Años después de sus caminatas, sus horas vespertinas compartidas en el estudio de la calle de Capua, sus charlas peripatéticas y sus exploraciones, hallazgos y fotografías por el muro de San Lorenzo, el rastro de los domingos y o las canteras de La Coría, los nombres de Aurelio Suárez y Joaquín Rubio Camín, dos de los grandes creadores plásticos asturianos del siglo XX, vuelven a unirse. Lo hacen en el catálogo de la exposición «Infantilismo aureliense», recién editado por la galería gijonesa Cornión, que acogerá a partir del 4 de julio la nueva individual del pintor nacido en Gijón en 1910 y que, con el recuerdo aún tierno del fallecimiento de Camín, ha querido dedicar la muestra a quien se consideró ante todo «compinche» de Aurelio Suárez. La exposición, patrocinada como el catálogo por las empresas Angoca y El Muelle, permanecerá abierta al público hasta el 30 de agosto.

El catálogo recoge las 117 obras sobre papel y fuera de los habituales formatos aurelianos -óleos, «gouaches» y bocetos- en las que se rastrea la fuerte impronta del mundo de la infancia en el universo del pintor gijonés, tanto en lo que tuvo de referencia como en lo que tuvo como modelo de su obra. Un texto del especialista Alfonso Palacio evidencia esa conexión y la relaciona, en general, con la actitud de las vanguardias históricas y con casos concretos de artistas españoles cuyo trabajo, según Palacio, conoció Aurelio durante su estancia madrileña a principios de los años 30: Ángel Ferrant y Emeterio Ruiz. El poeta gijonés Miguel Mingotes -que pasmó hace sólo unos días a los asistentes al homenaje a Camín rendido en el Museo Evaristo Valle con una exquisita acción poética- se suma también al catálogo con una evocación de Aurelio realizada en el reverso de dos postales con obra del pintor basada en el característico signo del pez con el que firmó sus trabajos.

«Infantilismo aureliense» organizará en tres bloques; dos de ellos cronológicos (1920-1930 y 1940-1950) y uno tercero, inédito hasta la fecha, dedicado a las felicitaciones navideñas que Aurelio dibujaba él mismo, a menudo en dípticos de sus exposiciones, y enviaba a sus familiares y amigos. En todos los casos, las obras evidencian un tratamiento más fluido y espontáneo de los temas aurelianos que el de su obra más conocida y seriada -la satirización de tipos humanos y animales, la mar, el entorno urbano de Gijón, lo onírico?-, pero siempre con un candor y un humor ingenuo que enraíza definitivamente con el espíritu de la infancia.

Si «Infantilismo aureliense» tiende un lazo afectuoso a un gran artista ya desaparecido y al pasado inmediato del arte asturiano, también ha querido enlazar con las nuevas generaciones de artistas; aquellos, en concreto, que fascinaron a Aurelio Suárez tanto como a muchos otros pintores de las vanguardias.

Porque el mundo de la niñez también tiene protagonismo en «Infantilismo aureliense» a través del concurso de dibujo para niños de menos de doce años que se ha convocado con motivo de la exposición en distintos centros escolares de la región. Las obras ganadoras en las distintas categorías fueron «Un día en el campo», de Carla Torre Fernández (4 años, Colegio Santo Ángel, Gijón); «La noche en el mar», de Ismael Mata Valdés (10 años, Colegio Hermanos Arregui, Pola de Siero); «La patata andante», de Raquel Martínez Antelo (10 años, CP Clarín, Gijón) y una obra sin título de Covadonga del Prado Fernández (7 años, Colegio la Inmaculada, Gijón). El jurado estuvo integrado por Alfonso Palacio, Miguel Mingotes, los pintores Ramón Prendes y Pelayo Ortega, el galerista Amador Fernández y Gonzalo Suárez.