¿Qué tienen en común dos series tan distintas en apariencia como Mad men y The company? Ambas ocupan un lugar de honor en el palmarés de las mejores propuestas televisivas de este siglo. Con permiso de The wire, claro está, que corre veloz para llevarse los laureles como la mejor de la historia con permiso a su vez de Los Soprano (por cierto, en Navidades costaba un triunfo hacerse con la primera temporada en DVD, tal fue la demanda de aficionados hambrientos). El mercado editorial no es ajeno a ese éxito y en el aluvión de novedades de papel (¿crisis? ¿qué crisis?) destacan dos títulos tan voluminosos como atractivos, aunque muy diferentes: la novela Lo mejor de la vida (Lumen), publicada en los años 50 con enorme éxito en EE UU y rescatada ahora para los lectores españoles por haber inspirado en buena medida Mad men, y The company, una historia sobre la CIA (Paidós), en la que se sostiene la excelente serie auspiciada por el gran Ridley Scott.

Rona Jaffe escribió Lo mejor de la vida a toda velocidad (cinco meses y poco) gracias a su incuestionable habilidad para la narración fluida y detallista, con diálogos que moldean muy bien a los personajes y abundancia de pinceladas que demuestran que la autora sabía muy bien de lo que escribía: no en vano ella misma fue una más de las secretarias que en aquella década prodigiosa intentaban ganarse la vida en las grises oficinas que, como la que acogía al desdichado Baxter de El apartamento, trituraban ilusiones a golpe de máquina de escribir. Al principio se lee la novela con cierta suspicacia. ¿Realmente se inspiró Mad men en ella para recrear la atmósfera y entresijos de una empresa de publicidad o es un simple truco publicitario? ¿Es la editorial especializada en basurilla de la novela la matriz de lo que vemos en la pequeña pantalla? Y la verdad es que sí: personajes, situaciones, frases, escenarios... La trama no, pero sí las raíces y parte del ramaje. ¿Y el espíritu? Bueno, eso es otra cosa. Lo mejor de la vida es una novela de saludable vigor narrativo y, a pesar de su voluminosa apariencia, ágil y entretenida (aunque las prisas impidieron a la autora pulirla un poco más para evitar reiteraciones y vueltas innecesarias a tuercas que ya no daban más de sí), y un mapa ilustrativo de los modos y modas de su época, pero el tiempo no pasa en vano y sus propuestas han quedado un tanto ajadas en cuanto a la mirada crítica que Jaffe pretende lanzar sobre sus personajes y circunstancias. Ajadas y un tanto rancias, todo lo contrario de lo que sucede con la serie, recorrida por corrientes de mordacidad y mala uva que no dejan títere con cabeza. Dicho de otra forma: mientras Mad men aporta una visión moderna y lúcida, Lo mejor de la vida se queda en una lucida pero algo desfasada crónica (con el encanto de las viejas películas corales que mostraban con ingenua solemnidad asuntos que hoy son lugar común) de un grupo de mujeres en una jungla de fieras alimentadas de codicia, celos y ambición sin límites. Acoso laboral, deseos de hogar, dulce hogar amores trágicos, mujercitas aplastadas por una sociedad que aún las ve como carne de decoración... Una obra inteligente y a la que se saca mucho partido lector.

The Company. Una historia de la CIA, de Robert Littell, enganchó a Ridley Scott, quien tiró la casa por la ventana para reclutar a Michael Keaton, Chris O'Donnell o Alfred Molina, y ofrecer un producto extremadamente cuidado, impecable técnicamente y con un argumento muy meditado para adentrarse en el laberinto propuesto por la novela. Más de mil páginas dedicadas a contar la historia de la agencia de inteligencia norteamericana desde sus comienzos hasta el final de la Guerra Fría. El punto de vista de Littell, bien armado con ironía, es que los agentes de la CIA no sólo combatían a enemigos extranjeros, sino que de vez en cuando también eran los malos con asesinatos, guerras clandestinas, secuestros y derrocamiento de gobiernos legítimos. Todo valía. ¿Todo vale? Littell, padre del autor de Las benévolas, se pone los guantes narrativos de Norman Mailer con golpes bajos más propios de Mario Puzo para ofrecer un combate explosivo con las sombras de la todopoderosa agencia, y de esa mezcla surge una saga que no desfallece a pesar de su larguísima extensión y de la cascada de información. Una novela que se maneja con soltura como obra de consulta para conocer mejor un mundo hermético y también como fresco histórico habitado por seres de carne y hueso, tan humanos que meten miedo.