El hospital es un lugar lleno de elementos. Está el personal sanitario, máquinas complejas, camillas, instrumental... Encontramos consultas externas, unidades de cuidados intensivos, urgencias, muchos pacientes, salas de espera y pasillos. Pero, sobre todo, está lleno de miedos.

Es probable que, en algún momento de nuestra vida, nos toque ingresar en el hospital. En los niños la situación se hace aún más difícil, porque desconocen lo que implica y supone este proceso. Ante este panorama de incertidumbre que genera una hospitalización en el niño, la presencia de payasos de hospital significa una válvula de escape para el pequeño.

El payaso o clown es una figura artística generalmente desconocida para el gran público. Ya desde sus orígenes circenses, el payaso es símbolo de vulnerabilidad, ingenuidad y ternura; una figura que conecta de forma directa con el mundo infantil. El payaso de hospital, formado en habilidades artísticas, pero también sanitarias y psicológicas, comparte con el niño el juego como vértice de su experiencia. Su lógica y estética es absurda y extravagante. En consecuencia, su presencia en un hospital sorprende y rompe con el entorno. Así, la secuencia del miedo se interrumpe por contraste.

La formación del payaso se enfrenta con uno de los principales miedos que atenazan durante la vida adulta: el miedo al fracaso. Por eso nos reímos con las torpezas y equivocaciones del payaso. El verdadero clown emociona por su inquebrantable persistencia ante el error y su batalla siempre perdida ante el ridículo. Por eso nos sirve de espejo.

En el contexto de la humanización hospitalaria, que transforma los márgenes del hospital para considerar el miedo y el estrés como un proceso más de la enfermedad, el payaso de hospital es otro aliado frente a las emociones que surgen. Es aquel agente al servicio del juego, herramienta fundamental que tiene el niño para encajar y elaborar sus preocupaciones.

La actuación de los payasos en el hospital puede redirigir momentáneamente la atención de los pequeños ingresados y sus familias, recordando que los niños son niños y los adultos pueden volver a ser niños. En Clowntigo, hemos visto padres y madres, hermanos, güelitos, amigos adolescentes y primos, entre otros, haciendo el mono, cantando, adoptando posturas inverosímiles y, en definitiva, jugando en un lugar donde se supone que no hay espacio para el juego.

El payaso de hospital, sobre todo en su trabajo con los más pequeños, tiene como una de sus tareas principales resignificar el material y los procedimientos hospitalarios a través de la imaginación. El payaso especializado en trabajar en contextos sanitarios sirve de agente transformador de los símbolos del miedo: jeringuillas para hacer música; botellas de suero que se transforman en peceras; sonidos de máquinas que nos dan el ritmo para un rap; mascarillas que parecen elefantes... Este juego ingenuo y poderoso permite elaborar el temor y pensar de otra manera el objeto temido. Por ejemplo, una de las fuentes de miedo más frecuentes en niños y adultos son las jeringuillas y los pinchazos. Después de la intervención puede seguir existiendo ansiedad, pero la asociación con otro significado lúdico compite con el estrés del pinchazo, generando así una vía de escape del temor al recuperar la memoria del juego.

En este ejercicio de imaginación transformadora, los niños son maestros. En el hospital, los payasos sencillamente recuerdan esta posibilidad imaginativa y abren una brecha para que aparezca.

Cuando hablamos de miedo, hablamos también de desconocimiento. Tener información sobre lo que va a pasar genera tranquilidad, pues facilita una predicción sobre cierto futuro. Conocer quita miedos, porque elimina incertidumbres y nos permite prepararnos. Por eso, desde la Asociación Clowntigo hemos diseñado el Proyecto "Vamos al Hospital", donde a través de un vídeo se muestra el recorrido de dos payasos ante el ingreso hospitalario de uno de ellos en el HUCA, para presentar los diferentes espacios y personas que puedes encontrarte en él.

Este proyecto, que ha nacido con una clara vocación didáctica, pretende visitar el próximo curso escolar el mayor número de colegios de Asturias. Sumado a este vídeo, una pareja de payasos completará presencialmente el programa en los colegios con una intervención creativa, en la que los protagonistas del juego son los objetos más comunes que te puedes encontrar en el hospital.

El trabajo de un payaso de hospital no va dirigido a generar carcajadas, sino a acompañar. A presentarse como un instrumento al servicio del temor de niñas y niños. A generar alivio, aunque sea en lo instantáneo. El payaso, al vivir intensamente desde el presente de las emociones, empatiza. Como payasos entre camillas, olvidamos al enfermo y celebramos al niño, siendo extremadamente sensibles a su silencio, enfado y frustración.

El hospital es un lugar lleno de elementos. Hay instrumental, pasillos, consultas. Hay dolor, miedo e incertidumbre. Pero también, hay niños. Y payasos de hospital...