-¿A qué hora se vacía el puerto?

El veterano llastrín, décadas y décadas en la mar, se sorprende sacando al turista de su error, respondiéndole que la bahía de Lastres solamente se va por el sumidero en la cabecera de «Doctor Mateo», que fuera de la tele no suele pasar. En unos pocos planos, esta secuencia insólita sacada de la nueva realidad de un pueblo televisado ha retratado sin querer el comienzo del siglo XXI en Lastres. La villa marinera, fachada eterna con vistas al Cantábrico, se resiste a dejar que la mar se le vaya por el desagüe sin pelear por seguir haciéndola rentable, pero explora a la vez, y por si acaso, alternativas para amortiguar el declinar de la pesca, «iniciativas motrices» capaces de impulsar el turismo hacia el primer plano. Y es el momento ahora, proponen aquí, porque la campaña de publicidad la pone Antena 3 todas las semanas. En este puerto pesquero movido a fuerza de golpes de mar, y que sabe por eso «muchísimo de crisis», en plural, la primera década del milenio ha empujado la población por debajo del millar de habitantes y ha invitado a repensar el futuro examinando caminos nuevos. Ya estaban aquí el turismo y la hostelería, sí, pero apartándolos también se ven otras formas de mirar al océano: aquí una empresa que quiere cultivar y comercializar algas, más allá el proyecto de una escuela de náutica y mecánica naval...

El escaparate de la televisión sólo ha confirmado todas las expectativas sobre la potencialidad turística de este pueblo que trepa colina arriba desde el Cantábrico y que tiene vistas al mar hasta desde las ventanas de los sótanos. Pero aunque se hayan vuelto habituales las cámaras de fotos y las lenguas extranjeras por los estrechos recodos de Lastres, el pueblo no va a poder dar la espalda al agua. No querrá. No por mucho que huyan los peces, no aunque la sardina se pague hoy «al mismo precio que en los años cincuenta y sesenta», se oye la amargura en la queja de algún vecino. Es el apego a las mareas y el dolor de la pérdida, viene a decir Pedro Busta, un marinero como tantos que aquí empezó en la pesca con 13 años, se jubiló a los 55 después de madrugones, galernas y tempestades a bordo del «Santuario de la Barquera» y que nada más alcanzar el retiro se compró una lancha para poder seguir saliendo a pescar. Hay algo en el agua salada que «se lleva dentro» y no sale, habla él por la boca de casi cualquiera en este lugar que ya no tiene fábricas de conservas ni ha podido presumir nunca de ganaderías ni tierras de labor ni se ha fabricado industrias auxiliares... «El motor ha sido siempre la mar, de ella han vivido siempre casi en exclusiva los llastrinos», define José Francisco Cima, empresario de otras redes, con portal de internet sobre la comarca -«buscolu.com»- y 98 webcams repartidas por toda Asturias. Pero poco a poco eso ha ido pasando a la historia, porque «el declive de todo lo que hace referencia a la pesca» lleva al menos dos décadas haciéndose evidente en Lastres, le acompaña Faustino Martínez, director del Coro «Manín».

De ahí la calificación del momento clave, de ahí la búsqueda de alternativas que no dejen de lado el manantial de la riqueza histórica del pueblo. La cofradía de pescadores más pujante del Oriente, «la cuarta o quinta de Asturias» al decir de su patrón mayor, Jesús Menéndez, resiste en Lastres con catorce embarcaciones y más de medio centenar de socios. Ni son los 270 del pasado esplendoroso del pueblo completamente volcado hacia su mar ni mucho menos aseguran el futuro. Menéndez defiende que la pesca «puede seguir siendo rentable y duradera en Lastres», pero hay un problema extensible a toda la costa cantábrica, esa política pesquera «incorrecta» que no protege la pesca artesanal, y otros peculiares de este lugar donde se lamenta «la desgracia histórica de tener el Ayuntamiento a cinco kilómetros del puerto. No tendríamos tantos problemas si estuviésemos en Ribadesella, Cudillero o Luarca», concluye Menéndez, para quien Colunga se preocupa poco por entender que «el único polígono industrial del concejo es el puerto de Lastres». Cada vez hay menos espacio para la pesca, sigue el patrón mayor, incluso físicamente, porque la competencia de los barcos deportivos va consiguiendo que «apenas quede sitio ya para el amarre de embarcaciones profesionales».

