Pola de Siero,

Manuel NOVAL MORO

Hace más de treinta años, Pola de Siero no era ni la sombra de lo que es ahora, y la oferta de ocio que hoy rodea el pueblo por todas partes apenas existía. En este contexto, una peña de jóvenes decidió formar el Club Ciclista Cascaos (CCC). Nacía así un grupo que no tardaría en convertirse en asociación cultural y, hasta hoy, en uno de los principales agitadores de la cultura de la Pola. Treinta años después, la agrupación ha organizado una exposición en la que repasa su historia desde aquellos tiempos, en la Casa de Cultura de Pola de Siero. Hoy es el último día para visitarla.

Uno de los pioneros del grupo, José Luis Jiménez, que aún sigue al pie del cañón, explicaba que en la exposición se muestran numerosas fotografías de la Pola de entonces, para que la gente se dé cuenta del contexto en el que nació la asociación. Aquellos jóvenes se movieron en numerosos campos con la única intención de enriquecer sus vidas y, de paso, enriquecieron las de los demás. No es exagerado afirmar, por otra parte, que una de sus señas de identidad fue su capacidad ilimitada para encontrar razones para armar una juerga.

Los primeros pasos del grupo tuvieron una vinculación muy estrecha con la parroquia de San Pedro de Pola de Siero. De hecho, la sede de Los Cascaos estaba en el salón parroquial. Y buena culpa de ello la tuvo el cura de entonces, Carlos Sánchez Martino, que organizaba excursiones a la montaña o convencía a los chavales para realizar numerosas obras o actividades.

Una de ellas, según contó uno de los primeros presidentes del club, Ulpiano Nosti, fue traer desde Covadonga unas piedras para el altar de la nueva capilla. Según Nosti, el cura «supo sacar los galones eclesiásticos ante una pareja de la Guardia Civil que nos quería detener por robar piedras del río que sale de la Cueva».

Lo más representativo del grupo durante años fue su charanga, que protagonizó, junto con la de Los Pepitas, las subidas y bajadas al prau del Carmín más célebres que se recuerdan. Los Cascaos incluso llegaron a promover con un éxito considerable la repetición de la romería. En 1982 cayó el mayor chaparrón que se recuerda, el lunes. Los Cascaos decidieron que la cosa no podía quedar ahí, y repitieron la fiesta el jueves.

La charanga tocó en varias localidades de Asturias, donde Los Cascaos dejaron inevitablemente su huella. En los primeros años, estaban tan en forma que eran capaces de compatibilizar la actuación callejera, la juerga y la solemnidad. Un ejemplo, Taranes, donde, además de actuar por las calles, que era lo suyo, se convirtieron en la orquesta oficial de la fiesta y hasta tocaron la misa.

Además, la asociación editaba una revista bajo el nombre «Cascaos Corporation», y fue muy llamativa su participación en las carrozas, tanto en Valdesoto como en Oviedo. Entre las más célebres, el Astur-Kong, basado en un dibujo de Alfonso, y una enorme maqueta de Mazinger Z, el dibujo animado de moda por entonces.

Las imágenes expuestas y las anécdotas que todavía se cuentan son sólo la punta del iceberg de la actividad de una generación en unos tiempos pasados que, en palabras de Nosti, «ni son mejores ni peores que los actuales; simplemente, son los nuestros, que no es poco».