Adolfo nos recibe rugiendo como un león. Es un niño rubio, bien parecido, bastante alto para tener sólo dos años. Sus padres, José Teva y Sandra Vigón, se casaron cuando él tenía 31 años y ella 23. «De recién casados no nos planteamos tener hijos de inmediato, pero según pasaba el tiempo comenzamos a pensar en ello», señala José.

Tras meses intentando ser padres sin éxito, la pareja se hizo las pruebas que confirmaron su capacidad para engendrar. «No había razones médicas, simplemente no lo lográbamos», recuerda Sandra. Se plantearon entonces la vía de la fecundación in vitro. Acudieron primero a la Seguridad Social, pero las largas listas de espera los disuadieron: «Había una espera de dos años». El matrimonio acudió entonces al Centro de Fecundación «in vitro» de Asturias (Cefiva).

Tras hacerles algunas pruebas, en la clínica les sugirieron un procedimiento que implica inyectar un espermatozoide concreto en un óvulo concreto. El tratamiento fue mejor de lo esperado. Los médicos del Cefiva lograron cinco óvulos inseminados de buena calidad. Transfirieron dos al útero de Sandra y congelaron los otros tres en espera de que fuesen necesarios. «Me quedé embarazada a la primera, lo que tampoco es frecuente», relata, sonriente, Sandra. La pareja tiene un buen recuerdo de los empleados de la clínica. «Nos respaldaron mucho en todo momento, en un proceso que puede llegar a ser traumático», sostiene José.

Finalmente, el 6 de junio de 2008 nació Adolfo. «Hay gente que piensa que el tratamiento es carísimo, pero cuesta mucho menos que un coche», afirma José. Él entiende que la vida es cuestión de prioridades

Seguro que Dana Barredo y Enrique García piensan de forma parecida. Lo pone de manifiesto la cara de felicidad con la que miran a su hijo Enrique. Grande, guapo y con una sonrisa constante en la cara, el niño no puede por menos que ser la alegría de toda su familia. Pero hasta su llegada al mundo hace ahora diez meses, Enrique y Dana pasaron un tiempo preocupados al ver que los intentos de ser padres no fructificaban. Dana siempre quiso ser madre. «Lo tenía muy claro desde los 18 años y veía que el tiempo pasaba sin que mi deseo se cumpliera».

Así las cosas, y ya con 36 años, decidió ponerse en manos de los expertos. Igual que la pareja anterior, la lista de espera de la Seguridad Social los hizo recurrir al Cefiva. Y fue un acierto. «En enero comencé el tratamiento hormonal y en abril estaba embarazada, no hubo problemas y al primer intento lo logramos», comentan.

El proceso fue tan bien que los felices padres quieren dar un hermanito a Enrique y comenzarán un nuevo tratamiento el próximo mes de enero. Para ello cuentan ya con tres embriones congelados de la primera vez. Dados los excelentes resultados de su experiencia, Dana anima a todos los padres con dificultades a probar la fecundación in vitro, aunque es consciente de que la falta de ayudas económicas puede impedir a muchos conseguir lo que a ellos los llena de felicidad. Tampoco entiende a quienes no son partidarios de utilizar estas técnicas por motivos religiosos. «Sin ella habría una vida menos y unos padres tristes», dice Dana Barredo.

Eduardo fue el primer niño nacido en Asturias por la técnica de fecundación in vitro. Vino al mundo en el Hospital de Cabueñes el 9 de mayo de 1991, con un peso de 3,300 kilogramos. Sus padres, que optaron por esa técnica a causa de la obstrucción en ambas trompas que padecía la mujer, prefirieron permanecer en el anonimato. El proceso que logró dar vida a Eduardo fue realizado en el centro de fecundación in vitro de Asturias (Cefiva).

En ese momento el centro atendía a otras cinco mujeres embarazadas por la misma técnica, y otras 15 parejas se encontraban en lista de espera para acceder a la fecundación. Una cifra muy alejada de las que se contabilizan hoy cuando ya la divulgación de este método lleva a muchas parejas a ponerse en manos expertas para intentar tener la descendencia deseada.

Eduardo nació gracias a los buenos resultados obtenidos con los embriones fecundados en el laboratorio con un ovocito de la madre y el semen de su marido, que fue implantado con éxito en el útero materno. Los médicos del Cefiva manifestaron tras el nacimiento del bebé, al que se referían como «nuestro niño», el orgullo que supuso haberlo conseguido. El proceso comenzó con el tratamiento de la madre para favorecer el crecimiento de los folículos, donde están los óvulos. Después se extraen los óvulos y en el laboratorio se seleccionan los espermatozoides candidatos a fecundarlo.

Algunos meses antes de la llegada al mundo de Eduardo otra mujer asturiana dio a luz a un niño recurriendo a una donación de óvulos, fecundados en Barcelona con semen de su marido e implantados posteriormente en su útero. Este, que se podría considerar el primer caso de «bebé probeta» nacido en el Principado, fue el primer caso de fecundación por donación registrado en Asturias.