Enrique Fernández Sánchez (Sietes, Villaviciosa, 1948) es un científico que ha desarrollado su carrera en Estados Unidos y en Europa. Físico por la Universidad Complutense de Madrid, doctorado por la Purdue University de Indiana (Estados Unidos), es catedrático de Física Atómica Molecular y Nuclear en la Universidad Autónoma de Barcelona y director del Instituto de Física de Altas Energías de la Generalitat. Fue el primer presidente español del comité de política científica del Centro Europeo de Física de Partículas (CERN) y del Comité Europeo para Futuros Aceleradores (ECFA). Eso le implicó plenamente con el gran colisionador de hadrones (LHC) de Ginebra, el acelerador de partículas más grande y energético del mundo, que permite simular algunos eventos ocurridos inmediatamente después del Big Bang. En él se busca la confirmación del modelo estándar de la física de partículas, la teoría que describe las relaciones entre las interacciones fundamentales conocidas entre partículas elementales que componen toda la materia. Sobre eso dio el pasado viernes una conferencia en el teatro Riera de Villaviciosa. Cada año regresa a Sietes a pasar las vacaciones.

-Usted comunicó al órgano de gobierno del CERN el informe que aseguraba que no había riesgos en la puesta en marcha del LHC después del cortocircuito que retrasó su funcionamiento y también que no había peligro de que se formara un agujero negro.

-El comité científico somos dieciséis personas, entre ellas un premio Nobel, Gerard 't Hooft, especialista mundial en agujeros negros. Elaboramos el informe cuatro personas.

-¿Cómo tenían la certeza de que no sería peligroso?

-Colisiones como las que se crean en el LHC suceden constantemente. Cuando un rayo cósmico colisiona con la Tierra tiene más energía que la del LHC y no pasa nada.

-¿Se producen agujeros negros?

-No lo sabemos; pero si se produjesen, no tienen efecto. Se contraargumentaba que cuando colisiona un rayo cósmico lo hace con algo que está parado, como puede ser una molécula de la atmósfera, y que, si se produjera un agujero negro, se movería muy deprisa pero que cuando chocan en el LHC, los dos están en movimiento y se quedarían quietos, lo que daría tiempo a acumular más masa y podría crecer. Eliminamos esa posibilidad porque los rayos cósmicos están en todo el cosmos y también colisionan, por ejemplo, con estrellas de neutrones que tiene movimiento y son extremadamente densas. Esa colisión podría dar mucho más tiempo a formar un agujero negro grande de lo que ocurre en la Tierra en el LHC. Así tienes una evidencia experimental de que, si se producen agujeros negros, no hacen nada: está ocurriendo millones de veces por segundo en el cosmos. Un agujero negro como los que se podrían crear en las colisiones del acelerador de hadrones no hace nada.

-¿No perdió el sueño esos días?

-Ni lo más mínimo. El director de la construcción del acelerador me decía en broma: «¿Seguro que no hace nada?».

-Un Woody Allen niño decía en «Annie Hall»: «El Universo se expande y eso me deprime». ¿Qué importancia tiene que el Universo se expanda y que, además, lo haga aceleradamente?

-Y añadía: «En Manhattan no veo ninguna expansión». Importancia inmediata, ninguna, la escala de tiempo supera la de especie. La importancia que tiene, por lo que sabemos hasta ahora, prácticamente es ninguna; pero desde punto de vista científico conceptual es enorme. Se lo digo porque es mi tema.

-A usted no le deprimió.

-Nada, pero puedo entender la depresión del personaje de Allen: en último término, llegará un momento en el que nuestra galaxia será única y aislada del resto del Universo.

-Eso suena como Asturias.

-Je, je, sí. Manhattan ya está así. Conceptualmente tiene mucha importancia porque el Universo no se puede mover porque sí, tiene que haber un agente que lo haga, y ése es la materia oscura, a la que llamamos así porque no sabemos qué es.

-¿Usted ve a Dios al lado del Big Bang encendiendo la mecha?

-No.

-¿Es incompatible tener sus conocimientos y ver a Dios?

-Son cosas distintas. Debe de ser compatible, porque hay gente muy respetable que lo hace. Freeman Dyson, uno de los padres de la mecánica cuántica moderna, es una persona religiosa. Stephen Hawking no negó que estuviera Dios, sólo dijo que no le hacía falta para el Big Bang.

-Desde que funciona el LHC ¿Qué saben ustedes que no supieran?

-El LHC sirve para estudiar la estructura de la materia. Sabemos muy bien que hay átomos y su importancia, y también que, más allá de ellos, hay otras estructuras más pequeñas de las que conocemos e ignoramos muchas cosas. Ahora estamos en una situación de síntesis: todo encaja, pero no sabemos muy bien por qué. El modelo estándar de física de partículas funciona muy bien, pero no se entiende por qué. También me gusta explicar para qué sirve, en general, el acelerador.

-Adelante.

-Es útil por el conocimiento básico. Hace cien años no sabíamos para qué servía conocer que la materia estaba hecha de átomos, y ahora hay láseres por todos lados y los tenemos porque sabemos cómo funcionan los átomos. La segunda razón práctica es que estamos desarrollando tecnología nueva. Para poner en marcha un experimento se ponen a trabajar muchas tecnologías -ingeniería, informática?- y se consiguen avances que, de otra forma, no se lograrían porque, hasta que lo haces, no sabes cómo hacerlo. En el camino se producen hallazgos. La world wide web (WWW) fue un invento del CERN. La gente lo confunde con internet, pero no es así. Internet es la conexión física y WWW la posibilidad de acceder a la información. Antes de que existiese -1992 o 1993-, había muchas bases de datos, te suscribías y, buscando, podías conseguir información. A partir de WWW de Tim Berners-Lee la base de datos te daba información sólo con que la pidieras. Es un cambio total. Si el CERN cobrara un euro por cada nodo informático que se crease, tendría financiación para muchos años. A Berners-Lee se lo llevó el Medialab del MIT (Instituto Tecnológico de Massachussetts).

