En la Ciencia de verdad, la que se escribe con mayúsculas, los números dicen mucho. Y los de Luis Alfonso del Río Legazpi hablan de que 40 de sus artículos científicos han sido citados, al menos, en 40 ocasiones, lo cual significa que su «índice h» es 40. En el ámbito de la biología vegetal, sólo dos investigadores españoles superan estas cifras, y con una ventaja mínima.

Luis Alfonso del Río nació en Campomanes a finales de 1943. Cuando tenía 9 años, su familia se afincó en Avilés, donde su padre ejerció como capitán de la Guardia Civil y después como jefe de seguridad de Ensidesa. Estudió el Bachillerato en el Instituto Carreño Miranda y en el Colegio San Fernando. Licenciado en Ciencias Químicas por la Universidad de Oviedo en 1967, al año siguiente se trasladó a Granada, para realizar su tesis doctoral bajo la dirección de Federico Mayor Zaragoza, a la sazón catedrático de Bioquímica de la Facultad de Farmacia, a quien define como «una personalidad muy completa y polifacética, un auténtico hombre del Renacimiento».

Entre 1972 y 1974 fue becario posdoctoral del British Council en la Facultad de Medicina de la Universidad de Bristol (Reino Unido). Concluido ese período, obtuvo una plaza del CSIC, organismo en el que, desde 1987, es profesor de investigación en la Estación Experimental del Zaidín, de Granada. Allí dirige un grupo que trabaja en «Antioxidantes y señalización molecular por especies de oxígeno y nitrógeno reactivo (ROS y RNS) en células vegetales». Es uno de esos científicos que sólo quieren hablar de lo que realmente saben.

-¿Cuáles son sus áreas de investigación prioritarias?

-Trabajamos en los sistemas antioxidantes y los radicales libres de oxígeno y nitrógeno en células vegetales, particularmente en plantas en situaciones de estrés.

-¿Las plantas también se estresan?

-Cuando hablamos de estrés nos referimos a distintas condiciones que pueden afectar al normal desarrollo y crecimiento de la planta, y que producen pérdidas considerables en la producción agrícola.

-Pero las plantas no tienen jefes que les metan presión ni hipotecas que las achuchen. ¿Qué es lo que las estresa?

-La salinidad, la sequía, las temperaturas extremas, la alta radiación solar, la contaminación por metales pesados (cadmio, plomo, arsénico...), la contaminación por productos químicos ajenos a los organismos vivos (compuestos xenobióticos), las infecciones por microorganismos patógenos... Nos interesa estudiar la participación en estos procesos tóxicos, a nivel celular, de lo que llamamos las especies de oxígeno reactivo (ROS, de las siglas en inglés) y especies de nitrógeno reactivo (RNS, de las siglas en inglés).

-El envejecimiento de cualquier organismo es, en última instancia, oxidación. Los tratamientos rejuvenecedores están muy de moda entre los humanos. ¿Cómo se diseña una tratamiento antienvejecimiento de una planta?

-Efectivamente, una de las causas del envejecimiento son los procesos oxidativos: de alguna manera podríamos decir que envejecemos porque nos oxidamos. En las plantas, la forma de retrasar estos procesos es protegerlas con antioxidantes, hacer que su contenido en antioxidantes sea mayor, para que pueda hacer frente a agentes causantes del envejecimiento como, por ejemplo, los radicales libres de oxígeno, y en general las especies ROS antes mencionadas. Se procura que los niveles endógenos de antioxidantes aumenten en la planta: bien los antioxidantes de bajo peso molecular, como el ácido ascórbico (o vitamina C) o el glutatión, o distintos antioxidantes enzimáticos.

-Tal vez la biología vegetal sea una especialidad poco conocida por el gran público. ¿Cuáles son sus principales aplicaciones?

-Nosotros nos dedicamos al estudio de la bioquímica y la biología celular y molecular de las plantas. La esencialidad de las plantas para el mantenimiento de la vida en nuestro planeta es sobradamente conocida. En el proceso de la fotosíntesis, las plantas fijan mediante la luz el dióxido de carbono atmosférico. Actúan de sumidero de CO2, producen hidratos de carbono y oxígeno y realizan un ciclo esencial para la vida sobre la Tierra. Por otra parte, las plantas son una fuente importante de alimentos para los animales y los seres humanos. En consecuencia, se comprende que los resultados de nuestros estudios, al igual que en el caso de los animales, pueden proporcionarnos una información importante con vistas a obtener plantas más sanas y resistentes frente a distintas situaciones de estrés abiótico, mencionadas anteriormente, y también frente a enfermedades producidas por bacterias, virus y hongos (estrés biótico).

