Pola de Siero,

Manuel NOVAL MORO

Siero no suele estar entre los concejos mencionados cuando se habla del territorio sidrero, a pesar de que cuenta con cerca del 20 por ciento de los lagares de la región, sólo por debajo de Gijón y Villaviciosa, y es uno de los centros de producción del caldo regional.

En su territorio hay, además, lagares muy representativos. Uno de ellos es La Morena, ubicado en Viella, si no el más antiguo, uno de los más veteranos de Asturias. Su actual gerente, Alfonso Prado, como suele ocurrir muy a menudo en el sector, comenzó a trabajar en el lagar desde que era casi un niño, en el negocio que por entonces llevaba su padre, y se puso al frente cuando éste murió, en 1983. Según asegura, existe un documento que certifica que el lagar estaba activo antes de 1886.

Desde entonces, «se ha mejorado la calidad higiénica, y la sidra en general es mejor», señala. En cambio, el tipo de cliente ha cambiado, según su opinión. «La armonía de la sidra se perdió un poco. Antes había peñas que visitaban los sitios en función de la sidra. Ahora se mira más la marca que la calidad».

Su lagar tiene capacidad para 200.000 litros anuales, una producción que vende, en su mayoría, en su propio establecimiento hostelero. Prado celebra todo lo que se está haciendo por sacar adelante el sector, si bien cree que no se debe equiparar al del vino, «porque es otro mundo que no tiene nada que ver».

En el otro extremo está Fonciello, ubicado en la localidad que le da nombre. Está entre los de más reciente creación de Asturias. Nació en 2002, con una capacidad para producir 1.200.000 litros al año. El lagar está entre los pocos que no proceden de una tradición familiar. Pero casi. Su gerente, José Llaneza, cuenta que la producción de sidra era «una asignatura pendiente» en su familia. Su padre comenzó con un almacén de vinos, pero su idea inicial era un lagar. Llaneza cree que la revolución del sector coincidió más o menos con la salida de su lagar. Ahora cree que, con un mercado interior que ha tocado techo, el futuro es la exportación, pero reconoce que hay que crear hábitos de consumo, y eso «no se hace de un día para otro». Y no lo pueden hacer sólo los lagareros.

Una de las zonas más significativas de la producción sidrera de Siero es la parroquia de Tiñana, que cuenta con siete lagares. Sidra Muñiz es una de esas empresas que han ayudado a asociar el nombre de Tiñana con la sidra. Su gerente, Manuel Riestra, procede también de una saga familiar. Es la tercera generación de una familia que se hizo con la firma en 1934. Lleva el peso del lagar desde hace 12 años. Actualmente produce una media de 800.000 litros anuales.

Riestra ve con buenos ojos la marcha del sector. «Hace 25 años, el perfil del cliente era un hombre de edad mediana y casi siempre de población rural. Hoy está en las ciudades y la consume gente joven, hombres y mujeres». Además, hay una «identificación con el producto en la región» y la gente tiene «más confianza, porque mejoró mucho la calidad». Al igual que Llaneza, considera que se necesita el apoyo de la Administración para exportar, y es optimista por el cambio de mentalidad, en líneas generales, positivo.

Casa Fran es otro de los lagares veteranos, con 90 años recién cumplidos, y el único que hay en Lugones. Uno de sus impulsores, Roberto Ramos del Valle, reconoce que «lo de antes era un desastre», no sólo por la calidad del producto, que cree que ha mejorado ostensiblemente, sino también por la forma de trabajar, «sin maquinaria, casi todo a mano».

Casa Fran es otro de los lagares que cuenta con su propia sidrería, una de las de mayor solera del municipio. Produce entre 700.000 y 800.000 litros de sidra al año.

Roberto Ramos, al igual que otros muchos lagareros, oye, en ocasiones, a consumidores de cierta edad que «dicen que la calidad no es como la de antes, que entonces era mejor». Pero ésos, según asegura, son los menos. La mayoría cree que la sidra es mucho mejor. Siero tiene motivos para alegrarse por ser una de las sedes de un sector en auge y cada vez más valorado.