Balbona,

Manuel NOVAL MORO

La afición por la cerámica tradicional va por ciclos. En determinados momentos está en auge y poco tiempo después decae, para volverse a levantar. Su impulso depende también de personas o asociaciones que quieren que no se pierda una parte del patrimonio de determinada zona. La historia de la recuperación de la cerámica de El Rayu comienza en 1997 con una llamada del grupo folclórico y de investigación «El Ventolín» al artesano Florentino Iglesias Vega, afincado en Balbona.

Ese año, el grupo poleso dedicó su Semana del folclore astur a la cerámica de El Rayu y buscó a alguien que pudiese reproducir lo más fielmente posible este producto, que se fabricó hasta principios del siglo XX, tal como se hacía tradicionalmente.

El artesano sierense comenzó ese mismo año a recuperar las formas y técnicas de entonces basándose en piezas que le prestaron algunos coleccionistas o en fotografías de museos, que hubieron de ser renovadas para adaptarlas a los modos actuales. Por ejemplo, las tinturas que se usaban tradicionalmente llevaban plomo, un material que actualmente está prohibido.

Y la cerámica de El Rayu se cocía a 1.000 grados, mientras que ahora se elabora a 1.200 grados. Según Iglesias, lo que más se demanda son las vajillas y, en menor medida, jarras, fuentes y botijos. Pero ahora, aseguró, «la cerámica tradicional está de capa caída». Lo más llamativo es que los pedidos que le hacen (trabaja en función de lo que le encargan) vienen de lugares de fuera de Asturias, como Galicia y Valladolid, «y, sin embargo, aquí nadie se preocupa de nada».

No es que este artesano viva de la cerámica de El Rayu, porque también trabaja con cerámica artística, «de autor», y con otro tipo de producción más innovadora, por ejemplo, de mezcla de hierro y cerámica.

Aunque la cerámica de El Rayu no sea su principal producción, este artesano considera que se debería defender más este tipo de producción autóctona. Señala, con todo, que esta cuestión «va por épocas», y que es probable que más adelante vuelva a resurgir y a tener más demanda.

Entre tanto, su taller de Balbona se ha convertido ya casi en el último reducto de una producción artesanal característica del concejo de Siero que a punto estuvo de perderse y que, aunque renovada y puesta al día, por suerte aún sigue viva.