-¿Está bien considerada la biología vegetal española en el escenario internacional?

-Todavía hay mucho que mejorar, pero en España hay un buen nivel en la investigación en biología vegetal. Se puede apreciar en la calidad de las comunicaciones presentadas en los congresos internacionales y también de los artículos publicados en revistas internacionales de alto índice de impacto. Es de esperar que los recortes en investigación debidos a la crisis económica no incidan negativamente en los avances de los últimos años.

-¿Está percibiendo en su tarea investigadora los efectos de la crisis?

-Principalmente en las nuevas plazas de investigadores en plantilla del CSIC, que se han visto sustancialmente reducidas. Se prevé que suceda algo parecido con el número de contratos de incorporación de investigadores pos-doctorales. También ha habido un recorte en los gastos de infraestructura de los centros del CSIC, y estos recortes van a tener que ser financiados con cargo a los proyectos de investigación en marcha.

-¿Cómo valora la actual política científica española?

-Hasta la llegada de la crisis, se habían hecho progresos importantes. Se iba avanzando lentamente por el buen camino, acortando las diferencias que todavía tenemos con relación a países como Alemania, Reino Unido y Francia. Sin embargo, los recortes impuestos últimamente por el Gobierno en nuestro Ministerio, en torno al 15 por ciento, aumentan la distancia que nos separa de esos países de la UE. Habría que tener en cuenta posturas como la de Alemania, donde la inversión en investigación no se ha recortado por la crisis, sino más bien al contrario. Es de esperar que esta situación no dure mucho tiempo.

-¿Mantiene relaciones científicas con sus colegas de Asturias?

-No, realmente no mantengo ningún tipo de colaboración con mis colegas de Asturias, probablemente debido a que trabajamos en líneas de investigación distintas que no permiten abordar proyectos colaborativos. Sin embargo, en el campo de la biología vegetal, en Asturias hay grupos de investigación importantes y de calidad, con reconocimiento internacional.

-Cuando viaja al Principado, ¿cómo ve los suelos y las plantas? ¿Observa áreas de mejora?

-La verdad es que nosotros hacemos esencialmente investigación básica, utilizando plantas modelo cultivadas en condiciones controladas (cámaras botánicas o invernaderos), muy distintas de las plantas que se cultivan en el campo.

-¿Con el objetivo de...?

-Lo que buscamos es estudiar procesos básicos de la bioquímica y fisiología de la planta, a nivel molecular y celular, que luego puedan ser extrapolables a otras plantas, e incluso, en algunos casos y salvando las distancias, a organismos animales. A lo que iba es a reconocer mi ignorancia sobre la calidad de los suelos y las plantas, y los cultivos más adecuados para cada tipo de suelo, a pesar de la gran importancia de estas materias. Hay otros colegas que hacen una investigación más de campo, principalmente ingenieros agrónomos.

-¿Mayores retos de la biología vegetal?

-Ya estamos viviendo la llamada «era posgenómica». Se ha secuenciado y se está secuenciando el genoma de distintas especies vegetales, y ahora se está haciendo frente al desafío de averiguar la función de los distintos genes. Estamos viviendo la era de la proteómica y de la metabolómica. Sin el conocimiento de la función de los distintos genes, nos serviría de muy poco el conocimiento genómico del que disponemos.

-¿Los alimentos manipulados genéticamente (los transgénicos) generan desconfianza. ¿Está justificada?

-En parte, solamente en parte. Ha habido demasiada polémica sobre los alimentos transgénicos y se ha producido cierta alarma entre la población. Evidentemente, debe existir un número razonable de controles sobre los alimentos transgénicos para que no se produzcan efectos no deseados, pero también hay que reconocer las grandes ventajas que han proporcionado los alimentos transgénicos. Pensando en los cereales, ingredientes importantes en la dieta de numerosos países, las distintas variedades transgénicas obtenidas en los últimos años, resistentes a distintas enfermedades (estrés bióticos), o con cualidades mejoradas, han permitido aumentar enormemente la producción de las cosechas y mitigar el hambre en muchos países del tercer mundo. Sin duda, haría falta discutir esta cuestión con más calma y menos apasionamiento, sopesando bien los argumentos de cada bando. Por otra parte, en la investigación de laboratorio las plantas mutantes de algunas especies como «Arabidopsis thaliana» son una herramienta de gran valor para el estudio de mecanismos moleculares básicos de la planta. Naturalmente, esto implica trabajar en unas condiciones adecuadas de seguridad y bajo un estricto control.

