Cuando Casal decidió venir a Oviedo en 1716, una pequeña ciudad en el tenebroso norte, ya vivía allí el padre Feijoo. La conjunción de estos dos sabios ilustrados durante varios años y la breve estancia del padre Sarmiento convirtieron a esta ciudad de no más de 6.500 habitantes en la Atenas de España, en palabras de Marañón. Casal era un médico trabajador, reflexivo, buen observador y con grandes dotes de escritor. Nos dice en su único y famoso libro, «Historia natural y médica del Principado de Asturias», que una epidemia de ictericia flava en 1719 afectó a uno de cada diez habitantes: «No venía acompañada de otros síntomas que los regulares y ordinarios, y se curaba con los remedios triviales y conocidos en menos de cuatros semanas». Lo atribuye a los vientos australes que soplaron ese año y las raras alteraciones del clima.

No sé qué serían los síntomas regulares, pero por su carácter epidémico y curso natural me atrevo a pensar que se trató de una hepatitis A. Aunque Casal tiene bien ganada fama de observador, es muchas veces difícil saber qué enfermedad describe porque uno ve lo que sabe. Si él supiera, como sabemos ahora, las causas y manifestaciones clínicas de las diferentes ictericias, buscaría esos signos, síntomas y circunstancias y su descripción nos conduciría al diagnóstico que hoy le damos. También nosotros estamos atrapados por la mirada sesgada del saber actual.

Las hepatitis son inflamaciones del hígado. A veces el hígado se infiltra con grasa, casi siempre por exceso de peso o por consumo de alcohol. Se produce una inflamación que se encuentra casualmente cuando se hace análisis porque no produce clínica. Tienen un buen pronóstico, sobre todo si adelgaza y deja el alcohol. Unas pocas degeneran en cirrosis.

Las inflamaciones por hepatitis infecciosas sí producen clínica, las más frecuentes son las que causan los virus A, B y C. Pienso que era hepatitis A porque sería rara una epidemia de B o C, aunque las hemos vivido con el uso masivo de drogas parenterales al final del siglo pasado. Estas dos clases de virus se transmiten fundamentalmente por sangre: cuando la sangre infectada contamina la sangre del huésped. La B también se transmite por el semen, de ahí que sea una infección de transmisión sexual y haya sido un problema importante, antes de que hubiera vacuna, entre las personas con muchas parejas sexuales.

Creo que en tiempos de Casal había poca hepatitis A. Lo supongo porque las condiciones higiénicas eran malas. El virus de la hepatitis A se contagia feco-oralmente: si las heces, o restos de ellas, de un paciente enfermo contaminan la comida, el agua, o simplemente por contacto directo. Es de suponer que la calidad del agua de bebida era dudosa en tiempos de Casal. Si había hepatitis A, había virus en el agua de bebida y los niños se contagiarían pronto. A esas edades la infección cursa sin enfermedad: ellos devolverían más virus al agua que facilitaría el contagio de otros niños aún no inmunizados. Ocurre lo mismo con la polio: los virus se expulsan con las heces, los bebés se contagian y no enferman, pero los adultos pueden morir de encefalitis, y los niños algo mayores sufrir la parálisis infantil.

En los años 50 del siglo pasado empezaron a mejorar las condiciones higiénicas en España. Algunos bebés se libraban de contraer la hepatitis A. Pero todavía había muchos virus circulando por el agua, de manera que era difícil que se escaparan de la infección. Cuando la sufrían a los 8 o 10 años se manifestaba con ictericia franca. Inmediatamente el médico le mandaba reposo en cama al menos un mes y le pedía a la madre que apartara sus platos y cubiertos del resto. Nada se decía del cuidado con las deposiciones.

La hepatitis A es una enfermedad benigna para la que no hay tratamiento. La mayoría de los adultos que hoy tienen más de 50 años están inmunizados, pero no tanto los más jóvenes. No tienen riesgo porque apenas circula el virus y las aguas están higienizadas. El problema es si viajan a lugares endémicos: si no tienen cuidado con la comida puede enfermar. Hay una vacuna, que como es lógico no está en el calendario vacunal porque esta hepatitis no es, en España, un problema de salud pública.

La hepatitis es conocida desde la antigüedad y se tiene documentación de epidemias de ictericia en el siglo XVIII, sobre todo acompañando a movimientos de tropas en guerras. Posiblemente porque los adultos entraran en contacto con poblaciones que la sufrían endémicamente agravado por las condiciones sanitarias en esas situaciones.

Lo contrario supongo que pasó en Oviedo entonces: se importó el virus que encontró un lugar adecuado para multiplicarse en una población no inmunizada, de manera que en poco tiempo, dadas las pobres condiciones higiénicas, el contagió se extendió y muchos enfermaron. Es sólo una hipótesis.