Hay una tendencia lógica y saludable, desde el punto de vista de la supervivencia, a conservar la energía; también estamos predispuestos a acumularla para los momentos difíciles. De ahí la inclinación al sedentarismo y la obesidad. Es la plaga del siglo XXI. Al mismo tiempo, el ser humano, y muchos animales, encuentran placer en el juego, quizá porque es una forma de entrenamiento para afrontar situaciones difíciles. El juego en los animales es más físico, en los seres humanos físico e intelectual. Posiblemente ya se jugara a los dados en la Prehistoria usando las tabas. Y quién sabe si había concursos de caza, carreras, levantamiento y lanzamiento de objetos. Ganar así es una forma de demostrar poderío, de imponerse como macho alfa si tener que matar o herir. Probablemente no todos los hombres participaran, quizá sólo los que experimentaran que tenían opciones o una voluntad grande. En eso, si fuera así, no se diferencia de lo que ocurre hoy. Pocos participan en los deportes. Pero entonces todos tenían que moverse para conseguir comida y refugio. Y todos pasaban por épocas de hambre, por lo que les convenía guardar para entonces. Ahora, en nuestro mundo occidental pocos pasan hambre. Los hay.

La sociedad de consumo tiene muchos defectos. Pero nadie le negará el estímulo para crear objetos que respondan a las necesidades ¿qué se puede hacer para que los perezosos hagan ejercicio sin moverse? Inventaron las plataformas vibratorias. La cuestión es: consiguen el propósito.

Quizá la mejor investigación realizada hasta la fecha sobre sus efectos sea la que hicieron con ratas de laboratorio. Las sometieron a 30 minutos de ejercicio cinco veces a la semana durante 12 semanas, una proporción importante de su vida, y compararon una serie de parámetros con otras ratas de su misma clase y edad que hicieron vida normal. Para evitar errores de selección, la asignación a cada grupo se hizo al azar. Y sacrificaron a un tercer grupo, también elegido al azar, antes de empezar el experimento. El resultado fue que las ratas que se sometían a la plataforma pesaron menos al final del experimento porque tenían un 20% menos de grasa. Además la concentración de la hormona leptina, que se fabrica en la grasa, era más baja. Algunos estudios la asocian a enfermedad cardiovascular. Es la hormona de la saciedad la que avisa al cerebro de que el cuerpo está bien servido y que casi nunca la hacemos caso, la hormona ninguneada y preterida. Sin embargo, no comían más, ni menos, las ratas de la plataforma al compararlas con las otras. Otros resultados fueron menos interesantes: no aumentó la masa ósea ni la muscular. Un aspecto importante del estudio es que las ratas del experimento no sufrieron, o aparentemente no sufrieron, estrés: tenían un comportamiento normal y su aspecto, calidad del manto cutáneo, era normal.

También hay experimentos en los que participan seres humanos. No son de gran calidad en cuanto a número, tiempo de estudio y otros parámetros. Con esas reservas, parece que la plataforma vibratoria incrementa el consumo de oxígeno y la frecuencia cardiaca de forma similar a la que lo haría el caminar a ritmo ligero, en algunos casos mejora la fuerza muscular y puede ayudar a controlar la glucemia en diabéticos.

No hay duda: cada día aparecen nuevas pruebas, de que hacer ejercicio es saludable. Creo que lo sabe todo el mundo, sin embargo son demasiados los que no lo hacen. Unas veces es por pereza, otras por falta de tiempo y muchas porque no apetece o simplemente no gusta. No está mal buscar alternativas.

Las plataformas vibratorias pueden ser una de ellas, aunque yo no tengo suficiente información como para aconsejarlas o desaconsejarlas. El mecanismo de acción parece posible: el movimiento produce una respuesta refleja del grupo muscular distendido que se traduce en una contracción. Son contracciones pequeñas y repetidas. En ese aspecto, las experiencia dice que lo mejor es hacer entre 30 y 40 por minuto (30 a 40 hercios) y que más no es mejor y menos apenas produce efectos. La otra cuestión es cuánto desplazamiento en cada vibración. En eso no hay tanto acuerdo, es cuestión de milímetros, entre 2 y 6 por ejemplo. Algunos recomiendan empezar con poco desplazamiento e ir incrementando.

Los estudios que asocian ejercicio con mayor resistencia cardiovascular examinaron el ejercicio aeróbico tipo andar, correr, bailar. Es difícil equiparar esta forma de moverse con la que ocurre en las plataformas. Parece ser que la respuesta cardiaca, medida por la frecuencia, se corresponde con ejercicio aeróbico moderado. Pero es difícil de saber si es así. Creo que lo mejor sigue siendo el ejercicio clásico, aprovechar cada oportunidad para andar, subir escaleras, moverse. Marañón presumía de ser un trapero del tiempo porque aprovechaba los retales: Hay que ser un trapero del tiempo para hacer ejercicio.