Posada no es Calahorra, que parece «Guasintón» en la letra una jota muy exagerada, pero casi. No tiene obispo ni frontón, pero sí tres gasolineras, otros tantos grandes supermercados, consultorio médico permanente, residencia de ancianos, un centro de atención a personas con discapacidad, varias centenas de cabezas de ganado y «trece o catorce bares». Y una escuela que ha doblado el número de alumnos de Infantil desde hace cinco años y en total 924 habitantes al acabar 2009, cincuenta más que en 2008 y cerca de 180 de ganancia si la comparación retrocede hasta el primer año del milenio. Eso en la villa, pero Posada no es sólo Posada ni se concibe sin ampliar la vista hasta el alrededor rural en el que la forma deja a la vista el fondo. Reposa Posada en el centro del valle de Ardisana, haciendo gravitar en torno a él los cinco pueblos de su parroquia -1.681 personas en total-, y acomodada en un cruce de caminos cuya intersección ha decidido que este centro sea comercial. Por aquí, a los Picos de Europa; por allí, a Ribadesella o a Llanes; el emplazamiento ha decidido el destino comercial de la localidad y puede explicar por qué en la calle principal del pueblo, en realidad la AS-115 que lleva a Cabrales y a los Picos, apenas quedan locales vacíos y bulle incluso hoy, que no es viernes de mercado, que llueve casi sin parar y a ratos graniza.

No extraña que todo el paisaje urbano que hoy se llama Posada, y que en realidad no es Posada sino «La Vega», ni siquiera existiera todavía cuando aquí ya se celebraba un mercado semanal, ni que su crecimiento haya progresado a partir de la plaza de José Parres Piñera, la estatua del benefactor rodeada de plátanos en un espacio triangular que también fue sede del mercado antes de ser plaza. El comercio fundó Posada de la mano del diputado Parres Piñera y las pruebas siguen aquí. Hay quien las busca señalando los bares alineados hasta de tres en tres en la calle principal de la villa llanisca y quien recuerda que el mercado bullicioso de la villa ya no es de ganado, pero que sigue sirviendo como punto de encuentro y foro de relación social, que decir que «es viernes en Posada» todavía equivale por aquí al avance de un día intenso, inquieto y festivo.

La población actual es el ensanche urbano del núcleo rural original, ahora «Posada la vieja», y vive del comercio hoy como siempre desde el 19 de diciembre de 1862, el día del primer mercado en Posada. De momento, sobrevive. Los vecinos no han visto que la crisis haya dejado a la vista negocios cerrados y a cambio sostienen que alguna cadena de supermercados tiene aquí «el que más vende de toda Asturias en el mes de agosto y el más rentable en relación a la población circundante».

«Yo siempre digo que esto es un centro comercial con muchos propietarios», define Emilio Carrera, concejal del Ayuntamiento de Llanes y empresario maderero en esta población que ya es la segunda más habitada del municipio, que aspira a aglutinadora de la actividad económica y comercial en el Occidente del mayor concejo del Oriente. En ese recorrido, continúa Carrera, «nos dio vida el polígono industrial». Son 25.000 metros cuadrados distribuidos en cincuenta parcelas que apuntalan desde 2002 la tradición mercantil de la parroquia y dan forma a una oferta de trabajo suficiente para consolidar Posada como el destino del primer paso que se da en el valle cuando se decide abandonar la aldea. De ejemplo se pone el Don Orione, un centro de apoyo a personas con discapacidad que ocupa un gran edificio al sur de la villa y que emplea hoy a 83 personas donde hace diez años trabajaban cuarenta. Este volumen de actividad ha puesto al centro entre las empresas más grandes de toda la comarca -«puede que en Llanes sólo nos supere el Ayuntamiento», dice su director, Teófilo Calvo-, pero además comparte Posada con una gasolinera de más de treinta empleados, con la residencia de ancianos Sierra del Cuera o con todo el pequeño comercio que precisamente por su tamaño ha superado algunas de las batallas contra la crisis. «Ganando menos, pero aguantando el chaparrón», enlaza el director del Don Orione. Juan Antonio Ruenes, ganadero, no quiere dejar atrás las al menos seiscientas reses que producen carne y leche en el entorno de Posada, entre ellas las explotaciones más pujantes del concejo pese al retroceso que no sólo aquí tira del campo hacia atrás.

