Orgulloso de su nacimiento en Cardín, presume de ser hijo predilecto de Siero; casado con una ovetense de la calle Fruela, médico como él; con tres hijos, uno ejerciendo la cirugía en un hospital asturiano; siete nietos; un par de candidaturas a los premios «Príncipe de Asturias». José Luis Rodicio llegó el pasado jueves a Oviedo dispuesto a echar en cara a sus colegas de la Sociedad Asturiana de Hipertensión y Riesgo Vascular lo mucho que han tardado en nombrarle miembro de honor, cuando ya acumula decenas de esas distinciones. Lo dice sonriendo, medio en broma, con una vitalidad y una campechanía envidiables. Él fundó la Liga y la Sociedad nacionales contra la hipertensión, allá por los años sesenta y hoy preside la SEH-LELHA (Asociación de la Sociedad Española de Hipertensión-Liga Española para la lucha contra la hipertensión arterial), un compendio de ambas.

-¿Pensaba especializarse en nefrología cuando se matriculó en Medicina?

-No, no, no tenía ninguna inclinación especial. Yo estudié en los jesuitas en Gijón, nadie de mi familia era médico. En aquella época el señorito era el ingeniero, principalmente de Minas. Muchos de mis compañeros fueron ingenieros y yo... Algo me llevó a la Medicina. Tuve una relación muy estrecha con el doctor Vallina, en el Adaro de Sama. Quizá fue su manera de hacer las cosas lo que me impulsó. Don Vicente Vallina era un hombre extraordinario, un fuera de serie. Todos los veranos que tenía libres, cuando ya estaba estudiando en Valladolid la carrera, los pasaba con él, en el Adaro. Para mí era un mundo totalmente nuevo. Le llegaban mineros destrozados, aplastados por los vagones, y aquel hombre los recomponía, les hacía rehabilitación, les devolvía la vida... Así estaban todos con él..., que don Vicente era dios.

-¿Y qué le condujo a la nefrología?

-Entonces apenas existía, empezó en la Concepción, luego Fundación Jiménez Díaz. Con el Hospital de Asturias, fue de los primeros en tener residentes. En la Concepción estaba Gregorio Rábago, un cirujano cardiaco, y la cirugía cardiaca frecuentemente tenía complicaciones renales. Entonces don Carlos Jiménez Díaz compró de su bolsillo unos riñones para poder tratar a estos enfermos. Allí empezaron las diálisis. Ahora duran cuatro horas o tres y media pero entonces, en el año 64 o 65, los pacientes estaban ocho horas en la máquina. En el Hospital 12 de Octubre también fuimos pioneros y sigue siendo de los que más trasplantes renales hace, principalmente de cadáver. Ahora se están potenciando los trasplantes de personas vivas relacionadas por la sangre -hay que tener cuidado con el comercio de órganos-. Son mucho mejores, se puede elegir la hora del trasplante, el enfermo está en mejores condiciones, no hay que esperar estudios de compatibilidad...

-En Estados Unidos son mucho más frecuentes.

-Casi todos son de vivos. Aquí, la Organización Nacional de Trasplantes ha funcionado muy bien, con el doctor Matesanz. Ahora los donantes, en general, son mayores que mueren por accidentes cardiovasculares porque, afortunadamente, ha bajado el número de jóvenes muertos en accidente. De todas formas, en España el número de trasplantes de vivo es muy bajo aún comparado con Estados Unidos.

-¿Se ha tropezado con casos de compraventa de órganos?

-En el 12 de Octubre no ha pasado nunca pero sí sabemos de enfermos, no muchos, que se han ido fuera y se han trasplantado un riñón comprado. En Estados Unidos hay más tráfico de órganos. Hay una anécdota: estando todavía en el 12 de Octubre vino un pariente de un militar libio con insuficiencia renal terminal y con tres primos para darle un riñón. Iban los tres para que escogieran el mejor. Bueno, pues les hicimos un estudio y aquellos no eran primos, ni hermanos, ni nada de nada.

-¿Cuándo habrá órganos artificiales?

