Se trata de una novela de trama policiaca, bien resuelta y de una apreciable calidad literaria, que ha hecho que millones de personas, la mayor parte de ellas no lectores habituales, hayan dedicado muchas horas de su tiempo a las más de 2.200 páginas que abarcan los tres títulos (I. «Los hombres que no amaban a las mujeres», II. «La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina» y III. «La reina en el palacio de las corrientes de aire»). Nunca hasta ahora se había visto a tanta gente en tantos sitios leyendo el mismo libro. Y es que de pocas obras se puede decir que atrapen a sus lectores con la agresividad con que lo hacen las historias de esta trilogía.

ä Suecia y la sociedad del bienestar. En los años sesenta, un ensayo titulado «Suecia, infierno y paraíso», del italiano Enrico Altavilla, arrasó en las librerías españolas. En los últimos años del franquismo nos contemplábamos a través de aquel libro en el espejo de la Suecia socialdemócrata con la que aspirábamos a compararnos algún día, y concluíamos que aquel paraíso político y sexual que se contaba en el libro, inalcanzable entonces, no estaba mal como referente: una sociedad del bienestar que ponía a disposición de sus ciudadanos los servicios públicos más necesarios y aún otros que nos parecían de lujo. El infierno al que se refería Altavilla era la soledad y la falta de relaciones, el alcoholismo y la escasez de sol, que provocaban depresiones y que causaban un elevado índice de suicidios y una sexualidad desaforada. Aquella sexualidad, tan criticada en las páginas de aquel libro, era lo que atraía a los jóvenes españoles de entonces, huérfanos de toda libertad al respecto. Pero también la cultura política de su democracia. En la España de entonces era impensable, por ejemplo, que la Policía acudiese a las manifestaciones no para cargar contra los manifestantes sino para protegerlos, como se decía en aquel libro que se hacía en Suecia. Mientras, el turismo ya había instalado en nuestro inconsciente colectivo el estereotipo de las suecas como ideal femenino: altas, rubias, de ojos azules y cuerpo escultural, liberadas sexualmente, que el cine se encargó de afianzar con estrellas como Bibi Andersson, Anita Ekberg o Mai Zetterling.

En los primeros años del siglo XX Suecia había pasado de forma abrupta de una estructura social rural y agrícola a una industrialización galopante. Su sistema político, fundamentado en el socialcristianismo del Partido Liberal de Centro y en la socialdemocracia, consiguió evadirse de los modelos del nacionalsocialismo alemán y del socialismo soviético para fundar un capitalismo cimentado en las libertades públicas y la igualdad de oportunidades, financiado por un sistema impositivo implacable que generó una sociedad del bienestar envidiada por la práctica totalidad de los países europeos.

Todo este universo salta hecho pedazos en las páginas de «Millennium». En esta novela, Suecia es también un país de políticos corruptos, empresarios trincones, periódicos manipuladores y mafias asesinas. El neocapitalismo industrial y financiero y las redes mafiosas capaces de manipular los poderes tradicionales del Estado extendieron por el país una vasta red de corrupciones que llevaron su antiguo esplendor hacia un declive dramático.

Ni siquiera permanece ya aquel estereotipo de la mujer sueca como ideal de belleza: Lisbeth Salander, la protagonista de la trilogía, es una chica pálida de una delgadez anoréxica, que daba la impresión de que se acababa de levantar tras haber pasado una semana de orgía con una banda de heavy metal (I.50). Mide 1,54 centímetros, pesa 42 kilos, tiene piercings en la nariz y las cejas, dos botoncitos por pechos y su cuerpo luce un montón de tatuajes.

La Suecia de estos primeros años de milenio es ahora un país muy parecido al resto de los europeos occidentales. La globalización ha hermanado a todos ellos con similares problemas, independientemente de su grado de desarrollo económico y de su organización política. Por las páginas de «Millennium» desfila el blanqueo de dinero, el narcotráfico, el contrabando de armas, los conflictos migratorios, los mercados de la prostitución, de la pederastia y del uranio enriquecido... y la proliferación de esas sectas religiosas que, junto a su literatura proselitista, incluyen el número de cuenta corriente en la que poner en práctica el amor a Dios.

