A Manuel Fernández de la Cera, tinetense célebre, en testimonio de admiración y amistad.

Se reanuda, con esta entrega que glosa dos fotografías tinetenses, la serie «Asturias de ayer a hoy», que comenzó su andadura durante el verano de 2008. Se trata, hoy como entonces, de invitar al lector a compartir un recorrido por la historia de diversas localidades asturianas que arranca en los albores del siglo XX.

A ello vamos, comenzando por Tineo.

Suroccidente de Asturias. Amplia y accidentada geografía. Ilustre y asombrosa historia. Piense el lector por un momento que un concejo como el de Tineo vio nacer a Pedro Rodríguez de Campomanes, a Rafael del Riego y a José Maldonado. Reparemos en qué circunstancias de aislamiento geográfico se desenvolvieron no pequeña parte de los trabajos y los días de estos personajes, lo que no fue óbice para que todos ellos alcanzasen una innegable notoriedad en su tiempo.

Esplendores tinetenses en la historia contemporánea de Asturias y de España. Esplendores de un concejo con una importante presencia del mundo vaqueiro. Esplendores de un concejo cuyo territorio es significativamente extenso. Esplendores de un concejo cuya capital, por su altitud y ubicación, puede ser avistada desde lejos.

La mirada de Baroja

Para observar Tineo, casi siempre hay que levantar la vista. Así lo debió considerar uno de sus visitantes más ilustres, Pío Baroja, cuando, al describir la villa, parece que haciendo el recorrido del general carlista Gómez, consignó: «Tineo, pueblo nuevo, tiene buen aspecto; se destaca a nuestro paso en una altura y brilla al sol poniente con un resplandor rojo»

El Baroja más noventayochista, que también hizo suyo el afán viajero, que también asumió aquel amor de su generación por los viejos pueblos y el paisaje, según escribió su gran amigo Azorín. El Baroja más noventayochista, que compartió con su paisano Unamuno el interés por lo que don Miguel definió con precisión como «intrahistoria», aquella que no se ocupa de los grandes acontecimientos ni de los nombres más rotulados, sino la que está presente e incorporada en sus gentes. Seguir la senda de un general carlista, transitar el itinerario de un hombre que guió sus pasos impulsado por uno de los acontecimientos más genuinamente españoles como fue el carlismo, que, para Valle- Inclán, tenía un encanto estético al que sucumbió. Esplendor y brillo de la villa tinetense, según captó la mirada barojiana.

La mirada de un solitario, de un hombre con capacidad asombrosa para dar vida a personajes y aventuras desde un pesimismo irreductible, al decir de Azorín. La pluma de Baroja, que en su momento se ocupó del tinetense Rafael del Riego: «El himno de Riego es callejero, alegre y saltarín... Está empapado en los héroes del liberalismo».

Así vio don Pío el significado del himno en cuyos acordes vibra el héroe que naciera en la localidad tinetense de Tuña.

Tineo en la II República

No es la Puerta del Sol madrileña el 14 de abril de 1931, inolvidable fecha de exaltación y entusiasmo que, a día de hoy, se sigue pretendiendo borrar de la memoria colectiva y de la historia.

Pero es una concentración entusiasta en tiempos de la República ante el Ayuntamiento tinetense. Acaso en Tineo haya habido, como en toda España, personajes como el aburrido hombre del Casino provinciano machadiano, pero los ciudadanos del campo en Asturias, en especial los del Occidente, tenían a los valedores de la República muy cerca. No perdamos de vista nunca que si Asturias fue uno de los principales viveros del republicanismo a partir del Partido Reformista que fundara Melquíades Álvarez, en el que militaron entre otros, Azaña, Ortega y Augusto Barcia, el campesinado tinetense que se reúne a las puertas de su Ayuntamiento tiene muy cerca de uno de los principales referentes del republicanismo asturiano, es decir, a don José Maldonado.

Campesinado asturiano que, en especial a últimos del XIX y principios del XX, había huido de la pobreza emigrando a América, se encuentra en aquellos años de la República con que la modernidad y el progreso están mucho más próximos, de la mano de hombres de libros y de justicia social como su paisano don José Maldonado. Campesinado tinetense, con sus apéndices en la América a la que emigraron, con sus referentes tan cercanos de aquello que escribiera Costa acerca de las dos grandes necesidades como eran la despensa y la escuela.

Baroja avistando Tineo. Tinetenses exaltando la República.

Entre 1900 y 1930, según los datos de población que suministra SADEI, la población tinetense tuvo alrededor de 21.000 habitantes. En el último censo, frisa los 11.000. De aquella franja de años, las dos fotografías glosadas, de la capital de un concejo agrícola y ganadero, cuyos hijos más ilustres asombraron al mundo a lo largo de un era de la historia a la que llamamos contemporánea.

Asturias de ayer a hoy. Tineo de ayer a hoy. Afanes y desvelos distintos de una población que sigue luchando por mantener la potencialidad de su tierra, y que, para envidia de muchos, entre los que me incluyo, cuenta con un alcalde que no acepta hipotecar el futuro por no ceder a las pretensiones de quienes pretenden un dinero rápido a costa de una supuesta y falsa riqueza tan inmediata como efímera que sigue la consigna de aprovecharse del dinero público y poner los pies en polvorosa, dejando tras de sí un vergonzante rastro de promesas incumplidas y miseria.