-Bueeeno, eso... Eso todavía está muy verde. Hay órganos artificiales provisionales para un tiempo corto -el corazón-, hasta que aparece el donante, no para siempre. Va a tardar, sería ideal, pero va a tardar.

-Desde que usted comenzó a ejercer, ¿cómo ha cambiado la percepción y el tratamiento de la hipertensión?

-La gente ha aceptado que la única forma de saber sí es o no hipertensa es mirarse la hipertensión. Cuando empieza a dar molestias ya es tarde. Por eso, a partir de los 45 años, recomendamos que se la tomen una vez al año. Después, hay una serie de medidas que las personas pueden adoptar antes de tomar medicamentos: la dieta -comer con poca sal o sin sal en casos extremos-, cuidar el colesterol, la obesidad, la diabetes y el tabaco. Si una persona tiene sobrepeso, el colesterol alto, el ácido úrico elevado y encima fuma tiene todas las papeletas para un infarto de miocardio y una insuficiencia renal. Esos son los tres órganos diana de la hipertensión: el cerebro, el corazón y el riñón. ¿Sabe cuál es el problema de los hipertensos? Que cuando uno tiene la tensión alta se encuentra mucho mejor que cuando la tiene controlada, sobre todo al principio. Mire, yo tenía un enfermo esta semana pasada con 24/14, ¡24/14! ¡Es para morirse sobre la marcha! Le ingresé, le puse un tratamiento adecuado, bajó a 14/8 y... ¡está fatal! Claro, con 24/14 se comía el mundo: subía, bajaba, iba, venía... Hay que aguantar, cuando la tensión baja, el organismo se tiene que adaptar y luego todo está fenómeno.

-¿Y el alcohol?

-Bueno... Le dices a un paciente: ¿usted bebe alcohol?, y te contesta: lo normal, nada, unas cervecitas por la mañana, un finito antes de comer, ¡hombre! a la comida media botellita de vino por lo menos, luego una copita y de noche un cubata o un güisqui. ¡Eso es una barbaridad! Después problemas de hígado, colesterol, de las arterias, problemas de todo.

-Si alguien se siente incapaz de controlar todos esos factores de riesgo, ¿cuáles debe elegir?

-Los médicos tenemos que tener mucho cuidado con prohibirlo todo. Cuando haces eso te dicen: mire, prefiero morir, pero feliz. No hay que eliminar la sal, hay que reducirla, que si no la comida no sabe a nada. El colesterol: procura comer carne blanca en vez de comer carne roja, hay que tener cuidado con los interiores de los animales -los sesos ya no los come nadie, pero los riñones al jerez sí que gustan, el higadito con cebolla, las mollejas-, puedes tomar lechazo una vez a la semana, si tomas dos huevos a la semana no pasa nada. Una cosa que la gente no sabe es que los quesos curados tienen colesterol a morir. No consiste en que lo dejes todo completamente, si estás tomando tres, tómate uno.

-No sabemos lo que comenos.

-La dieta con verduras está muy bien, y lo que uno tiene que hacer es no vivir amargado por la comida, buscar lo que a uno le guste, elegir entre alimentos que puede comer. Lo que sí es muy importante es dejar de fumar.

-¿Será eficaz la prohibición?

-Yo creo que a veces es contraproducente. Lo ideal sería que todo el mundo dejara de fumar pero eso es imposible. Hacer regímenes muy intensos no funciona, los pacientes nos dicen: prefiero morir contento y bien «fartucu».

-¿Cómo habituar al ejercicio a quien nunca lo ha hecho?

-Es fundamental, dilata las arterias coronarias, mejora el riego sanguíneo, baja la glucosa, los triglicéridos, todo... y no se trata de correr una maratón. Consiste en ir andando en vez de en coche, pasear una hora... No todo el mundo tiene tiempo para ir al gimnasio. ¡Ah! Subir escaleras, en las escaleras sí que se hace un ejercicio importante, el corazón se aligera y mejora el riego sanguíneo, el riñón funciona mejor... Subir las escaleras en vez de tomar el ascensor es fenomenal.

