El «equipo genoma» asturiano ocupa la cuarta planta del edificio Santiago Gascón de la Universidad de Oviedo, en el campus del Cristo. El nombre seguro que no gusta a la veintena de personas de la Unidad de Biología Molecular del Cáncer, al mando del catedrático de Bioquímica Carlos López Otín.

Si entramos en su laboratorio una mañana cualquiera veremos a una veintena de investigadores -hay paridad casi matemática- que responden en gran medida a un perfil: jóvenes -mayoría de treintañeros-, muy bien formados -muchos de ellos en la Universidad asturiana-, especializados y que miran poco el reloj. Tres de ellos han participado en el proyecto de secuenciación del genoma del orangután, portada esta semana de la revista «Nature».

Catedráticos, profesores titulares, investigadores contratados y técnicos de laboratorio conforman la plantilla junto a un número significativo de becarios que responden a dos siglas: FPU (formación de profesorado universitario) y FPI (formación de personal investigador). Carlos López Otín tiene fama de elegir bien y de coordinar mejor, pero la presencia creciente de esta unidad en proyectos internacionales tiene que ver con la calidad investigadora y la elección de esas líneas de investigación. Entre ellas, la identificación enzimática y funcional de proteasas asociadas a procesos tumorales, o la generación de modelos animales y el análisis de su susceptibilidad a la progresión tumoral.

En la última década han contribuido al genoma del chimpancé, el pinzón cebra, el ornitorrinco, la rata y el ratón. Ahora, el orangután. Y lo que queda. «Ya estamos en lo siguiente, y eso es lo importante». Pasar página rápido es la mejor forma de ilusionarse.