2 Javier Blanco

A Tino Casal le gustaba decir con cierta ironía (y a la mínima ocasión citamos) que su trayecto había sido Londres-Tudela Veguín, su pueblo en conexión con la capital del Imperio. Apuntaba más esa ruta que otra habitual de la época, Madrid-Asturias. Quizás ese itinerario señalado por el cantante definía bien su independencia y, en cierto modo, significa que iba un paso por delante. Estaba en la vanguardia o buscándola para que no se le fuera ningún detalle de cada fenómeno artístico que surgía por el mundo. Todas esas ganas por saber se transformaron en su pose glam (cuando el glam rock, efímero movimiento rock surgido en Londres en los primeros años setenta) era un bicho raro en España; o en su manera de introducir elementos de nuevo cuño, como los de la música electrónica, en sus discos; o trasladar su sapiencia a la producción de grupos de rock duro, como el simbólico «Obús».

Vuelve Tino Casal a esta página tras las recientes revisiones de la movida madrileña, seguramente el fenómeno de mayor facturación mediática de la escena nacional. Incluso fabricó «moviditas» (periféricas, que decían desde el foro) que, con el tiempo, darían solidez a la música española. Es por eso que cualquier mariposa que revolotee en torno al fenómeno madrileño produce un despliegue impresionante. El año pasado se celebraron los treinta años de la movida, con profusión de datos y evocación de canciones, de artistas fotográficos, plásticos o salas símbolo de la movida, del Rock-Ola a El Sol, que también celebra sus 30 años a lo grande. La movida, pues, siempre presente. Desde finales de enero se revisó, una vez más, el movimiento al conmemorarse los 25 años de la muerte de Enrique Tierno Galván, profesor admirado por muchos, que dejó una importante huella intelectual y política, pero al que se reconoce como el «alcalde de la movida». El profesor ayudó a subir a los escenarios la movida con sus gestos de comprensión y hasta su frases célebres y celebradas como aquella recomendación de «el que no esté colocado, que se coloque...», que hoy sería, como mínimo, motivo de acalorados debates. En memoria de Enrique Tierno Galván se volvieron a recuperar aquellos momentos y a revisar este tipo de historias que cansan cuando son tan poco espaciadas (cada lustro cae un homenaje) pero tienen la virtud de que son una buena disculpa para celebrar a algunos artistas. Y Tino Casal, aunque nunca fue «académico» de la movida, sí fue una de las figuras clave del movimiento. En el cantante de Tudela Veguín estaba la esencia de la movida: el músico, el autor, el pintor; estuvo próximo a Almodóvar en símbolos excelsos como la película «Pepi, Luci, Bom?» y, claro, es el dueño de canciones tan ochenteras como «Champú de huevo» o «Embrujada». Efectivamente, Tino Casal fue mucho más allá de la movida.

(Y para quien quiera un buen tratado del artista es muy aconsejable «Tino Casal. Más allá del embrujo», la brillante biografía escrita por Gerardo Quintana).