2 Tino Pertierra

Hay quien asocia la Wii a dar raquetazos, jugar a los bolos o ser golfista de salón. Diversión en grupo para ejercitar músculo y hacer vida social sin salir de casa. Está bien, pero hay más. Menos mal que títulos como Monster Hunter Tri ponen las cosas en su sitio. Vaya juegazo. Y, encima, con un modo on line gratuito Bien, Nintendo, bien. Partimos de la nada: el héroe (al que podremos personalizar en su aspecto como nos dé la irreal gana) tendrá que ganar a pulso lo que necesita para sobrevivir. Salvo la ropa y un poco de dinerito con el que arrancar, todo lo demás cuesta. Cazar monstruos no está al alcance de cualquiera. Hay que ser paciente: al principio no hay misiones que cumplir porque primero hay que hacerse con la mecánica del juego. Después, cada victoria (o bien una exploración de campo, siempre a nuestro servicio) permitirá conseguir un objeto que podrá ser vendido o usado para obtener armas o armaduras gracias a un artesano que, como el resto de aldeanos, sólo nos aceptará como héroes cuando se lo demostremos con hechos, no con palabrería.

Las misiones se dividen en tres: caza, recolección y captura, todas con puntos secundarios que aumenten nuestras capacidades. Para no llamarnos a engaño, antes se nos advierte del grado de complejidad de cada reto, y si vemos que nos sobrepasa, podemos suspenderla yendo a dormir. Lo importante es que la misión quede exprimida al máximo y en el menor tiempo posible. Los impacientes lo tienen crudo: hay unas 200 misiones que llevar a cabo. Sí, has leído bien. Cuanto más avancemos, más y mejores armas tendremos, y más y mejores habilidades atesoraremos. Comprar unas u otras es cosa nuestra. Cuantos más puntos tengamos, mejor rango. Así es la vida.

Que sean monstruos no quiere decir que sean bobos. Todo lo contrario: saben pelear y sacar provecho a sus cualidades. Los programadores se han lucido a la hora de hacerlos lúcidos y astutos. Matarlos (o hacerlos huir en ciertos casos) no es precisamente un juego de niños, sobre todo si hay que hacerlo bajo el agua. Y si pelear fatiga, siempre podremos dedicar unos minutos a disfrutar del espectacular paisaje, con sus fantásticas criatuas vagando libremente. El nivel de los gráficos es apabullante y muestra una belleza que saca los mejores colores a la consola.

No More Heroes 2: Desperate Struggle es otra cosa. Distinto tipo de héroes. Más bien, un antihéroe. Los monstruos son humanos. Un asesino a la caza de asesinos. Venganza, pasiones. Travis Touchdown y su legión de seguidores vuelve a la carga. Y de qué manera: humor y sangre, filosofía y acción, tajos y atajos, odio salvaje y amores extraños. Todo envuelto por una atmósfera que, en ciertos momentos, no tiene nada que envidiar a escenas cinematográficas con capacidad para poner en suspenso el aliento. No apto para menores: aquí se juega in reglas. Matar o morir. Su sangre o la nuestra. Un guión inteligente y endiablado, sarcástico y manipulador como pocos. Con sus gotas de erotismo para animar la cosa. Anime al personal antes de mandarlo a la guerra.

Claro: detrás del tinglado está Goichi Suda. Suda51 para los amigos. Un genio de estas cosas. Guiños constantes, autohomenajes, un festín para el depredador audiovisual. Anda, esto me recuerda a «Seven». Vaya, a Tarantino le habría gustado algo así. Olor a retrete y vidas que se van por el desagüe. Ya no tenemos una ciudad por la que desplazarnos a nuestras anchas como en la primera parte (y mejor así, porque era un poco cansino), aquí se va directo a al grano para sajarlo. Sin contemplaciones. Quince enemigos nos esperan para poner a prueba la calidad de un motor gráfico que deja en muy buen lugar a sus creadores. También hay minijuegos para ganar algo de pasta y mejorar en algunas cosas (aunque no la necesitaremos para el siguiente asalto, menos mal), pero no nos engañemos, lo que quiere aquí el jugador es entrar en combate cuanto antes y disfrutar de las cabriolas del guión. Y ya metidos en sangre, los movimientos del protagonista se han mejorado notablemente, dotándole además de algunos extras que le convierten literalmente en una fiera.