ä Un relato antisistema. Si hay un claro mensaje político en «Millennium» es el de una contundente crítica al sistema. Al tratarse de una novela policiaca no es extraño que se aprecien los trabajos de los detectives como más eficaces que los de la propia Policía (ocurre desde Sherlock Holmes y Hércules Poirot), apelando incluso a casos reales: a veces un detective aficionado es mejor que un policía de verdad... Mira el caso Joy Rahman III.449 (alusión al caso de este ciudadano sueco, condenado por el asesinato de una mujer de 72 años y más tarde absuelto e indemnizado gracias a las pesquisas de un periodista que demostró su inocencia). Pero no se trata aquí sólo de denunciar determinadas actitudes de la Policía: en «Millennium» se da a entender que es todo el sistema policial el que está en crisis.

Una denuncia a los medios de comunicación, que encumbran a personajes de dudosa competencia profesional sin poner en cuestión sus trabajos y sus comportamientos y que casi nunca se cuestionan las fuentes, sobre todo cuando éstas son oficiales. Falla un sistema psiquiátrico irresponsable, encarnado aquí por Peter Teleborian, una autoridad respetada internacionalmente (se hallaba oculto y protegido tras una cortina de documentos, evaluaciones, méritos y una ininteligible jerigonza psiquiátrica. II.470), a cuyos diagnósticos se someten todas las demás instancias, sin comprobar el alcance de unos tratamientos más propios del siglo XVI que del XXI.

Denuncia a un sistema que no acierta en el tratamiento de la inmigración, otro de los problemas políticos de las sociedades opulentas occidentales. Suecia sufre también en estos años lo bueno y lo malo de la inmigración, en su caso la procedente de los países del Este a raíz de la caída del muro de Berlín y la de los kurdos que huyeron de la tenaza de persecuciones que formaban Turquía y Saddam Hussein. Muchos inmigrantes han venido a enriquecer las costumbres, la economía y la sociedad sueca y otros han formado mafias dedicadas a la trata de blancas y a una delincuencia criminal violenta y sofisticada.

Y denuncia al sistema de partidos políticos, un sistema corrupto (se trata de dinero e importa una mierda si los que designan a los ministros son socialistas o de derechas. I.34), que ha permitido además la proliferación de grupos neonazis y skinheads; un sistema por el que Blomkvist, el periodista protagonista, no siente ningún apego, mientras la directora de la revista reflexiona sobre el hecho de que hace más de veinte años que no participa en ninguna manifestación (otro recuerda que sólo lo hace en los festivales del orgullo gay). Esta crítica antisistema se hace desde unos presupuestos próximos a un nuevo anarquismo solidario y no violento protagonizado por jóvenes cuya presencia es apenas perceptible: la mayor parte de los protagonistas de «Millennium» son personajes bien entrados en la cuarentena y muchos de ellos cincuentones, cuando no jubilados. «Millennium» viene a advertirnos de que vivimos las vísperas de un cambio global liderado por jóvenes que ya han iniciado una guerra por el poder utilizando nuevas armas: internet y las nuevas tecnologías. Se mueven en un escenario para el que las actuales estructuras están obsoletas y reclaman nuevos derechos y la desregulación de internet. Fenómenos emergentes como el del Partido Pirata, con un escaño en el Parlamento europeo, ejemplifican esta nueva ¿ideología?

