy trilladas" y que de vez en cuando le gusta conocer otros lugares para andar en bici. Lo bueno de estar jubilado es que se puede permitir echarse la bicicleta al coche de vez en cuando y buscar nuevas rutas.

En plena forma, a Enrique no le asustan otros retos como irse al monte a hacer descenso de cañones o ponerse unas raquetas y caminar por la nieve. "Tener una buena condición física te da pie a poder hacer otras actividades", explica. También reconoce que le cuesta convencer a la gente de que realmente tiene 68 años por su aspecto saludable y su delgadez. "Aparte de tener una buena forma física, a mí el deporte me ayuda a tener la mente despejada", añade. Damnificado por la lluvia que está cayendo sin descanso en Asturias, Enrique Álvarez intenta mantener su media de entrenamientos: más de mil kilómetros en bicicleta al mes. Gente con la que salir no le falta. Tiene el teléfono lleno de grupos de Whatsapp con personas dispuestas a subirse a la bicicleta y compartir kilómetros con él. Haber sido deportista de élite le lleva a tener la competición metida en las venas y a ser "un poco sangrín, a veces me paso un poco", reconoce con una sonrisa. Ha hecho la famosa marcha cicloturista de la Quebrantahuesos en trece ocasiones, aunque ahora ya la ha dejado de lado, ésa y muchas otras, más que nada porque están "muy masificadas". "Prefiero salir con grupos de amigos", sentencia.

Para el jienense Antonio de la Torre, afincado en Asturias desde 1973, el judo, deporte del que es cinturón negro segundo dan, es, sobre todo, "respeto". Cuenta que hay gente que llega al gimnasio confundida, pensando que esta arte marcial va de pegarse y que ese tipo de personas suelen durar poco. "El profesor pone enseguida a cada uno en su sitio", aclara.

Él no es uno de ellos y por eso lleva practicando judo desde 1965. Su profesión fue la de visitador médico y ahora, ya jubilado, entrena unas ocho horas cada semana en el gimnasio Oviedo Sport. "Sin hacer deporte no me veo", reconoce. Y es que, además de lo que le aporta físicamente, para Antonio de la Torre el judo es una cultura, algo que forma parte de su vida y de lo que se niega a desprenderse. Siempre hizo judo, aunque de joven se atrevió alguna vez a hacer paracaidismo. Hace tiempo que dejó de competir, pero tampoco es algo que necesite o que eche de menos. Lo mismo les pasa a Carlos de Cima y a Enrique Álvarez: mucho más importante que el resultado de una prueba es el día a día, sacar la bicicleta, acudir al gimnasio, levantar una pesa, hablar con los compañeros, sentirse vivos y capaces de hacer todo lo que se propongan. A Antonio de la Torre el deporte le aporta también seguridad. Sabe que si alguien intenta hacerle daño a él o alguien que esté a su lado, podrá intervenir y sorprender al malhechor con una llave de judo. Y es que estar en forma tiene muchas ventajas cuando se van cumpliendo años. Y también antes.

De Cima, que jugaba en casa, en el gimnasio del club San Mateo, es el primero en marcharse porque tiene un compromiso. A Enrique la lluvia le obligó a dejar la bici en casa y por eso tiene más tiempo para seguir contando sus planes, los lugares donde quiere ir pedaleando, algún viaje que realizará con su mujer, "a ver si puedo alquilar una bici", dice. Antonio tampoco tiene prisa. Se quita el kimono de judo y abandona tranquilamente el Palacio. Tiempo y energía le sobran.

68 AÑOS

Enrique Álvarez

Este ovetense, jubilado de la Caja Rural, hace más de 1.000 kilómetros al mes en su bicicleta.

72 AÑOS

Antonio de la Torre

Jienense afincado en Asturias desde 1973, segundo dan de judo, entrena unas ocho horas a la semana.

56 AÑOS

Carlos de Cima

Este mierense, que reside en Oviedo, es subcampeón de España de halterofilia en categoría master, también corre y hace judo.