Oviedo, Rafael SARRALDE

La asturiana María Neira, directora de Salud Pública y Medio Ambiente de la Organización Mundial de la Salud (OMS), con sede en Ginebra, asegura en esta entrevista que la gran revolución del futuro pasa por un nuevo movimiento social que asuma que la protección del planeta no debe ser sólo una preocupación del ecologismo, ya que también está estrechamente vinculada a nuestra salud. La «Asturiana del mes» de julio de LA NUEVA ESPAÑA también habla de alimentación y de su rostro más feo (la obesidad), de tabaco, de la decadencia de Occidente, de la pujanza de China y del futuro de África, un continente que conoce bien y que, en su opinión, necesita más negocios y menos caridad.

-¿Es muy «repunante» con las comidas?

-Para nada. Me gusta todo. No soy nada maniática.

-¿Usted deja a su hijo que coma esa superhamburguesa equivalente a nueve huevos?

-Yo a mi hijo intento no prohibirle nada. Lo disuado. Es una cuestión de educación. Rara vez mi hijo irá a una hamburguesería porque ésa no es la alimentación a la que está acostumbrado. Pero no tiene nada de malo que un niño coma una hamburguesa o una chocolatina. Lo gravísimo es que las coma todos los días. A mí me estremece oír a algunas madres que dicen: «Mi hijo, el pescado, la fruta o las verduras, ni verlos». Es tremendo. Es como una rendición en una batalla.

-Nunca hubo tanta información sobre la buena mesa y nunca se comió tan mal.

-El problema de nuestra sociedad es que se mueve muy rápido sin gastar una sola caloría. Cualquier niño puede saber qué está pasando en un evento deportivo en cualquier lugar del planeta y eso no le hace consumir calorías. Además, en alimentación hay muchos mitos: hay gente que cree que la alimentación buena y sana requiere múltiples horas de preparación en la cocina. No es cierto.

-¿Se puede prohibir la venta de determinados alimentos?

-Las prohibiciones de ciertas publicidades pueden tener algún impacto, aunque muy pequeño. Pero no se puede prohibir un determinado alimento. Hay opciones para saber lo que podemos comer y comer de todo sin ningún problema. Las castañas que se venden en la calle están buenísimas: pero no es lo mismo comerse 100 gramos que dos kilos. De lo que se trata es de tomar ciertas medidas para que la información con vistas al ciudadano le permita hacer una elección lo más acertada posible. Nuestra apuesta es información, información e información. La «estrategia NAOS» que pusimos en marcha en la Agencia Española de Seguridad Alimentaria tiene esa filosofía de estimular actitudes positivas y de favorecer una alimentación adecuada, y no de combatir una alimentación no adecuada. Porque entrar en ese juego con los alimentos es muy peligroso.

-Habla de la necesidad de inclinar la balanza hacia la prevención frente al tratamiento.

-El 25 por ciento de la carga mundial de morbilidad y mortalidad procede de factores ambientales. Ahí entra todo el concepto de prevención primaria.

-¿A qué se refiere?

-La prevención primaria es aquella que hace que ataquemos la raíz de la enfermedad y no el tratamiento de la misma, cuando ya ha aparecido. Esto significa evitar estar en contacto con un contaminante ambiental, con una sustancia que sabemos que inhalada o respirada nos va a provocar un cáncer o una lesión pulmonar. El agua potable, el saneamiento y la higiene básica son los tres pilares de la prevención primaria. Frente a ello está la exposición a sustancias que van a tener un efecto negativo en nuestra salud: lo que respiramos, lo que comemos y lo que bebemos.

-Usted, en la OMS, es directora de Salud Pública y Medio Ambiente. Dos conceptos que no suelen ir de la mano.

-La gran revolución del futuro va a ser ese vínculo estrechísimo entre la salud pública y el medio ambiente. Hay que acabar con esa creencia de que el medio ambiente es exclusivamente conservación de la naturaleza. Muchos ecologistas han hecho su batalla así. De ahí esas frases grandilocuentes sobre la necesidad de «salvar el planeta». Si a la gente le explicamos que al hablar del planeta también le hablamos de su estado de salud hoy y no mañana, daríamos el paso fundamental que permitiría que esa agenda de medio ambiente tuviera un motor poderosísimo: la salud.

-¿Y eso está en la agenda de los políticos?

-Eso está en la agenda de la OMS. Y quiero llevarla a la agenda de los políticos. Ésa es actualmente mi gran lucha. El día que consigamos infiltrarnos como elemento de salud pública habremos dado un paso de gigante.

-Cambio climático: se habla más del futuro del Ártico que de víctimas mortales.

