2 Javier Blanco

Víctor Luque (Oviedo, 1938) tocaba su guitarra en Cimadevilla, en Gijón. En una de sus sesiones estaba de espectador el atleta Ignacio Sola, una de las leyendas del deporte español que estuvo en las Olimpiadas de México-68. Le impresionó la clase del instrumentista asturiano hasta tal punto que le buscó conciertos en Madrid. Y en Madrid, en aquellos tiempos, una buena ruta era la de los colegios mayores. Así que en 1971 se recorrió todos los de la avenida Séneca, los de la parte de la residencia Blume, por ahí Sola dominaba la zona. Luque tocó en todos, pero recuerda muy bien que en el Covarrubias había la costumbre de que los alumnos asistieran con corbata: «Un público magnífico. Si se quedaban era porque les gustaba», cuenta Luque, que también se ventiló los mayores de la otra zona, entre ellos, el San Juan Evangelista, el Johnny. Fue uno de sus principios, porque tuvo muchos.

Siempre con su guitarra, en clubes (Don Alberto, en Alonso Martínez; El Dallas, en la calle Orense?) o en salas pequeñas o grandes. Y es que Víctor Luque se ajusta a la liturgia del músico como nadie. Nunca estuvo quieto en ningún sitio, recorrió el mundo y se manejó por las grandes ciudades, como Londres o París. Lo toca todo y lo toca muy bien. Lo mismo interpreta jazz que canciones iberoamericanas, nórdicas, inglesas o francesas u obras clásicas. Lo mismo se maneja en trío que en cuarteto, como solista o con orquesta sinfónica.

Su cosmopolitismo le lleva ahora, a sus 70 años, a Berlín. Se va a una de las grandes capitales musicales del mundo a «merodear, a hacer jam sessions y luego a buscar conciertos.

Pero antes recibirá un gran homenaje de los amigos y seguidores de toda la vida aquí, en Asturias. Será el martes en el teatro Filarmónica (las entradas ya están a la venta en las taquillas del Campoamor: 15 euros de patio y 12 en entresuelo); un homenaje que se completará con una cena en el hotel España de Oviedo.

Víctor Luque despedirá a su amigos y a los centenares de seguidores con una fórmula que ya probó con Luis Miguel Álvarez Ruiz de la Peña y Andrés Ruiz de la Peña en su tiempos del Dallas en Madrid. En el Filarmónica le acompañarán dos «Virtuosos»: Alexei Tsyganov (violín) y Alexei Gorbenko (contrabajo). «Es un poco "revival" del trío que se formó en Madrid con los Ruiz de la Peña, que luego fue cuarteto, con batería; aunque volvió a ser otra vez trío», cuenta Luque, que puntualiza que los dos «Virtuosos» ya participaron en su disco de Cajastur.

En este su concierto de homenaje se resumirá también un poco su vida artística, ya que hará un repertorio pegado a su vida: «Voy a hacer canciones que tienen su pequeña historia, que me traen recuerdos de amigos, de la gente, de los lugares donde las aprendí. Y en una segunda parte haré piezas inglesas, también revisaré a Brel y los clásicos».

No se pronuncia sobre sus preferencias musicales debido a la cantidad de palos con los que trabajó, pero habla con ternura de la música clásica, que ya hacía de muy joven (16 años) con el «Quinteto La Praviana».

¿Y qué es para Luque la guitarra? «Igual pasan dos semanas sin que la saque de la funda», dice. «Sería mejor guitarrista si la hubiera tomado más en serio, pero lo que me ha gustado de la guitarra es los contactos que hice con la gente. Y pienso en pilotos, músicos, médicos, camareros... Ése es su lado más bonito. ¡Hombre!.. si con 23 años hubiera tenido los conocimientos musicales de ahora?». Y para certificar su eclecticismo cita un tramo de una zarzuela: «¡Ay, quién tuviera 20 abriles; ylo ¡pasao, pasao!».