ä La informática o la vanguardia del cambio. El mundo de la informática invade ya los espacios de la sociedad actual, incluso aquellos más íntimos. Causa asombro y perplejidad la facilidad con la que jóvenes y adolescentes dominan sus secretos sin haber recibido apenas formación alguna en ese campo. Y resulta inquietante la facilidad con la que los piratas informáticos (hackers) acceden a secretos custodiados en grandes instituciones y a los discos duros de todo tipo de ordenadores personales. En «Millennium» se advierte sobre esta inquietud desde una organización de hackers cuya ética les lleva a utilizar sus conocimientos para colaborar con la justicia, pero es clara la advertencia de que su utilización puede ser la contraria, como ocurre con frecuencia en la vida real. La actuación de los hackers «buenos» incita a la reflexión sobre aquellas actividades que rozan el delito o son claramente delictivas, pero que ayudan a la justicia o a la Policía a resolver problemas. En «Millennium» hay alusiones al tráfico sexual, los timos y la pederastia en internet, a la indefinición de objetivos de algunas empresas puntocom y al fenómeno spam.

ä Crisis y globalización. El asesinato de Olof Palme en febrero de 1986 dejó conmocionado a un país que no conocía el terrorismo y que presumía de que ministros y políticos se desplazaban a sus lugares de trabajo en transporte público y sin escolta. Este crimen, aún no resuelto y a punto de prescribir, dejó en la sociedad sueca un legado de sospechas hacia los servicios secretos y sus entornos políticos y convirtió a las agencias privadas de seguridad en un negocio lucrativo. El secretismo de las actividades de los servicios de inteligencia, la impunidad de sus excesos, la impostura de algunas de sus operaciones, se ponen de manifiesto en las ramificaciones que propician el blindaje de unas estructuras difícilmente controlables por el poder político y que Stieg Larsson denuncia. Tanto Palme como otros miembros del Partido Socialdemócrata habían sido sometidos en algún momento a vigilancia ilegal por parte de los servicios secretos de Suecia. De Palme (Premio Nobel de la Paz en 1985) llegó a decirse que era un agente de la KGB soviética (recomiendo la lectura de la trilogía de Leif GW Persson sobre este magnicidio, publicada en España por Paidos hace unos años).

¿Es posible que una parte del éxito de esta novela se deba a la coincidencia de su publicación con la crisis económica? En varios pasajes se critican operaciones fraudulentas de grandes bancos y aseguradoras, indemnizaciones escandalosas (aquel director de ABB que cobró una indemnización por despido de más de mil millones, algo que realmente indignó a la gente. I.36... un director de banco que, por pura incompetencia, pierde cientos de millones en disparatadas especulaciones. I.81), paraísos fiscales, situaciones similares a las del «caso Madoff» y los bonos basura, los fraudes de las empresas que se aprovechan del trabajo infantil, la mano de obra barata y la deslocalización laboral, e incluso se alude a la crisis de la construcción en la Suecia de los noventa (en 1992, de la noche a la mañana, nadie quiso comprar ni una sola casa. I.42), paradigma de la actual burbuja inmobiliaria. Aquí también se aborda, con inteligencia y unos conocimientos asombrosos, un análisis de la corrupción, desde la desviación de los fondos públicos con que el Estado financia ciertas actividades empresariales hasta la ingeniería financiera que éstas desarrollan para ocultar sus delitos.

ä Sexo: libre y seguro. La adicción al sexo es una enfermedad que se puso de moda cuando el actor Michael Douglas confesó haberse sometido a un tratamiento en una clínica especializada para curarse de este problema (a este caso se alude en la novela. II.55). En «Millennium» se hace una espléndida defensa del derecho de cada persona a practicar las orientaciones sexuales propias, sin que ningún tipo de poder, y mucho menos el poder político, pueda interferir en la vida íntima de los ciudadanos. Sólo las relaciones con menores y los daños físicos pueden alterar este principio. La protagonista, feminista radical, de gustos cercanos a la estética gótica y punkie, es un personaje andrógino y bisexual (le importa el sexo pero no el género, dice) que tiene relaciones con hombres o con mujeres, dependiendo de sus apetencias. La libertad sexual es defendida presentando las relaciones entre los personajes, incluyendo la infidelidad, de una manera clara y responsable. Las precauciones ante el peligro de transmisión de enfermedades se ejemplifican con la utilización de preservativos.