-Pues ya hay 150.000 muertos por el cambio climático. El «Informe Stern» ha sido fundamental como creador de opinión en este sentido. Esperemos que eso se traduzca en influencia política. Porque en los últimos diez años los movimientos ecologistas han creado mucha opinión, pero no han influido mucho en la agenda de los políticos.

-¿Cómo se convence a la gente?

-Si a la gente le dices que las ciudades están contaminadas, piensan, qué horror, hay que vivir en un sitio con el aire limpio. La descontaminación nos parece una causa muy buena, pero es una causa de domingo por la tarde. Cosa bien distinta es si le dices que con aire limpio se reducirían los casos de asma, que se están multiplicando en las ciudades, las enfermedades respiratorias o los tumores. Ese lenguaje es poderosísimo. Cuando se constituya un movimiento social porque la gente ha entendido que proteger el medio ambiente no es sólo una cuestión de los verdes, ese día habremos triunfado.

-¿Llegará pronto?

-Sí, sí. Hemos dado pasos muy rápidos. Nos han ayudado mucho Al Gore (ex vicepresidente de Estados Unidos) y Stern. Igual que nació el movimiento verde, acaba de nacer el movimiento azul y verde. Será una revolución donde la salud (el azul es el color de la OMS) tire de la agenda ambiental.

-¿Por qué se puede prohibir el tabaco y la comida no?

-Porque el tabaco es una sustancia nociva y tóxica que no necesitamos en absoluto para nuestro crecimiento y nuestra supervivencia. Se pueden hacer normas y prohibiciones sobre el tabaco, pero no con la comida, porque es parte de nuestra vida.

-¿Por qué no se deja al fumador que haga lo que quiera con su cuerpo?

-La política del tabaco dice eso: si quieres fumar, fuma, es un problema tuyo. Pero exclusivamente tuyo. No me afectes a mí que estoy a tu lado y estoy respirando el humo de tu cigarro.

-Primer año de la ley antitabaco. Balance.

-Esa ley se gestó en la OMS y creo que dentro de la salud pública la campaña contra el tabaco ha sido uno de los movimientos estratégicos de esta organización.

-Pese a las campañas, ha bajado muy poco el consumo.

-Este tipo de normas nace con mucho rechazo, pero al final termina calando en la población. En España había escupideros hace 50 años y escupir en el bar se consideraba una práctica normal. Eso ahora sería absolutamente impensable. ¿Quién hubiera apostado algo hace años por que la gente iba a recoger la basura de forma ecológica? Pues cuando hay voluntad de hacerlo se consigue. Por eso también estoy convencida de que dentro de quince años nos parecerá absurdo haber fumado y, sobre todo, haber «glamourizado» el tabaco. La doctora Gro Harlem Brundtland (directora general de la OMS de 1998 a 2003) fue una auténtica visionaria que entendió que el primer ataque frontal contra el tabaco era despojarlo de «glamour». Recuerdo aquel jinete que anunciaba una marca de cigarros bajo el eslogan de «disfruta de la libertad». Brundtland usó esa misma imagen con un letrero que decía: «Bob, tengo cáncer». Teníamos mucho miedo de que las compañías publicitarias nos abrieran un proceso judicial. Nadie se atrevió a decir nada. Ese señor murió de cáncer, por cierto.

-Asturias es líder en seis de las 16 principales causas de muerte en España.

-Yo crecí en La Felguera, donde a las cinco de la tarde veía unos hollines negros que bajaban del cielo. Y nadie decía: «Esto tiene que ser malo para la salud». Nos parecía muy normal recoger de las ventanas una capa tremenda de aquellos hollines. Hoy esto es impensable. Las fábricas tienen unos filtros y unos controles. Se están dando pasos en la dirección correcta. Es absolutamente irónico que Asturias lidere estadísticas negativas cuando tenemos un medio ambiente privilegiado y recursos para una alimentación variada y equilibrada.

-¿Pero comen mal los asturianos?

-Las tasas de obesidad no están entre las peores, pero hay un gran margen para la mejora.

-Aquí se mitifica el puchero.

-La gente relaciona tradición con buena comida. Es un error. Las tradiciones hay que conservarlas sólo si son buenas. Cuando hablamos de mutilación genital no hay cultura que lo justifique.

-Las imágenes de los niños obesos de Estados Unidos empiezan a trasladarse aquí.

-En diez años vamos a ser como ellos si no tomamos medidas. ¿Cuándo empezó a fallar el Imperio romano? Cuando no se movían, no luchaban, no tenían que conquistar y simplemente comían en aquellos triclinium.

-¿Observa una decadencia parecida?

