Oviedo, R. SARRALDE

Asturias despedirá el siglo XXI con temperaturas más altas y menos lluvia. Así se desprende de un estudio de la Universidad de Castilla-La Mancha sobre los impactos del cambio climático a escala nacional para el último tercio de siglo. Los científicos pronostican en el informe encargado por el Ministerio de Medio Ambiente que Asturias registrará un incremento entre uno y dos grados de las temperaturas en invierno y entre tres y cuatro grados en el período estival.

Respecto a las lluvias, existe la probabilidad de un descenso sustancial de las precipitaciones (entre el 20% el 40%) en los veranos, mientras que los inviernos no diferirán mucho del escenario actual: incluso podrían aumentar las lluvias un 10%, aunque los científicos manchegos toman los datos con cautela porque la predicción de las precipitaciones es más complicada que la de las temperaturas.

Manuel de Castro, catedrático de Física de la Atmósfera de la Universidad de Castilla-La Mancha y responsable del grupo que ha analizado los futuros escenarios que dibujará el calentamiento global en la península, declaró ayer a LA NUEVA ESPAÑA que la cornisa cantábrica será una zona mucho menos vulnerable que el interior del país: «El mar modula los cambios y cuanto más cerca nos situemos de la costa los efectos son menores»; pero cuidado, advierte De Castro. No conviene minimizar el impacto en Asturias, «porque dos grados más de temperatura es mucho».

También habrá un aumento de los vientos, aunque inferior al 5%. Otros científicos, como los asturianos Ricardo Anadón (catedrático de Ecología de la Universidad de Oviedo) e Íñigo Losada (catedrático de Ingeniería Oceanográfica de la Universidad de Cantabria), han hecho estudios sobre la variación del clima, aunque, en su caso, relacionados con el mar. Según los cálculos de Losada, con el horizonte del año 2050, en el litoral cantábrico habrá temporales cada vez más fuertes, subidas del oleaje, aumento del nivel del mar (unos 20 centímetros), aceleración de la subida de las temperaturas (unos dos grados) y pérdidas de muchas playas urbanas.

La variación global del clima se debe a causas naturales, pero también a la acción humana. Normalmente los cambios se han producido a lo largo de miles de años, lo que ha posibilitado que la vida en el planeta se adapte a ellos, pero en el último siglo las variaciones ocurren a una velocidad sin precedentes. De forma natural, el dióxido de carbono y otros gases como el metano y el óxido nitroso forman una capa en la atmósfera que retiene el calor en la Tierra e impide que éste regrese al espacio, lo que haría del planeta un lugar frío y yermo en el que sería imposible la vida tal y como la conocemos; pero la combustión de cantidades cada vez mayores de petróleo, gasolina y carbón o la tala de bosques han aumentado el volumen de dichos gases que es liberado a la atmósfera. Esta elevada concentración hace que la capa de gases sea «más gruesa», por lo que retiene más el calor y los rayos infrarrojos del sol, y, actuando del mismo modo que lo hace un invernadero, hace subir las temperaturas.