Un interesante artículo publicado por «National Geographic» hace algo menos de una década afirmaba que en el mundo hay alrededor de tres millones de salmones del Atlántico salvajes. Presumiblemente esta cifra ha decrecido, pero en cualquier caso se puede afirmar sin temor a errar que nuestro salmón es un bien escaso. En España no tenemos datos fidedignos pero probablemente el promedio de salmones que han retornado a nuestros ríos en los últimos años sea de muy pocos miles, dos o tres mil como mucho, por temporada. Está claro, por tanto, que nuestra población salmonera es residual, prácticamente anecdótica, si la comparamos con la mundial.

Los salmones viven en los ríos de ambos lados del Atlántico Norte, tanto en la costa europea como en la americana. Prácticamente todos los países costeros del Atlántico al norte de España poseen ríos salmoneros, aunque las poblaciones más importantes viven en Noruega, Islandia, Rusia, Escocia e Irlanda. Por su parte, en América los salmones se localizan en el este de Canadá (Quebec, Labrador, Terranova, Nueva Escocia, New Brunswick?) y el norte de los Estados Unidos. La población mundial ha declinado en los últimos años y un estudio pone de manifiesto que este declive ha sido de un 41 % en los ríos de Canadá y EE UU; de un 54% en España, Francia, Reino Unido e Irlanda; y un 36 % en Noruega, Rusia, Islandia y Finlandia.

Existen asociaciones de pescadores que se dedican a la protección del salmón. La Atlantic Salmon Foundation (ASF), ubicada principalmente en Norteamérica, posee 150 organizaciones y 40.000 miembros que aportan fondos para la restauración de ríos y el correcto manejo de las poblaciones. Entre otros aspectos promueven la pesca sin muerte. La North Atlantic Salmon Foundation (NASF) se dedica principalmente a tratar de minimizar el impacto de la pesca de salmones en el mar. Se les puede atribuir el fin de las capturas comerciales en el 85 % de las zonas del océano donde los salmones se alimentan. Asimismo, negocian con los gobiernos para acabar con las trampas que existían en las entradas de numerosos ríos salmoneros de todo el mundo. El impulsor de este movimiento es un pescador, el islandés Orri Vigfusson, que también recibe el apoyo de pescadores asturianos y españoles a través de la Asociación Astur de Pesca.

Existen restos arqueológicos de hace 22.000 años en Francia que ponen de manifiesto que ya entonces el salmón era protagonista dentro de la cultura del «Homo sapiens». Se trata de una especie única, seguramente la más emblemática dentro de los peces de agua dulce, hasta el punto de que un diputado canadiense comentaba que el salmón es «un pilar de la cultura, historia y medio ambiente de miles de ríos que desembocan en el Atlántico Norte». A pesar de que muchos ríos salmoneros se hallan en territorios totalmente vírgenes, como los de Rusia o el Labrador, los gobiernos se esfuerzan por llevar una gestión minuciosa de sus poblaciones y una explotación prudente y sostenible. Para ello es esencial conocer con exactitud la magnitud de las poblaciones, y por ello muchos de los principales ríos del mundo poseen un contador de salmones cerca de la desembocadura. Es triste que en España, donde sólo hay tres ríos de cierta relevancia salmonera, no poseamos un instrumento de estas características, imprescindible para una correcta gestión.

Al contrario que en España, en la mayor parte del mundo la gestión de la pesca del salmón se hace a través de normas que se promulgan río por río. Las pautas que rigen el aprovechamiento suelen ser más finas y cada río tiene sus propias peculiaridades y, por tanto, sus propias normas de pesca. En general, en los últimos treinta años la normativa se ha vuelto más restrictiva de cara a la conservación del salmón en todo el mundo. Se han impuesto cupos de pesca hasta en las zonas donde el salmón es más abundante. La pesca sin muerte prolifera año tras año. En todo Canadá se sueltan un 55,13 % de los salmones que se pescan. Buena parte de la pesca se practica con mosca, que es la modalidad más compatible con la conservación, ya que captura menos y además permite devolver las capturas al agua en un estado físico más idóneo. También se pesca en bastantes zonas con cebo, aunque en muchos ríos de distintos países (Noruega, Islandia, Irlanda?.) se ha prohibido la pesca con gamba o quisquilla y solamente se permite con meruco, por considerar que la quisquilla es demasiado eficaz. La pesca con meruco, en cualquier caso, es bastante más efectiva que la pesca con mosca. En general se tiende a preservar a los salmones grandes que llegan a principio de temporada, en su mayor parte hembras cargadas de huevas, y sólo a matar pequeños añales, que son mayoritariamente machos. Es difícil generalizar, pero voy a comentar algunas medidas concretas de diferentes países que pueden resultar ilustrativas.

A principios de los años setenta se pescaban en Irlanda (comercialmente en su mayoría) nada menos que 2.500 toneladas de salmón, lo que equivale a decir unos 50.000 salmones de 5 kilos de peso de promedio cada uno. El río más destacado es el Moy, en el que se estima que retornaron en el año 2008 nada menos que 35.000 salmones. Al menos en diez ríos retornaron más de 5.000 salmones, es decir, bastante más que la población salmonera de toda España en cada uno de ellos. En la actualidad la población salmonera ha decrecido, pero la mayor parte de la pesca comercial ha desaparecido, con lo que el pescador de caña toca a bastante más. A pesar de esa abundancia en Irlanda hay un cupo de diez salmones por pescador y temporada. Sólo se pueden matar tres peces antes del 11 de mayo, y los restantes 7 entre el 12 de mayo y el 31 de agosto. Tradicionalmente se pescaba con una gamba teñida de morado que en la actualidad está prohibida en la mayor parte de los ríos. La licencia de pesca en Irlanda cuesta 134 euros, de los cuales un 50 % (67 euros) va destinado a labores en pro de la conservación del salmón.