-Son bastantes conocidos algunos investigadores del área de la biomedicina, e incluso de la física o de las matemáticas. Sin embargo, los biólogos vegetales tienen mucho menos «glamour». ¿A qué lo atribuye?

-Es comprensible que tenga mucha más repercusión la investigación que incide directamente sobre problemas graves de la salud humana, como el cáncer o las enfermedades cardiovasculares, por ejemplo, que afectan a un segmento importante de la población. Por ello, es comprensible que la investigación sobre las plantas esté en un discreto segundo o tercer plano, lo cual no le quita importancia. ¿Podemos imaginarnos lo que sería del planeta tierra si las plantas desaparecieran como consecuencia de la agresión incontrolada del hombre sobre los ecosistemas, o como consecuencia de enfermedades por microorganismos patógenos o insectos?

-¿Qué recuerdos guarda de su infancia en Avilés?

-Muy agradables. Llegué a Avilés con 9 años. Primero viví unos años en el cuartel de la Guardia Civil de Avilés, que entonces estaba situado en la calle Llano Ponte, donde mi padre era capitán. Después nos trasladamos a Llaranes, y finalmente volvimos a Avilés. Recuerdo con especial cariño mi etapa pictórica durante la adolescencia, de 1957-1961, formando parte de un grupo de jóvenes pintores avilesinos aglutinado y magistralmente dirigido por don Calixto Fernández Hernández, entonces profesor de Educación Física, una persona excepcional. Uno de nuestros temas pictóricos centrales eran los barrios marginales de chabolas cercanos a la ciudad. Esto no fue siempre bien comprendido por las autoridades de la época. En 1961, con motivo de un Certamen Nacional de Arte Juvenil en Madrid, un compañero de nuestro grupo (Alberto González Lastra) había obtenido un premio importante por un cuadro sobre un poblado de chabolas, y recuerdo los comentarios de extrañeza de doña Carmen Polo de Franco sobre la rareza de nuestro tema artístico preferido, cuando a requerimiento suyo le fuimos presentados sus jóvenes paisanos.

-¿Qué cambios de la ciudad y de su entorno valora como más significativos?

-Avilés es una ciudad muy distinta y mejor. Yo destacaría la rehabilitación del casco histórico y de otros edificios históricos, como el palacio de Ferrera y el de Camposagrado. El parque municipal de Ferrera, en pleno centro, es un extraordinario pulmón. También es importante la vinculación de Avilés con la Universidad de Oviedo, al ser sede de la Escuela Superior de Arte del Principado, y supongo que esto sólo será el principio porque seguramente la ciudad puede tener todavía más participación en la Universidad de Oviedo, con vistas a albergar algún otro centro de la Universidad. Y, finalmente, el Centro Cultural Oscar Niemeyer, que está llamado a producir grandes cambios en Avilés, como ya se está empezando a ver.

-¿Por qué decidió realizar la formación posdoctoral fuera de Asturias?

-En los últimos años de mi licenciatura en Químicas comencé a interesarme por la bioquímica, influido principalmente por la colosal figura y la excelente obra de nuestro Nobel Severo Ochoa. Sin embargo, por aquella época, en Oviedo no existía ningún departamento de Bioquímica en la Universidad, al no existir las facultades de Biología ni de Medicina. Casualmente, cuando estaba haciendo la tesina de licenciatura en el departamento de Química Orgánica de la Facultad de Ciencias, sobre un tema bioquímico, debido una cuestión relacionada con un aparato de laboratorio, tuve que ponerme en contacto con el Dr. Oscar Menéndez Avello, a través del cual conocí a su yerno, Federico Mayor Zaragoza, catedrático de Bioquímica de la Facultad de Farmacia de la Universidad de Granada, y por aquella época el catedrático más joven de España. Él me admitió en su grupo de investigación para hacer la tesis doctoral, que realicé en la Estación Experimental del Zaidín, de Granada.