2 J. Morán

Fernando Suárez González (León, 1933) se considera «medio asturiano abundante». Pasó gran parte de su infancia justo en la línea que separa Asturias de León, en el alto de Pajares, donde su familia, los de Valgrande, levantó un hotel en 1927. Esta condición fronteriza ha sido también propia de su carrera pública, hasta tal punto que es el único caso de político presente en las Cortes «por cuatro cauces distintos: procurador por el Tercio Familiar, procurador como ministro, procurador designado por el Rey tras la muerte de Franco y diputado demócrata de AP por la provincia de Madrid». En aquellas Cortes franquistas se fajó como orador y «en 1968 perdió el Gobierno por primera vez una votación en las Cortes desde 1943». Fue cuando Fernando Suárez pidió la retirada de la subvención pública a la Universidad de Navarra, del Opus Dei. El paso por varias épocas le permitió también «ser el único español que ha votado contra dos leyes de Educación: la de Villar Palasí de 1971 y la de Maravall, con el PSOE». Nombrado ministro en marzo de 1975, vivió de cerca los últimos meses de Franco. «Estuvo lúcido hasta mediados de octubre; era un anciano, pero seguía pronunciando sus frases cortas y sentenciosas».

En aquella época Fernando Suárez promulgó la ley de huelga todavía hoy vigente en España en su mayor parte. «Después de que Franco hubiese pronunciado 80 discursos contra las huelgas como la causa de todos los males de la patria, le llevé el decreto ley y se lo expuse durante una hora. Cuando acabé, me dijo: "Ministro, contra la realidad no se puede ir ", y lo firmó». Suárez se opuso en Consejo de Ministros a las últimas cinco penas de muerte dictadas por Franco, y cuando el dictador enfermó supervisó su hospitalización en La Paz. «No hubo ensañamiento; no se le prolongó la vida y, si acaso, se puede discutir sobre la hora de la muerte, pues alguien pudo pensar que no se certificase el 19 de noviembre, sino el 20».

Tras la muerte de Franco, Torcuato Fernández-Miranda, ya presidente de las Cortes, lo llama: «"Quiero que estés en la ponencia de la ley de Reforma Política", me dijo, y agregó: "Si tú aceptas, estaréis en la comisión los que tú quieras, y si no aceptas, no lo tengo pensado"». Aquella frase era tan maravillosa como falsa, porque él lo tenía todo previsto y me propuso los nombres: «Primero, nadie que haya hecho la guerra; segundo, una señora, Belén Landáburu; tercero, un grande de España, Miguel Primo de Rivera; cuarto Noel Zapico, sindicalista (y aperturista asturiano); quinto, Olarte, del cabildo insular de Canarias, y tú».

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