A los doscientos años de la primera reunión de las Cortes constituyentes de Cádiz, el 24 de septiembre de 1810, el recuerdo de la destacadísima participación de los políticos asturianos en aquella cita histórica sigue vivo. Ocho inmortales que con su talento, sabiduría, cosmopolitismo y valor contribuyeron decisivamente a dar a luz, año y medio después, a la primera Constitución española que comprendía a los habitantes «de ambos hemisferios», de la metrópoli y de las colonias, según un territorio formidablemente extenso y variado. Alonso Cañedo y Vigil, Agustín Argüelles Álvarez, Francisco del Calello Miranda, Pedro Inguanzo y Rivero, Felipe Vázquez Canga, Francisco Sierra y Llanes, José María Queipo de Llano, conde de Toreno y Andrés Ángel de la Vega Infanzón formaron un bando formidable, desigual, contradictorio y con frecuencia muy dividido internamente según se desprende de los estudios del político asturiano Francisco Álvarez-Cascos y de la profesora de la Universidad de Oviedo Alicia Laspra en los que se aborda a fondo biografías y andanzas de ese grupo singular.

Francisco del Calello Miranda, catedrático en la Universidad de Oviedo y jefe de la Alarma de Salas, exigió en las constituyentes la formación de aranceles en los tribunales, para evitar fraudes de los funcionarios y defendió al clero secular. Abogó por los párrocos y presbíteros, calificando su situación de miseria, indecencia y abandono y propuso la asignación a los curas de una dotación de entre ocho y dieciocho mil reales. Elegido presidente de las Cortes, exigió que ningún español obtuviera un empleo público sin acreditar que previamente hubiese jurado la Constitución.

Por su parte, Francisco de Sierra Llanes, caballero maestre, coronel y gobernador militar de Navia, se enfrentó a Ney para impedirle cruzar el río Navia en 1809. En Cádiz destacó por su intervención sobre delitos de infidencia y en torno a la patria potestad, proponiendo limitar las facultades del padre.

Felipe Vázquez Canga, catedrático de Cánones en la Universidad de Oviedo, secretario de la Junta Superior de Asturias y concejal del Ayuntamiento ovetense, intervino en los debates relativos a la Inquisición, los confiscos y secuestros. Formó parte de las comisiones de Poderes, Justicia, Tribunal de Cortes, Infracciones y Señoríos. Fue presidente de las Cortes. Estuvo implicado en una intentona de golpe de Estado liberal para proclamar una república.

El cardenal Pedro Inguanzo Rivero, gran orador, era teólogo, filósofo y canónigo doctoral de la catedral de Oviedo. En Cádiz lideró el grupo conservador como partidario del absolutismo. Intervino a favor de que la nación se hiciese cargo de la restitución del valor de fincas enajenadas y no el pueblo. Se opuso a permitir el acceso a la carrera militar a personas que no pertenecían a la nobleza. Estaba a favor de la libertad de imprenta y de la Inquisición. En 1815 fue nombrado obispo de Zamora y en 1824, de Toledo y cardenal.

El obispo Alonso Cañedo Vigil estudió Leyes y Cánones en las universidades de Oviedo y Salamanca. La Junta Superior le nombró, en 1810, diputado en las Cortes de Cádiz, teniendo un destacado papel como abogado de los intereses eclesiásticos al defender posturas reaccionarias. Intervino en cuarenta y ocho debates. Se alineó con los absolutistas. En 1815 accedió a la diócesis de Málaga. Chocó con Toreno y Argüelles.

Todo un personaje, José María Queipo de Llano, conde de Toreno -noble, rico y revolucionario-, transitó del radicalismo a la moderación. En 1808 fue comisionado a Londres por la Junta asturiana. En las Constituyentes propuso la incorporación de los señoríos a la nación, la eliminación del privilegio de los nobles para acceder a la carrera militar y la abolición de la Inquisición y de las rentas provinciales. Condenado a muerte, exiliado en Londres y París, con el tiempo fue ministro de Hacienda y presidente del Gobierno en 1835.

Por encima de todos, Agustín de Argüelles, liberal, es la figura clave de la Constitución. Tenía como modelo las instituciones y costumbres británicas. Intervino en 518 ocasiones en las constituyentes, especialmente en relación con la libertad de imprenta, la abolición de la esclavitud, la tortura, los señoríos, el acceso de los plebeyos a la carrera militar superior y la abolición de la Inquisición. Con la vuelta de Fernando VII a España y la restauración absolutista, Argüelles fue encarcelado en 1814. Rehabilitado tras el pronunciamiento de Riego, fue nombrado ministro de la Gobernación. Después del gobierno liberal se exilió a Inglaterra en 1823 y sobrevivió como bibliotecario de lord Holland. Tras la muerte de Fernando VII, regresó a España en 1834, participando en la redacción de la Constitución de 1837. Fue diputado por Asturias y nombrado preceptor de Isabel II durante su minoría de edad por Baldomero Espartero, tras perder la votación en las Cortes Generales frente a éste para ser elegido regente de España. Falleció en 1844.

Andrés Ángel de la Vega Infanzón era catedrático de la Universidad de Oviedo, abogado en ejercicio e intrigante empedernido. En las Cortes de Cádiz participó en las comisiones de Interior, leyes suntuarias y organización del gobierno. Medió entre representantes del Gobierno británico y las Cortes. Sigue siendo un misterio.