Posee una de las poblaciones salmoneras más saludables del mundo. Se calcula que el 30 % de los salmones del mundo nacen en Noruega, es decir, algo menos de un millón de salmones. Las capturas anuales oscilan entre 140.000 y 160.000 ejemplares, y no son raros los ejemplares que pesan alrededor de 20 kilos. En Noruega siguen funcionando algunas pesquerías comerciales. A pesar de la gran abundancia salmonera las normas son cada año más restrictivas. La veda se abre el 1 de junio y el período de pesca dura tres meses, hasta el 31 de agosto. Cada río posee su propia reglamentación. En el río Orkla, por ejemplo, sólo se puede pescar con meruco en algunos tramos, no con quisquilla. Buena parte de la pesca se lleva a cabo con mosca y cucharilla. Las hembras no se pueden matar en agosto. Los reos, curiosamente, han estado protegidos este último año y no se podían matar. Cada pescador tiene derecho a un salmón por día y 10 por temporada. Los programas de captura y suelta han aumentado en todas las zonas y el principal problema de las poblaciones son los escapes de las granjas de salmón, que además de problemas sanitarios provocan hibridaciones con los individuos salvajes, originando peces de mucha menor productividad y supervivencia.

En Islandia la pesca deportiva del salmón es un recurso económico de primer orden y algunas regiones ribereñas viven de ello. En la actualidad se pescan cerca de 40.000 salmones anuales, en su mayoría con caña (un pequeño porcentaje con red). Los precios de pesca en Islandia suelen ser caros, pero la presión de pesca es baja, de manera que cada pescador tiene derecho a un amplio tramo de río. Las normas de pesca son bastante permisivas al haber tan poca presión y una saludable población salmonera, aunque el cebo está prohibido en la mayor parte de los ríos principales y se pesca sobre todo con mosca. La temporada de pesca comienza por regla general el 1 de junio, hasta fin de septiembre. La tasa de captura y suelta de peces ha aumentado considerablemente. Es necesario esterilizar los equipos de pesca para evitar problemas sanitarios. El río que más salmones produce, el Ranga, apenas los tenía hace 25 años y ha llegado a esta situación gracias a un programa de cría en cautividad de esguines en los márgenes del río. En la actualidad se capturan cerca de 10.000 salmones en ese río cada temporada.

Acabo de regresar de la península Gaspé de lo que son sin duda los ríos salmoneros más bonitos del mundo. A pesar de que en la actualidad se calcula que retornan a los ríos canadienses sobre 350.000 salmones, esa cifra era de 1,5 millones hace solamente 35 años. En ese período se estima que ha habido un declive de un 70 % de la población. Probablemente la reglamentación de pesca es la más conservacionista del mundo. Sólo se puede pescar el salmón a mosca y la temporada es corta: entre el 1 de junio y el 31 de agosto. Es obligatorio pescar sin muerte hasta finales de junio, a partir de entonces cada pescador puede matar siete salmones por temporada. La licencia para no residentes cuesta 138 $, pero la misma licencia para pescar sin muerte cuesta 36,75 $. Hay normas específicas para cada río. Visité el río Saint Jean en el que no se podía matar ningún salmón en todo el año, mientras que en el vecino y muy similar York regían las normas generales. Como el declive ha afectado mucho más a salmones grandes que a añales en la mayor parte de los ríos tratan de impedir que se maten salmones de dos o más años en el océano. En los Estados Unidos se ha prohibido la pesca de salmón pese a que algún río, como el Penobscot de Maine, ha tenido entradas los últimos años de más de 1.000 salmones.

Se trata de uno de los santuarios del salmón en el mundo, aunque la pesca comercial indiscriminada hizo descender a las poblaciones hasta límites insospechados. Se calcula que en el siglo XIX se pescaban sobre 5.000 toneladas de salmón. Sobre los años 80 se pescaron 1.200 toneladas anuales, pero en 1992 sólo se capturaron 200. A partir de entonces la Administración rusa cambió su política y abrió sus puertas al turismo de la pesca deportiva, con lo que muchos aficionados americanos y europeos nos desplazamos hasta la península de Kola. Toda la pesca del salmón para extranjeros es sin muerte y a mosca. En cualquier caso el furtivismo y la pesca ilegal continúa siendo un problema grave.

La pretensión de estas líneas es poner de manifiesto que, a pesar de que el salmón es abrumadoramente más abundante en otros países que en España, los gobiernos de los mismos están preocupados por la situación de la especie y toman medidas de conservación en la mayor parte de los casos más rigurosas que las nuestras. Existe un nivel de conocimiento científico de las poblaciones muy superior y las administraciones, los pescadores y las sociedades en general se hallan más sensibilizados en torno a la situación precaria de la especie. Es hora de que en España nos despertemos para que no se nos vaya este tesoro de las manos casi sin darnos cuenta o, como diría un jugador de mus, con una «muerte dulce».