-El continente europeo tiene un bienestar muy alto y el bienestar genera conformismo. Toda sociedad debe tener ganas de luchar por algo.

-¿En qué se traduce la decadencia?

-En fijar todos nuestros intereses en el consumo material y en no tener algo que te estimule y te haga creer en un mundo mejor.

-¿A usted qué le estimula?

-Yo veo a diario que muchos no tienen ese mundo mejor. Es una ironía que la obesidad sea el mayor enemigo de las sociedades ricas. Cuando voy a Estados Unidos me pongo enferma. La obesidad mórbida traduce un malestar. Una sociedad que encuentra satisfacción en una ingesta excesiva de comida no es una sociedad feliz. La comida no tiene por qué ser una compensación de la soledad o la ansiedad.

-Los enemigos son muy visibles. ¿Por qué no los atacamos?

-Ojo con la caza de brujas porque brujas van a salir por todos los sitios. Ojo con centrar la lucha en dos enemigos. Porque ésta es una lucha de guerrilla, de infiltración, a largo plazo. No gastemos la artillería en matar a los enemigos visibles, porque el enemigo también puede estar en el comedor de nuestra casa.

-Pasó cinco años en África; ¿tiene remedio este enfermo?

-África es un enfermo crónico, pero no tiene por qué ser terminal, porque su enfermedad no es mortal. Tiene mil razones para curarse: es un continente rico, nuevo, fresco, con una población joven. Pero es un continente llamado a una cronicidad y una pobreza que le impiden salir adelante.

-Hace dos siglos Japón partía de peores condiciones que las de muchos países de África.

-El tejido social es muy distinto. En quince años una sociedad como la china va a poder dar un salto social e industrial que a nosotros nos costó dos siglos. Hay una estructura social, una pertenencia social. En África no hay ese tejido social. En África hay poco colectivismo y mucho individualismo. Además, es un continente rico que suscita muchos apetitos. La solución para tanta miseria debe venir de la misma África. De un grupo de jóvenes que se conciencie de la necesidad de salvar el continente.

-¿Hay otros salvavidas?

-Hay un movimiento muy interesante a seguir: la reciente cumbre chino-africana. Ha sido un encuentro revolucionario. En diez años China nos habrá dado la vuelta. Al lado suyo seremos un puntito en el mapa. Nuestra sociedad entró en decadencia y la suya está en plena efervescencia. Y China se embarca ahora en esta cumbre porque necesita materia prima. Pero busca un acuerdo de pares y no de explotación.

-Materia prima a cambio de infraestructuras.

-Exacto. Ésta es una vía para acabar con la cooperación caritativa, que no ha servido de nada.

-¿Ve en Europa una mirada paternalista ante al drama de los «pobres africanos»?

-Tenemos que lavar nuestra mala conciencia con ellos tratándolos con paternalismo. Pero nunca hemos hecho negocios con los africanos. ¿Por qué nos pasamos todo el día hablando de ONG y no hablamos de negocios? ¿Por qué tememos a hablar de inversiones privadas?

-¿Sirve de algo condonar la deuda de estos países?

-No, porque así le resuelves el problema al presidente corrupto.

-La Coca-Cola llega a todas las aldeas africanas. Los preservativos, a casi ninguna.

-Cuando hay una política de ganancia, es lógico que la Coca-Cola llegue a todos los sitios a través del sistema de distribución local. Sin embargo, cuando yo quiero hacer un programa para conseguir que la gente deje de cocinar como en la prehistoria me encuentro con la dificultad de quién va a distribuir las bombonas de gas. Si el señor de Coca-Cola puede, nosotros también podemos. Pero hay que manejar una política empresarial del sector privado que quiera beneficios. Si tenemos una política caritativa, lo tendremos más difícil.

-«Asturias no mira al exterior». Lo dijo hace unos días otra asturiana de la diáspora.

-Asturias podría abrirse mucho más. No es que no mire hacia fuera, sino que tiene mucho margen de maniobra todavía. Hay dos peligros graves: uno es el de ir demasiado hacia dentro. Las raíces son buenísimas porque nos permiten crecer y ramificarnos. Pero no pueden permitir que vayamos para abajo. El otro peligro es la falta de perspectiva. Hay un peligro más: oír sólo lo que nos gusta oír. No venimos de una cultura donde aceptar las críticas sea lo cotidiano. La cultura anglosajona no se recrea en lo positivo, sino que va al paso siguiente con capacidad crítica. Si ampliamos la capacidad de perspectiva (poner las cosas en un contexto más global) y utilizamos nuestras raíces para crecer, seremos un pueblo estupendo, porque nuestro potencial es muy grande.

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