Oviedo, Andrés MONTES

El hombre de Sidrón tenía, hace ya 43.000 años, algo de rapero moderno. O lo que es lo mismo, su lenguaje era un mezcla de expresiones musicalizadas, un sistema rígido y primitivo de comunicación que lo colocó en desventaja frente a otra especie, la nuestra, con un modelo más flexible y rico en matices. Así lo sostiene Steven Mithen, catedrático de Arqueología en la Universidad de Reading (Inglaterra) en su libro «Los neandertales cantaban rap. Los orígenes de la música y el lenguaje» (editorial Crítica).

Mithen aborda una de las grandes incógnitas en torno a los neandertales, que no es otra que la de su lenguaje. A mediados de los años setenta del siglo pasado se estableció la noción de que la fisiología de esta especie hacía inviable cualquier forma de comunicación articulada. Estudios posteriores socavaron la idea del neandertal como ser que apenas emitiría poco más que gruñidos y el asunto quedó en un cierto limbo científico del que va saliendo con nuevos estudios. El autor de este libro redondea las visiones más recientes: los neandertales poseían un lenguaje, pero mucho más rudimentario que el de hombre moderno, lo que terminó por convertirse en una severa limitación en la competencia entre ambas especies.

Steven Mithen trata de comprender «cómo se comunicaban nuestros antecesores prehistóricos, con la convicción de que la evolución de la música debe incluir, asimismo, la clave del lenguaje». El libro constituye una tentativa de aproximarse a una materia difícil de abordar por su volatilidad y por la ausencia de material científico consistente. El autor se muestra consciente de estos condicionantes cuando reconoce que el intento de comprender el lenguaje del neandertal es «todo un reto, por la limitación de lo que somos capaces de imaginar, la necesaria cuota de conjeturas y el hecho de tener que basar esa conjeturas en vestigios muy limitados».

El catedrático de Arqueología arranca de la idea de que existe una conexión muy estrecha, incluso a nivel fisiológico, entre el lenguaje y la música. Queda por definir cómo se origina ese lenguaje y qué característica tenía. Respecto a lo primero detalla, sin adherirse a ella, la teoría que sostiene que el lenguaje es una consecuencia evolutiva del crecimiento de los grupos humanos hasta extremos que hacían inviables ciertas pautas de socialización muy presentes en los primates. El antropólogo Leslie Aiello y Robin Dunbar sostienen que el lenguaje sustituye al «acicalamiento social», esa labor de contacto directo, limpieza y desparasitación encaminada a reforzar los vínculos entre los miembros de una comunidad. A medida que los grupos se hacían mayores la dificultad para establecer esos vínculos propiciaría otras formas de comunicación interpersonal. «La complejidad social de los primeros homínidos y humanos creó presiones selectivas en pro de una comunicación más amplia», concluye el autor de «Los neandertales cantaban rap».

Sobre las condiciones de esos primeros lenguajes, Mithen se inclina por la teoría de Alison Wray, profesora de la Universidad de Cardiff, quien, a juicio del autor, «ha conseguido identificar la auténtica naturaleza de la protolengua». Wray define ese modo de relación como «holístico», término con el que, según Mithen, «quiere dar a entender que el precursor del lenguaje fue un sistema de comunicación compuesto por "mensajes" antes que por palabras». Según esta concepción, «el lenguaje moderno sólo evolucionó cuando las expresiones holísticas se "segmentaron", creando así palabras que se podían combinar entre sí para crear frases con sentidos nuevos».

Desde esta perspectiva, el de los «neandertales cantores» sería un lenguaje a base de mensajes indivisibles, con gran implicación del gesto y con modulación similar a la de la música.

Esas características configuran un lenguaje primario en exceso. Como refleja Mithen, «aun a pesar de que la evolución del lenguaje podría explicar adecuadamente el volumen cerebral de los neandertales, su tracto vocal, su capacidad auditiva y el control motor sobre la lengua y la respiración, existen pruebas apabullantes que indican que en este linaje del género Homo el lenguaje aún no había evolucionado». Esa prueba serían la ausencia de artefactos simbólicos y la «extraordinaria estabilidad de su cultura. Las herramientas que fabricaron y la forma de vida que adoptaron hace unos 250.000 años son, de hecho, las mismas que empleaban en el momento de su extinción hace tan sólo algo menos de 30.000 años». Esta permanencia resulta, para Steven Mithen, incompatible con el desarrollo de la un sistema de comunicación elaborado porque «el lenguaje es una forma de cambio», el lenguaje modela la mente humana .

La superioridad del Homo sapiens «se basaba en el lenguaje compositivo, no sólo porque la proporcionaba un sistema de comunicación e intercambio más completo» que el del neandertal «sino porque le posibilitada pensar de formas nuevas. El Homo sapiens posee lo que se llama fluidez cognitiva», la posibilidad de reelaborar su conocimiento para crear conceptos nuevos.

En la confrontación de ambas especies los hombres de Sidrón nos aventajaban -además de en una consistencia física mucho más apta para la supervivencia- en un aspecto importante. «En comparación con los neandertales, todos los humanos modernos estamos muy limitados en nuestra competencia musical... porque la evolución del lenguaje ha inhibido las capacidades musicales heredadas del ancestro común que compartimos con el Homo neanderthalensis», concluye Steven Mithen.