«Fíu, la mar, lo último»

Por no hablar del descrédito del esfuerzo y de las múltiples alternativas más cómodas que la pesca que también encuentran los jóvenes de aquí, los que quedan en Lastres. «Fíu, la mar, lo último», dicen que se se ha oído siempre aquí. Detrás de la admonición de padres a hijos y de la preferencia por la tierra firme, hay muchas galernas y muy pocos veranos y vacaciones, «mucha gente que ha perdido a padres y hermanos... La vida en la mar es muy dura, muy insegura», confirma la experiencia de Faustino Martínez, hijo de pescadores. Hace tiempo que cuesta encontrar marineros dispuestos a madrugar y jugársela en un sector que emplea a cada vez más inmigrantes.

La alternativa está a la vista. Especialmente ahora que un lunes cualquiera se oye hablar alemán por las callejuelas estrechas de la villa y que por Lastres se pregunta a diario por la casa del doctor Mateo y que «la taberna de Tom» a veces decepciona al visitante, que comprueba que dentro no hay bar, que la tasca es un patio vacío a este lado de la realidad. Como la Nerja de «Verano azul» en los ochenta, pero sin llegar al Hawaii de «Perdidos», el San Martín del Sella de «Doctor Mateo» ha puesto los valores que ya tenía en un escaparate líder de audiencia y está más cerca de Lastres desde que los protagonistas no dicen «pisín» en lugar de «pixín». Ya era éste un pueblo «arranchadín», como definen aquí el orden y la belleza, y ya tenía «fortalezas potenciales» para venderse en las agencias de viajes, pero es ahora cuando con más intensidad afrontan el momento oportuno para «ir desarrollándose». Lastres, sus calles en cuesta rellenas de leyendas de piratas, corsarios y balleneros, ha sido siempre un lugar «guapo y típico y lleno de historia y monumentos», enumera Faustino Martínez. «La bahía es preciosa y además están ese Sueve, esa perspectiva... La autopista nos ha puesto a aproximadamente media hora del corazón de Asturias... Hay mucha gente que desde este este "boom" publicitario nos dice que no conocía este pueblín, porque estaba fuera de la ruta».

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Inclinado hacia la mar

En el anfiteatro de Lastres, la geografía «nos asfixia» y la hoja de reclamaciones empieza pidiendo que la Administración «se vuelque en la búsqueda de fórmulas para habilitar un aparcamiento que no agreda el entorno». A la solicitud de Eutimio Busta se suma Faustino Martínez, persuadido también de que aquí «no hay donde aparcar y a veces se benefician los pueblos de al lado».

En la de El Escañu, junto al puerto, se localiza otra de las demandas vinculadas a los reclamos turísticos de Lastres. Necesita «que se adecente, se explane y se haga más acogedora», apunta Martínez, porque «la tenemos abandonada».

La orografía vuelve a ser el inconveniente cuando el análisis llega a la oferta inmobiliaria de Lastres. En la pelea por buscar actividad que fije población hay un obstáculo en que «no hay mucha vivienda», afirma José Francisco Cima, ni demasiado sitio donde hacerla ni, al final y por la escasez de oferta, precios asequibles en el alquiler o la venta.

«Villaviciosa se nos adelantó», protesta Cima, en la construcción de un polígono industrial en la rasa costera, y como quiera que el concejo de Colunga no tiene ninguno, pasó la oportunidad de compartirlo con los vecinos o de, tal como se planteó, utilizar una ubicación poco agresiva para el entorno cerca de la autovía.

Para enseñarse al visitante, la villa pide una oficina desde donde promocionarse, a ser posible una que abra más de «tres días en Semana Santa y dos meses en verano», apunta Celia Rodríguez con el retrato de la situación actual. «Tenemos que ir a Colunga a buscar los planos con la ruta de "Doctor Mateo"», continúa, y en el pueblo se echa en falta alguna señalización del itinerario que sigue los escenarios de la serie.

Cuando la población envejece, el sector que crece reclama atención. Una residencia de ancianos en Lastres es una solicitud que, al decir de algún vecino, se escucha en el pueblo desde al menos «seis años».