Lo he comentado varias veces: se va demasiado al médico y eso no es bueno. Pero, claro, tampoco sería bueno que no se fuera, porque la medicina puede ayudar y mucho. El problema es que cuando no ayuda, como es tan difícil abstenerse de actuar, las manipulaciones, sean para diagnosticar o para, ilusoriamente, tratar, pueden causar más mal que bien ¡Si supiéramos con certeza cuándo el sistema sanitario puede hacer algo por nosotros?! En realidad, no hay que ser tan estricto y restringir las visitas únicamente a los problemas para los que hay soluciones. Es verdad que en muchos casos no sabemos cómo tratar o si el tratamiento es de alguna utilidad. Esto no quiere decir que compartir con el paciente estas dudas y el conocimiento que pueda tener sobre la enfermedad no tengan un valor, incluso terapéutico. Uno convive mejor con su problema si lo entiende, si sabe en qué puede resultar. Y eso sí que podemos decirlo de muchos males.

Ir al médico en exceso sobrecarga las consultas, dificulta la atención a los que lo necesitan, incrementa el gasto evitable y puede producir algún daño por tratamientos innecesarios. No ir al médico cuando se necesita o en el momento que se necesita puede tener consecuencias desastrosas. En algunas enfermedades, pocas, el éxito terapéutico depende de la prontitud en su administración. Donde ahora se concentra el esfuerzo para lograr rapidez en el diagnóstico y el tratamiento es en dos enfermedades cardiovasculares: infarto de miocardio y lo que comúnmente llamamos «embolia» que el sistema sanitario prefiere llamar ictus.

Los síntomas de alarma de infarto de miocardio son bien conocidos: dolor opresivo en el pecho que dura varios minutos, no como un pinchazo y que lo más normal es que se produzca sin causa que lo precipite, al contrario que la angina que lo provoca el esfuerzo. Ante una situación así es importante que llame al 112 para que los profesionales que lo atienden decidan qué hacer. La asistencia urgente puede modificar el pronóstico. En los casos más graves el infarto puede producir trastornos potencialmente mortales que una atención especializada puede evitar. Y siempre, o casi siempre, hay dos intervenciones que modifican el pronóstico: una aspirina lo más pronto posible y la revascularización de la arteria obstruida en las primeras horas. Estas dos intervenciones junto con algunos medicamentos para mejorar la funcionalidad cardiaca y el control de los factores de riesgo han conseguido disminuir la mortalidad coronaria de manera espectacular. De manera que no hay que ir mucho al médico pero si nota en el pecho un dolor que no siempre es muy intenso, como una opresión o desgarro con una sensación de gravedad, que puede irradiar a los brazos, más el izquierdo, o la espalda, con nauseas o vómitos, no lo dude: llame al 112. Puede ser un dolor muscular, o causado por el esófago u otra cosa, pero ante la duda, mejor llamar.

Si uno tuviera que decir que órganos son los más importantes es fácil que elija corazón y cerebro. La verdad es que no se puede vivir sin pulmones ni hígado, ni médula ósea, nos pueden alimentar por las venas se sobrevive sin riñones e incluso con electroencefalograma plano, pero eso no es vivir. El daño por infarto o hemorragia cerebral es una causa importante de muerte e invalidez que se puede prevenir. También aquí la atención inmediata modifica el pronóstico.

Los signos y síntomas de ictus son más complejos y sutiles que los de infarto, conocerlos es más difícil. Lo más evidente es cuando de repente se pierde la capacidad para mover total o parcialmente una mitad del cuerpo, o simplemente un miembro. Otras veces lo que nota es una repentina modificación de la sensibilidad, como hormigueos. También son bastante fáciles de reconocer los trastornos del lenguaje que aparecen bruscamente, bien que no se puede expresar o lo hace mal o que no entiende. La visión es otra función que se puede afectar. Ya más inespecífico puede ser que se desorienta o pierda el equilibrio inopinadamente o incluso un mareo. Hace unos años el sistema sanitario prácticamente sólo podía evitar males mayores en algunos casos de hemorragia, que suelen presentarse con dolor de cabeza brusco y muy intenso. Los neurocirujanos podían operar y cortar la hemorragia. Pero nada se hacía en los infartos, que son la mayoría, excepto rehabilitación. Hoy, lo mismo que en el infarto de miocardio, se puede revascularizar el vaso cerrado si se hace a las pocas horas de que se obstruya. De ahí la importancia de la atención precoz. De manera que no dude en llamar al 112 si nota una súbita perdida de fuerza o sensibilidad, o que habla o se entiende mal.

Algunas enfermedades cardiovasculares graves pueden serlo menos si se tratan pronto. Lo mejor es no tenerlas: no fume, haga ejercicio regular y conserve el peso, controle su tensión y su colesterol y si bebe hágalo moderadamente.

Es más que probable que si a cualquiera de nosotros alguien nos preguntara que es lo que más deseábamos en este momento, la respuesta inmediata fuera que determinadas personas nos quisieran mucho y tener infinidad de dinero para conseguir un sinfín de cosas materiales. Porque, en definitiva, lo que deseamos es sentirnos protegidos, queridos, ricos, formar parte de una familia, tener éxito? Ahora bien, nuestro error radica en creer que son los demás y ese montón de cosas materiales los que nos hacen felices. Piensen por un momento ¿de donde surge esa sensación de bienestar que se experimenta? ¿No está, acaso, dentro de cada uno de nosotros? Señoras y señores, nadie, absolutamente nadie, puede darnos un sentimiento. Y si no, por unos momentos, piensen en la sensación que se siente al observar el colorido de un atardecer, la belleza de la Luna, la complejidad de una flor, el esplendor de las montañas, el sonido del agua que se precipita alegremente por una cascada? No nos dan nada tangible y, sin embargo, experimentamos mucha dicha. Y es así, sencillamente, porque son nuestros sentimientos; o sea que nosotros mismos los producimos.

Los bienes materiales y la persona, o personas que están a nuestro lado, son un regalo maravilloso que nos ayuda con todo esto. Pero el tema no pasa de ahí. El sentimiento es una riqueza natural y propia. Todos poseemos ese tesoro. Tenemos la absoluta opción de pensar o sentir lo que nos venga en gana. Es nuestro precioso patrimonio. La alegría, la felicidad, es un estado de conciencia; o sea, un estado mental. Qué duda cabe que la percepción de la vida será diferente cuando nos demos cuenta que nuestros sentimientos siempre nos van a pertenecer, que no existe ninguno que alguien nos pueda dar o quitar. Cada persona es como un rey en su propia mente y tiene absoluta potestad sobre ella. Otorgar a los demás, o a las cosas materiales, el poder de hacerse sentir bien o mal es menospreciar esa gran capacidad natural con la que todos venimos a este planeta Tierra. Además, si asumimos la responsabilidad sobre nuestro bienestar, dejaremos de hacernos las víctimas, ya que tendremos menos oportunidades para reprochar a los demás nuestras desgracias.

De ahí que sea tan importante conocer las preferencias y prioridades, lo que realmente a uno le hace feliz, tratando de vivir, el mayor tiempo posible, con una actitud mental positiva.