2 Javier Blanco

No es la primera vez que asoma por aquí algún tipo de reflexión sobre las «musiquillas» de los móviles, un gran negocio éste de los politonos reconvertidos en canciones. Ahora funcionan mucho «Telephone», de Lady Gaga y Beyoncé, «Black eyed peas» (la tal «I gotta feeling», que se oye en cualquier registro que tenga que ver con promociones) y hasta entra en la danza «polifónica» el dúo Alejandro Sanz y Alicia Keys, con «Looking for paradise». Son cuatro ejemplos, es decir, apenas una referencia del universo sonoro de los móviles.

Hay miles, seguramente millones, que tiene que ver con la actualidad absoluta. Es decir, muchos casos de «politonear» con piezas de «usar y tirar», esas canciones que son toda una explosión durante semanas (a veces meses) y que, de pronto, se apagan, desaparecen, se esfuman. En realidad el móvil es la nueva radio comercial, que también transporta miles de canciones de usar y tirar. Nada nuevo bajo el sol (que decía, entre otros, Sting). Ese tipo de movimientos de la canción efímera siempre ha existido en diversos formatos o, si se quiere, disciplinas: léase (o escúchese) «Las canciones de verano», las de Navidades o las de las salas de espera (dentistas, ginecólogos, peluquerías?); cómo no, las de ascensores y otros medios de transporte. Movimientos sonoros de usar y tirar disfrazados de música de temporada o de ambiente (inclúyase aquí una buena porción de la llamada música new age).

Ahora bien, la radio, si le apetece a la emisora de turno, tiene capacidad para mantener este tipo de piezas el tiempo preciso, hasta que logren «oros», «platinos» y hasta «pepinazos de ventas».

En todo caso, móviles, radio o televisión y cine, estamos ante sistemas de promoción de gran impacto. Otra cosa es saber a esta alturas de la película quién promociona más: si una emisora tipo radiofórmula, un anuncio en televisión, una sintonía de un programa (de radio o televisión) o una triunfal pieza de una película frente al politono cantarín de los móviles. Viene a cuento la vieja pregunta ¿el huevo a lo gallina? Hay serias dudas. En una impresión nada científica, sí parece que televisiones y emisoras de radio sigan siendo la gran catapulta. Desde el sector así lo dicen; o, mejor, dicen que el móvil es un gran elemento para alargar el negocio de venta de música, ya que ahora los discos de formato clásico no se comen un rosco. Desde otra óptica sí que parece que el móvil y sus musiquillas tengan una gran capacidad para captar consumidores: o sea, una gran capacidad para la promoción. Sea lo que fuere nadie duda ya (faltaría más) de que la musiquilla del móvil es un «miembro importante en la cadena de la industria musical».

Tiene además un nítido componente sociológico; en realidad es un gran chivato. Si el interesado en aquel ser humano escucha de pronto una llamada con su musiquilla correspondiente le sirve para averiguar si prosigue el acercamiento o cambia de táctica. Porque no es lo mismo que suenen algunas de las piezas momentáneas anteriormente citadas (habrá que sumar «Tik Tok», De Kesha, la afortunada pieza que tuvo el honor de sonar en la cabecera de los Simpson quitando la habitual sintonía por primera vez en veinte años) que una de Manolo Escobar, Julio Iglesias o Bunbury, por citar cosechas diferentes. Como no es lo mismo que salga a la palestra una de Janis Joplin, Dylan o «Buffalo Springfield», grupo éste de folk rock que se reanimó entre las nuevas generaciones gracias precisamente a un anuncio de TV en los años noventa. Como no es lo mismo que se escuche todo lo citado líneas atrás a algún «tramo» célebre, celebrado y aplaudido de alguna obra clásica. Días atrás le sonó el móvil a un conocido músico de jazz. La pieza interrumpió (gratamente) la conversación. Para relajar fue el propio interesado el que dijo con ironía: «Se nota que soy músico de jazz». De su móvil salía una melodía tocada por Charlie Parker.

Por la música de los móviles se imagina fácilmente por dónde respira el ser humano al que se aspira a conocer. Y, efectivamente, es muy posible que al oír la llamada entrante con la musiquilla correspondiente el interesado o interesada salga echando chispas del lugar.

No se puede olvidar el otro mundo que asoma en las llamadas entrantes, el de los sonidos, ruidos, coñas himnos y demás elementos de aviso. En el mundo himnos dominan la escena los de los equipos de fútbol, aunque también están a buena altura los patrióticos y folclóricos. Los primeros más que la personalidad desvelan tendencias futboleras. Por un himno se puede saber si ese señor o señora es amante del fútbol «tilindrín» o del fútbol de verdad, el directo, el de la pegada (lo mismo averiguan por este artículo, sin necesidad de musiquilla de móvil, la tendencia balompédica del que escribe).

Y claro nos quedan los sonidos sin más. Hay de todo: señales morse, motores de F1, voces que dan el nombre del propietario, lavadoras, tragaperras, escenas de películas o guarradas varias, por citar algunos en un mundo infinito.

En cualquier caso: ¡Por el móvil los conoceréis!