ä La violencia contra la mujer. El tema más destacado de «Millennium» es la crítica a la violencia sobre la mujer. Es un problema de las sociedades actuales, pero no es nuevo. El número de muertes por esta causa es casi el mismo desde hace muchos años (en España, en los años cincuenta y sesenta, por cuestiones relacionadas con la imagen política del régimen, se ocultaba este delito o se disfrazaba de otras motivaciones). Y además no se debe al carácter latino o al subdesarrollo: en los países nórdicos la violencia machista es tan alta, si no más, que en el resto de Europa. De ahí la importancia de que una novela como «Millennium» asuma la denuncia de este delito y lo utilice como uno de los motivos principales de su relato, actuando como instrumento de pedagogía, pues es este un problema sobre todo educativo: en varios pasajes se cuenta cómo el protagonista, un personaje positivo, atiende a las labores del hogar como si fuera una actividad normal (ese día Mikael lo dedicó, primero a lavar los platos y a limpiar el apartamento... I.87). En la novela, la mayor parte de lectores de la revista «Millennium», una publicación progresista de investigación y denuncia, son mujeres. Lo que no llego a entender es la traducción del título del primer volumen, «Los hombres que no amaban a las mujeres» que, en mi opinión, suaviza la contundencia del original: Los hombres que odiaban a las mujeres.

ä La sociedad mediática. Durante el «caso Watergate», el escándalo de espionaje político que obligó a dimitir al presidente norteamericano Richard Nixon, tuvo un gran protagonismo el personaje conocido como Garganta Profunda. Era quien, oculto en la oscuridad de un garaje subterráneo, revelaba secretos a los periodistas de investigación del «Washington Post». Su personalidad no se conoció hasta que, hace unos años, cuando sabía que iba a morir de cáncer, decidió revelar al mundo su identidad. Esta peripecia política se traslada a las páginas de «Millennium», cuyo relato se inicia con la intervención de un «garganta profunda» que, al contrario que en el «caso Watergate», tiende una trampa al periodista de la revista para que elabore, con datos falsos, un reportaje que lo llevará a la cárcel. El éxito del periodismo de investigación, viene a decir Larsson, no es sino el de la autenticidad y la fiabilidad de las fuentes, de la calidad de la información de los «garganta profunda». De ahí que en la novela se haga una defensa explícita del derecho a no revelar las fuentes. Se critica el papel de la prensa en las sociedades actuales (este combate se decidirá en los medios de comunicación y no en la sala del tribunal. III.387), incluso el de sus profesionales: una de las protagonistas, de ideología progresista, no tiene inconveniente en pasar a dirigir un gran periódico conservador, el más soso, carca y machista de toda Suecia (III.85) porque eso significa un gran prestigio para su carrera. Se alude a la descontextualización de la información y a la manipulación de las imágenes, a la incompetencia de la prensa económica, se critica la prensa sensacionalista, que no duda en aceptar la información oficial que atribuye la autoría de unos crímenes a una banda de lesbianas sadomasoquistas asesinas en serie, porque ese es el tipo de información que vende. La manipulación de la opinión pública es también objeto de reflexión: si los socialistas quieren ir a la guerra con Dinamarca, yo tengo que explicar por qué se equivocan. Y si quieren evitar la guerra con Dinamarca yo tengo que explicar por qué se equivocan (III. 235), dice el redactor jefe de un periódico conservador. Pero hay también un elogio a aquellos profesionales que en ocasiones pagan con sus vidas la denuncia de las mafias del crimen y el sexo y una defensa cerrada de los periodistas de investigación, verdaderos agitadores de la conciencia social (mental weightlifters) a quienes el poder político ha calificado despectivamente como mucrakers (los que remueven el estiércol).