«Falta el Ayuntamiento, todos los demás servicios los tenemos». Rafael Somoano, el alcalde pedáneo, confirma el retrato de su pueblo como prototipo de villa magnética para el entorno rural que la circunda, porque de esta localidad siempre ha dicho el saber popular que «tiene mucha caída». Para saber de dónde viene la población que ha ganado Posada en la última década, sigue Somoano, «habría que comprobar que buena parte de ella la han perdido los pueblos del entorno», porque la inmigración, que ha crecido y contiene la otra posible explicación, «no se ha incrementado aquí tanto como en Llanes».

«Es que estamos muy bien comunicados», confirma Juan Antonio Ruenes, que puede probar toda la oferta en una sola mañana de verano. Sube y baja en bicicleta de los lagos de Covadonga y se baña en la playa, en una de las cinco que Posada tiene en un radio de tres kilómetros y que son, apostilla Carrera, «las mejores de la zona», San Antolín, Torimbia o Toranda, entre ellas. De ahí emerge la otra dimensión reciente de la Posada turística, la que también aprovecha la situación, «cerca de todo», y las hechuras de una villa «tranquila, cómoda y acogedora», retrata Rafael Somoano. La conjura de ese atractivo con el estallido urbanístico de este siglo ha ensanchado las perspectivas del pueblo hasta configurar un mercado de segunda residencia recientemente frenado por las dificultades del sector que, también aquí, sufre peor por la crisis. «Se nota en la construcción», confirman de palabra Emilio Carrera y de obra el triste esqueleto de una urbanización paralizada en Bricia por la quiebra de la constructora que ensucia el horizonte. «Hay paro, porque se ve, a lo mejor no tanto como en otras zonas, pero hay y sobre todo en la construcción», confirma el concejal retrocediendo con la memoria hasta aquel bosque de grúas que también aquí creció con el boom inmobiliario de comienzos de siglo. Posada abonó esos cultivos con unos precios muy inferiores a los de Llanes, pero eso ha terminado y en Posada, hoy, «únicamente hay en proceso dos promociones».

Los que llegaron hasta aquí atraídos por la vivienda nueva han hecho que ahora «tal vez falte un poco de cohesión social», diagnostica Teófilo Calvo, pero a cambio han revitalizado la villa también para la fiesta. La procesión de La Candelera acaba de ser recuperada después de cuarenta años y se acercan los carnavales, «probablemente los mejores de Asturias en relación con la población», dice Ruenes. Y el tercer domingo de agosto volverá la Feria del Campo, «que se hace sola», igual que las fiestas «de los seis pueblos de la parroquia, porque todos tienen la suya».

Rural y urbana

El emplazamiento de Posada en medio de una encrucijada de caminos tiene también sus inconvenientes. Hay vecinos que sacarían el intenso tráfico del centro de la villa, atravesada por la carretera AS-115 que conduce a Cabrales y los Picos. La opción ideal sería «una circunvalación o una salida paralela», afirma Emilio Carrera, que fuese a salir, por ejemplo a la zona del polígono industrial, en Bricia.

Para hacer más fuerte la tradición comercial de Posada, ya está en proyecto un recinto ferial multiusos muy necesario para la parroquia. Está disponible el terreno, en el centro del pueblo, junto al consultorio médico, pero falta el compromiso para una parte de la financiación, la que corresponde a la Consejería de Medio Rural.

El alcalde, Rafael Somoano, pide «equiparar muchos servicios» con los que tiene Llanes y cita una mayor presencia de la Policía Local y una mejora de la limpieza, porque «Posada ha crecido muchísimo y casi seguimos con el mismo barrendero de toda la vida». El objetivo, afirma Emilio Carrera, es retirar los contenedores e ir al «cubeo», aunque aquí el problema también es de financiación. A cambio, enlaza, «el gas ya está metido y la red de fibra óptica llegará entre junio y julio.

Ahora lo tienen Bricia y La Vega -la parte urbana de lo que hoy se llama Posada- y los vecinos aspiran a que se extienda a toda la parroquia, sobre todo para atender las necesidades muy específicas que en este ámbito tienen las explotaciones ganaderas.

El progreso y la extensión de Posada han hecho que sea, «después de Llanes, la localidad del concejo con más prestaciones», afirma Emilio Carrera. Hay quien desde ahí ha dado el paso a pensar en algún momento en su entidad como posible titular de un ayuntamiento propio, aunque ahora que el movimiento va en sentido contrario, la propuesta de atomizar más la Administración local introduce en un debate «irreal», concluye Carrera.