-Acaba de dar buenos motivos para algo que ha costado mucho dinero y parece que sólo confirma lo que ya se sabía.

-No vamos encontrando nada inesperado. El modelo estándar de física de partículas ha sido elaborado en base a lo medido a partir de los años setenta y ochenta del pasado siglo y, sobre eso, se llegó a un modelo que funciona muy bien pero en el que hay cosas que no encajan del todo. La teoría física debería ser lo más simple posible, una fórmula que pudiera explicarlo todo como la ley de la gravedad, que explica el funcionamiento de planetas y estrellas y por qué se cae una manzana de un árbol. El modelo estándar no funciona así. Hay cosas que no se saben, aspectos no comprobados. En el modelo estándar todas las partículas tendrían que tener masa cero, o sea, no tener masa. En la práctica no es así.

-¿Por qué?

-Porque el protón es más pesado que el electrón; el electrón, más pesado que el fotón? Lo que hace coherente esto con la teoría es la partícula Higgs.

-Que es lo que andan buscando en el LHC. ¿Cómo es esa partícula?

-Sería como un campo. Con campo me refiero a algo como el gravitacional, que nos atrae. Sería un campo que hace una resistencia que actúa como si la partícula tuviese masa.

-Hawking ha apostado que no existe. ¿Y si fuese así?

-Acabaría con el modelo estándar o habría que cambiarlo mucho. Y Hawking ganaría su apuesta.

-Ustedes trabajan en un campo cuyas bases científicas no tienen un siglo.

-Medio siglo.

-Un tiempo para grandes avances y también para errores. ¿No le inquieta?

-Me da igual. En los años noventa, se hizo un acelerador llamado LEP y en esos experimentos se comprobaron y midieron cosas mensurables del modelo estándar. Se hacía colisionar un electrón con un protón y también se comprobó que una partícula llamada Top tenía exactamente la masa que se le había calculado por medidas indirectas. Si en el LHC no encontramos la partícula de Higgs es más interesante que si la encontramos. Para mí, el Higgs cuadra, pero es algo para arreglar un problema. Por otro lado, todo encaja con que está ahí. Hay una extensión del modelo estándar que va más allá del modelo, que son las supersimetrías. Si se encontrasen estas partículas, sabríamos de la materia oscura, que es el 23% de la masa energía del Universo y que ignoramos en qué consiste. Se está descartando que las hallemos por la cantidad de datos conseguidos.

2 J. C.

-¿Cómo salió de Sietes?

-A los 12 años. Vivíamos del campo, pero mi padre era un maestro que no ejerció porque en la posguerra no se daban las condiciones.

-¿Del lado perdedor, represaliado?

-Sí, y llegó a dar clase en alguna escuela un tiempo, pero en malas condiciones. Me dio clase en casa, tenía una biblioteca increíblemente buena, y yo di siempre por supuesto que estudiaría. Cuando yo tenía 11 años, mi padre murió y fuimos a vivir a Gijón. Entré en el instituto, me fue bien, matrículas, y no he parado de estudiar. A un amigo y a mí nos interesó mucho la Física en el selectivo de Ciencias de la Universidad de Oviedo, en parte porque daban muy mal las matemáticas. Un libro de divulgación científica titulado «La búsqueda del cero absoluto» me interesó tanto que pensé: «Esto es lo mío». Fui a la Complutense de Madrid, acabé la carrera en 1971 y empecé la tesis en lo que entonces se llamaba la Junta de Energía Nuclear (hoy Ciemat). Allí se estaba creando un núcleo de física de partículas cuando España no pertenecía al CERN. Nos dieron un curso, escogieron a varios para hacer tesis y tesinas y dimos clases de ayudantes de la Universidad Autónoma de Madrid.

-¿Era lo más raro y avanzado?

-Sí. Allí era ayudante de Javier Solana en 1972, un profesor de lo mejor que había, que acaba de llegar de los Estados Unidos. Pero la investigación era muy rudimentaria y algunos marchamos fuera. Tres fuimos a EE UU: yo, a la Purdue University, en Indiana. Entré en el país el día de 1974 que dimitió Nixon. Cuatro años después pasé al Laboratorio Nacional Argonne, del departamento de Energía en Chicago. Trabajé seis años en California, en el Stanford Linear Accelerator, donde, en 1985, recibí, inesperadamente, una carta del director de la Universidad Autónoma de Barcelona. Un secretario de Estado del grupo de Solana quería promover la física de partículas en España con tres cátedras: en Madrid, Barcelona y Valencia. Regresé porque podía formar un grupo nuevo y con ganas y porque España había vuelto a formar parte del CERN, que es muy caro. En 1991, en Cataluña empezaron a crear centros de investigación independientes, entre ellos el Instituto de Física de Altas Energías, del que fui el primer director, hasta hace dos años. Empezamos siendo diez, ahora somos cien. Estamos entre los centros de excelencia del programa «Severo Ochoa». De 75 presentados se ha seleccionado a 22, de los que 12 son de Cataluña.