Hay división de opiniones sobre la responsabilidad de los ribereños en la escasez de salmones, pero ninguna sobre la potencialidad turística de un pez que siempre trajo hasta aquí turistas pudientes de los de fuera en temporadas altas. Cada vez menos. Los embrida la resistencia cultural de los que no acaban de ver el deporte ni entienden a Kilo, que este año no se comió nada de lo que pescó -«los solté»-, y, por otro, por la eclosión de la competencia externa. «Hace 50 o 60 años era más cómodo venir aquí que a Alaska. Ahora no, ahora aquello es más accesible y allí sabes que vas a pescar seguro». Por no hablar, otra vez, del doble sentido de las carreteras, de que ya no hace falta quedarse a dormir o de la partida que ahí al lado, también juega Pravia construyéndose su Casa del Salmón en la antigua azucarera. Pero el Narcea sigue aquí, dirá la defensa ardorosa de lo propio. El río, las décadas de tradición salmonera y recientemente también otras posibilidades estacionales para pescar visitantes. Rafael López, de la escudería Cornellana Clásicos, ofrece para marzo «Sólo Escort», un rally de vehículos históricos dirigido en exclusiva a este modelo, que no es aquel Ford que fue habitual en España, sino otro muy poco visto aquí desde los años setenta.

En el primer plano, no obstante, están los que miran a los lados buscando con poco éxito algún sitio que ofrezca puestos de trabajo. De ahí saldrán los servicios, dicen mirando una vez más al Narcea, a las vegas que se extienden entre el cauce y la AS-16 y al plan de parque empresarial que acerca lentamente a Cornellana 9.000 metros cuadrados de superficie neta en 77 parcelas. Viene «con muchísimo retraso», acepta el concejal Alberto Díez de Tejada, recordando las prevenciones urbanísticas e hidrográficas de un proyecto de promoción privada y controversia pública, con alguna pintada de protesta en la villa. Joaquín Grana se alinea con los que no admiten dudas sobre la conveniencia del espacio -«llevamos muchos años reclamándolo, sin él no podemos crecer»-; José Manuel Escandina pone algún reparo a la localización. «Como pertenezco al sector agrícola», afirma, «veo lo que vale esa finca, una vega hermosísima y posiblemente la mejor de Asturias desde el punto de vista jurídico, porque pertenece a un solo propietario».

He ahí hay otra riqueza poco explotada. Escandina acaba de recoger 60.000 kilos de kiwis en este año que «no ha sido muy bueno» y sabe lo que tienen debajo estas vegas «paradisiacas» para quien pueda y quiera apreciar sus potencialidades agrarias: «Oro molido». «La faba es impresionante, con su piel tan fina; el kiwi, probablemente el mejor del mundo junto al de Nueva Zelanda», Kilo Tejada vuelve de cazar con bolsas llenas de castañas... «Y nadie cuida ni aprovecha nada».

Por la historia reciente del monasterio de San Salvador de Cornellana han pasado seis ministros y tres arzobispos, dos presidentes del Gobierno y once años sin dinero para arreglarlo ni darle uso. «Sólo quedo yo». El alcalde de Salas, José Manuel Menéndez, sigue con el brazo estirado y la palma de la mano boca arriba pidiendo que el Estado ejecute un compromiso cuyo origen le obliga a retroceder hasta 1999, cuando todavía no había crisis. La planta baja iba a ser un centro de documentación sobre la ruta norte del Camino de Santiago, la primera un hotel con catorce habitaciones y salones para banquetes... Hoy el proceso de ruina es evidente, la iglesia se utiliza a pesar de las goteras y la maleza crece entre las paredes románicas del monumento, porque en once años sólo dos escuelas taller financiadas por el Principado hicieron su parte del trabajo: adecentar el ala oeste para albergue de peregrinos, vivienda del párroco y salón parroquial.

En Cornellana, la silueta doliente del monasterio se ilumina por las noches, no se sabe si para que se vean mejor sus achaques o para que sea aun más indiscutible la petición de auxilio de este monumento nacional, que lo es y de bien poco le sirve, desde 1931, y Bien de Interés Cultural a partir de 1993. En el papel, el proyecto de reactivación del cenobio implicaba a tres administraciones: el Ayuntamiento, que cede el espacio -prestado a su vez por el Arzobispado-, el Principado y el Gobierno central, pero «el Estado nunca cumplió», confirma el concejal Alberto Díez de Tejada. «El Principado sigue consignando su parte, pero no tiene capacidad de ejecución; quien debe ejecutar es el Estado», afirma. El proyecto, que ha visto nacer y morir un ministerio -el de Vivienda lo tuvo a su cargo mientras existió-, nació el siglo pasado con cargo a los fondos del uno por ciento cultural del Ministerio de Fomento y sigue ahí, dormido. El último convenio distribuía un presupuesto de 5,7 millones de euros en tres partidas, de 2010 a 2012, para rehabilitar el claustro y el ala este, pero nada se ha sabido este año del dinero. Vuelve a estar previsto para 2011, pero aquí nadie se atreve a dar nada por cierto hasta que no vea entrar a los obreros en el edificio.