Luis Mario Arce

El bosque de Muniellos constituye un paradigma de conservación: preserva casi inalterada la estructura del ecosistema y evoluciona sin apenas intervención humana desde hace décadas. Es uno de los últimos bosques naturales de Europa. Otras forestas, más influidas por el hombre, están protegidas en el interior de los parques naturales. Se trata, principalmente, de bosques de montaña: hayedos, robledales albares y algunos melojares, quejigares y carrascales. Estos últimos, las tejedas y los alcornocales vestigiales del Occidente también disfrutan de amparo legal, al menos sobre el papel -la tejeda del Sueve, la mayor de Europa, está abandonada a su suerte-, en tanto los árboles dominantes en cada uno de ellos están declarados especies protegidas. Las alisedas atlánticas figuran en la lista de hábitat prioritarios de la Unión Europea, una condición que obliga a adoptar medidas de conservación y restauración de las mismas (lo que no evita la destrucción o la alteración de muchas de ellas). Pero hay otros bosques totalmente desprotegidos, olvidados por los gestores del patrimonio natural. Son las carbayedas (hoy transformadas en bosques mixtos) y los bosques frescos, las dos formaciones forestales que caracterizaban el paisaje vegetal de las zonas litorales y de valle -hasta unos 800 metros de altitud- antes de su profunda transformación, primero agrícola y ganadera y, andando el tiempo, por obras de infraestructuras y urbanizaciones.

Las carbayedas o bosques mixtos -estos últimos, compuestos por carbayos, castaños y abedules, en proporciones variables- tienen su óptimo en suelos ácidos y pobres del Occidente y, en menor medida, del centro de la región, mientras que los bosques frescos de fresnos y avellanos -con mezcla de arces, olmos, abedules, cerezos y otros árboles caducifolios- se desarrollan en suelos calizos, ricos y húmedos, a menudo en contacto con cursos fluviales (y, por tanto, con bosques de ribera), del Oriente y, secundariamente, del centro de Asturias. Ambos bosques ocupan situaciones apetecidas por la agricultura y de fácil acceso, lo que propició históricamente su sustitución por cultivos y su explotación maderera y ha favorecido, asimismo, la proliferación de incendios, el reemplazo del arbolado natural por especies foráneas (pinos y eucaliptos), la selección de su composición (para favorecer al castaño, productor de madera y de frutos) y, en las últimas décadas, la urbanización residencial e industrial y el trazado de carreteras en dichos territorios.

Ese proceso de destrucción, fragmentación y alteración de los bosques mixtos y frescos persiste en la actualidad, sin que se haya arbitrado ninguna medida para conservar siquiera algún vestigio de esa cubierta forestal tan representativa de la denominada provincia cantabroatlántica, que se extiende entre la ría de Aveiro y la Bretaña francesa a lo largo del norte de Portugal, Galicia y el litoral cantábrico. La pérdida atañe, además, a la fauna, pues muchas especies dependen de esos bosques. Más aún, no sólo se tala indiscriminadamente (y para comprobarlo basta con mirar a los lados al atravesar el pandemonio de puentes y enlaces en construcción de la Autovía del Cantábrico a su paso por Siero), sino que se está deforestando ahora, en plena temporada de cría. Nada lo impide. Obviamente, tampoco la (in)sensibilidad de las administraciones responsables.

Se pierden los bosques mixtos y los bosques frescos, como se pierde, también, la campiña atlántica, por la profunda humanización de los territorios más bajos y llanos de Asturias, que parecen ajenos a cualquier medida de conservación. La vetusta carbayeda del Tragamón (Gijón) lleva camino de convertirse, muy pronto, en una reliquia.

El reciclado de vidrio aumentó un 17,6 por ciento en Asturias en 2008, un 8,6 por ciento más que en el conjunto del país, según datos facilitados por la asociación «Ecovidrio», encargada de la gestión del reciclado de envases de vidrio en España. El volumen de envases de vidrio recuperado el año pasado fue de 13.208 toneladas, frente a las 11.229 de 2007. Es decir, cada asturiano recicló una media de 12,2 kilos de envases de vidrio. Según estos datos, Asturias es la sexta comunidad autónoma en la que más ha crecido la recuperación de dichos residuos. El año pasado se incrementó en 370 el número de puntos de recogida, de forma que existe un contenedor de vidrio por cada 344 habitantes. Pese a lo positivo de estos resultados, el reciclado de vidrio en Asturias aún se sitúa por debajo de la media nacional, de 15,5 kilos por habitante. Con respecto a la situación nacional, en 2008 se cumplió el objetivo que marca la normativa de reciclar el 60 por ciento de los envases de vidrio del mercado. Además, España ha pasado a ocupar el primer puesto europeo en dotación de contenedores: uno por cada 293 personas.

El biólogo y ornitólogo David Álvarez Fernández descubrió, el pasado 22 de abril, dos parejas de gavión atlántico establecidas en la costa occidental, una de ellas con nido e incubando. Se trata de la primera cita de reproducción de esta gaviota en Asturias. Una de las parejas fue vista, con actitudes de cortejo, en la colonia de gaviota patiamarilla de A Forcada, en El Franco. La pareja que ya se encontraba incubando fue localizada en las islas Pantorgas, en Tapia. El gavión atlántico, la gaviota de mayor tamaño de Europa, es un invernante habitual, aunque no muy numeroso, en las costas del norte ibérico. Hace dos años se confirmó su reproducción en las Illas dos Farallons, en San Cibriao (Lugo), por lo que este nuevo dato de cría sugiere una colonización del Cantábrico occidental. El gavión atlántico es un invernante regular y común en Asturias, entre noviembre y marzo, concentrado, principalmente, en la ría del Eo y la bahía de Gijón, aunque también se reúne en buen número en la costa de Castropol y Tapia. Además, se le observa en paso, escaso en otoño y raro en primavera, y hay algunas citas en el verano.

El naturalista y fotógrafo José María Fernández Díaz-Formentí acaba de publicar su octavo libro, «La ría del Eo, naturaleza entre dos aguas», una completa guía de este espacio natural, que es uno de los humedales más destacados del norte de España. El libro ha sido publicado por el Ceder Oscos-Eo y la Asociación «Puente de los Santos», en una edición no venal. Fernández Díaz-Formentí aborda un minucioso estudio que comienza por definir los conceptos de ría y estuario y por explicar su origen y su dinámica, antes de entrar en materia y presentar una pormenorizada descripción de los distintos ambientes del estuario (esteros, marismas, desembocadura) y un fichero de flora y de fauna que compendia los grupos y especies más representativos y que, en el caso de los vertebrados terrestres, se completa con un catálogo en el que se relacionan todas las especies que han sido citadas en el Eo y su entorno inmediato. Si el texto hace gala de exhaustividad y rigor -conjugados con una exposición didáctica y amena-, las fotografías que lo acompañan son, como es norma en su autor, de sobresaliente calidad.