La campaña arqueológica de la cueva de Sidrón finalizó el pasado 30 de septiembre pero las investigaciones siguen adelante, más huérfanas, tras la pérdida de Javier Fortea, director del proyecto y guía fundamental de la investigación, bajo cuya tutela ha cosechado excelentes resultados desde sus inicios y a la que aún le quedan muchas buenas noticias que ofrecer. Si el núcleo de operaciones fue durante el último mes de septiembre la cueva de Sidrón (Piloña), la actividad continúa ahora en el Museo de Ciencias Naturales del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), en Madrid, donde se abordan las investigaciones concernientes a las áreas paleontológicas y genéticas.

En ese proceso se afanan desde hace años Antonio Rosas, Carles Lalueza y otros colaboradores que están contribuyendo a llevar a buen puerto un proyecto puntero y de resonancia internacional. Tras haber conseguido conocer el grupo sanguíneo de los neandertales y haber descubierto que muchos de sus individuos eran pelirrojos o que estaban capacitados para hablar, el equipo del MNCN-CSIC se ocupa ahora en una tarea compleja y delicada pero en la que paso a paso se van obteniendo resultados y que cuando se consiga finalizar será un logro pionero, nunca conseguido hasta ahora en ningún yacimiento neandertal.

El objetivo que se proponen trata de identificar y caracterizar los restos óseos de los nueve o diez individuos localizados hasta ahora entre los sedimentos del suelo de la galería del osario. Se trata de personalizar los esqueletos, ponerles cara, en una palabra, identificarlos para poder adjudicar cada hueso nuevo a su propietario. Y para ello el primer paso es asignar las piezas dentales a los individuos que se tienen en proceso de reconstrucción. «Es el objetivo inmediato antropológico», afirma Antonio Rosas, que subraya la dificultad de ir juntando dentaduras con huesos para completar esqueletos, en una especie de puzzle anatómico.

Para desarrollar tan ardua tarea cuentan con un volumen importante de fósiles. Dejando fuera los extraídos en la excavación de este año, la cifra supera los 1.500, si bien muchos son fragmentos pequeños de difícil utilización. Tal abundancia de material se puede medir en dos direcciones, por un lado permite completar más organismos pero, por otro, cuantas más piezas más dificultades para dar con la que debe encajar en determinado esqueleto.

Dentro del amplio conjunto de fósiles que se ha conseguido reunir a lo largo de casi una década de excavaciones, algunos presentan un estado de conservación bastante deficiente, lo que dificulta la tarea en la que se aplican los investigadores. Pero no sólo eso hace compleja la reconstrucción, «hay que tener en cuenta que se trata de conferir una personalidad a cada individuo, darle unos atributos de persona neandertal hasta donde lleguemos porque los atributos que queremos definir no están marcados en los huesos», subraya Rosas.

En el caso de los adultos, las dificultades se duplican porque decidir a cuál de los esqueletos pertenece, por ejemplo, un fémur no es sencillo si se tiene en cuenta que todos son similares. Eso es lo que convierte en estrella al esqueleto del niño neandertal. Se trata de un inmaduro -como se conoce a los niños en lenguaje científico- de entre 7 u 8 años del que se han exhumado un abundante número de restos óseos en las excavaciones desarrolladas en esta última campaña. Aunque estos fósiles aún no están en el laboratorio madrileño, Antonio Rosas afirma con total seguridad que es ya el esqueleto más completo. Y lo es precisamente porque al tratarse de un individuo aún por desarrollar, el tamaño de sus huesos lo caracteriza sin lugar a error. Sólo hay un niño de esa edad entre los diez individuos localizados en Sidrón, por tanto todos los restos óseos de pequeño tamaño pertenecen al mismo cuerpo.

En los demás casos, lo más adelantado es la reconstrucción de las dentaduras. También otros datos que se conocen son los relativos al sexo, estado de salud, edad, estatura y alguna característica individual que presenta alguno de los esqueletos. Son rasgos del tipo de marcas en los dientes, características que además permiten saber el tipo de comportamientos que hay detrás.