-Entonces, con todo eso se puede evitar la medicación.

-Depende, depende. Primero: nadie, nadie hace la dieta como tiene que hacerla, y segundo: es preferible tomar una pastilla para controlar la tensión que no tomarla y tenerla alta. No pasa nada por tomarse una pastilla por la mañana y tener la tensión controlada por debajo de 14/9, que es lo mejor.

-¿Y la tensión baja?

-De eso no se muere nadie. A menos que se sufran muchos mareos o alguna complicación, eso es un seguro de vida.

-¿Nuevos medicamentos?

-Hay cinco grupos de fármacos y hay que hacer combinaciones entre ellos. Se tiende a las combinaciones terapéuticas en lugar de la monoterapia.

-Algo más, el estrés. También sube la tensión.

-Sí, hombre, influye mucho, hay gente que con un tranquilizante mejora mucho su tensión arterial, sobre todo quien está sometido a mucha presión. Una pastillita antes de la reunión y ya está. En la tensión influyen muchas cosas, sube con una discusión familiar, cuando un tipo no nos deja pasar en un semáforo, al hacer el amor... es algo fisiológico.

-España tiene un alto nivel de control de la hipertensión.

-Estamos un 30 por ciento de la población y hay que seguir con esto. El problema general de la medicina es que la gente se va haciendo mayor, y vive mucho más. Esto que hablan de la edad de jubilación... Hoy una persona con 66 o 67 años está estupenda, yo tengo 77 y estoy trabajando.

-¿Se aplica sus propias prescripciones?

-Yo tengo la tensión alta y me tomo mi medicación. Tengo el colesterol en 230, 220, y me tomo una pastillita. Todas las mañanas me voy al gimnasio, llego a las ocho menos cuarto y estoy allí hasta las nueve y media, y hago abdominales, bicicleta... Me gustaría bajar de peso, pero por un problema en la rodilla no puedo hacer más ejercicio, no como mucho. Pero bien, estoy bien.

-¿Cuáles son las consecuencias de la hipertensión?

-Primero, puede dar lugar a infartos de miocardio; luego, los riñones se dañan, produce insuficiencia renal; tercero, puede producir hemorragias cerebrales, hemiplejías; cuarto, afecta a la vista, con las lesiones en la retina se pierde visión, y produce complicaciones a nivel periférico, se quedan las extremidades frías porque no llega el riego sanguíneo, se produce necrosis de las piernas.

-¿Por qué aumenta la hipertensión con la edad?

-Por la arterioesclerosis, las arterias se vuelven más duras y la tensión depende de dos cosas, el continente -que son las arterias- y el contenido -la sangre-.

-¿Si se tiene la tensión compensada?

-Eso no existe, es un cuento chino para tranquilizar a los enfermos. Hay hipertensión o no la hay.

-Tantos controles... ¿No se diagnosticará demasiado?

-No, no; no, no. Se está diagnosticando más, lo cual es muy bueno. Se han estrechado los límites. Antes, con el colesterol, se decía: bueno, hasta 250. Cuando uno está en 250 ya tiene complicaciones. Y la gente que dice: pero es que yo tengo alto el colesterol bueno y bajo el malo. Hombre es mejor, pero lo importante es el contenido global de colesterol y de lípidos.

-Se diría que el médico está peleando constantemente con unos pacientes que tratan de escabullirse de sus tratamientos. ¿Es muy difícil convencerlos?

-Sí. Hay de todo, algunos son unos exagerados. Es muy bueno el autocontrol de la tensión arterial, en casa, pero para recomendar eso tienes que estar seguro de que el paciente es una persona ecuánime, porque algunos se toman la tensión por la mañana, al mediodía, por la tarde, por la noche... Pero es importante que el enfermo se haga corresponsable de su enfermedad. Muchas veces el paciente te trae sus problemas, te los deja sobre la mesa y te dice: ahora son tus problemas. No, no, son de los dos. Yo le digo qué es lo que tiene que hacer, pero usted debe ser responsable y hacerse cargo de su enfermedad.