Para completar la identificación, la tarea será más compleja. Es necesario juntar las características físicas con los datos genéticos para que los resultados ofrezcan nuevas posibilidades, posibilitando conocer, por ejemplo, que un individuo, además de joven, masculino y con infección en la boca, era pelirrojo y del grupo sanguíneo 0. Para obtener esas respuestas hay que realizar un cruce de datos entre el ADN mitocondrial y las características individuales de cada organismo. La apuesta es una iniciativa pionera en el mundo científico, ya que hasta el momento nunca se ha realizado un estudio que cruce datos morfológicos y datos genéticos para realizar esa especie de fotografía que permita conocer lo más posible al grupo que vivió en la falda del Sueve hace al menos 50.000 años.

Desde los primeros pasos de la excavación se observó que los restos extraídos de la cueva de Sidrón estaban en posición secundaria, una clara evidencia de que llegaron hasta allí transportados desde otro lugar próximo, y además lo hicieron cuando todavía estaban recubiertos con tejidos blandos, lo que facilitó que en algunos casos se encuentren en posición anatómica, es decir, permanecen unidos entre sí, como en el caso de un pie casi completo localizado hace algunas campañas. Uno de los inconvenientes de haber sufrido ese traslado, arrastrados posiblemente por las corrientes hídricas del interior de la gruta, es que la mayoría de los fósiles aparecen encostrados, envueltos con el sedimento de la propia cueva y pegados unos a otros mediante una costra calcárea que es preciso retirar con delicadeza para no deteriorar los propios fósiles.

La situación en la que aparecen los restos obliga forzosamente a realizar un delicado proceso de limpieza y restauración, trabajo que se viene realizando desde el primer momento en el Museo de Ciencias Naturales del CSIC por personas especializadas. Esa ocupación debe ser continua y para eso se necesitan apoyos y recursos que permitan desarrollar con tiempo y herramientas adecuadas una labor imprescindible para la buena marcha de la investigación. El conjunto de tareas que comporta el proyecto de Sidrón va más allá de la arqueología, por más que ésta sea un paso sin el cual todo lo que viene detrás no tendría sentido. Eso es lo que los científicos quieren subrayar y hacer entender a la opinión pública y a las administraciones. Antonio Rosas tiene claro que «el proyecto de campo, con la extracción de materiales en el yacimiento es fundamental, pero no es sólo eso, y se quedaría cojo si no se completara con el estudio de esos restos. La investigación se realiza a lo largo de todo el año», sostiene el paleontólogo.

También le gusta decir que «el trabajo lo realizan las personas». Con ello trata de hacer llegar a quien corresponda que no sólo son necesarias grandes cantidades para proyectos ingentes, sino también cifras más modestas que faciliten la contratación de becarios y ayudantes. Esa es, a su juicio, una de las contradicciones de la investigación científica. «A veces hay recursos para empresas con alto presupuesto y no cifras menores para realizar un contrato a un especialista necesario para la investigación».

El trabajo de reconstrucción o de personalización de los individuos de Sidrón es una de las nuevas publicaciones que preparan. Así lo manifestaron Carles Lalueza y Antonio Rosas durante su estancia el pasado viernes en Oviedo para sumarse a la despedida al fallecido Javier Fortea, quien fue durante estos años director del proyecto de la cueva de Sidrón.

Consternados por su pérdida, ambos señalaron la gran persona y el gran prehistoriador que era el fallecido. «Sentía mucho afecto por él», dijo un emocionado Lalueza. «Para mí era una especie de figura paternal, además de uno de los investigadores con más personalidad que he conocido. No trataba de ser lo que no era y le sobraba modestia y honestidad». Lalueza anunció que la parte genética del proyecto «continuará dando qué hablar a nivel mundial, y yo lo haré pensando en él».

Una de las piezas en las que aparecen diferentes restos óseos pegados unos a otros con el cemento calcáreo de los sedimentos de la cueva. / lópez de arenosa