Fue discreto hasta el secreto. Y lo fue hasta para su ida. Sus vecinos gijoneses no pudieron saber hasta unos días después de su muerte que la ciudad y el arte asturiano habían perdido, tal día como hoy hace ahora cinco años, a Aurelio Suárez (1910-2003); un nombre que en los titulares de aquellos días no debió decir gran cosa a los no iniciados, pero que el mundo del arte -el regional y el de más de un buen «connoisseur» y coleccionista Cordillera abajo- asociaba a una de las aventuras personales más fascinantes, productivas y desconocidas de la pintura española del siglo XX.

Aurelio Suárez dejaba tras de sí una leyenda de pintor «raro» y hombre difícil y muy poca obra a la vista -una pequeña representación de su obra permanentemente colgada en el Museo de Bellas Artes de Asturias- para quien quisiera comprobar el porqué de su confinado prestigio. Muchos debieron temer que la muerte de Aurelio fuera también el cierre de la tumba para su arte.

No ha sido así. La muerte del pintor ha significado para su obra justo lo contrario del olvido. El último lustro ha sido un tiempo para diluir leyendas y restituir datos y para hacerlo, además, de la manera más conveniente: mediante la reaparición pública y la difusión, hasta extremos inéditos en vida del artista, de una obra que su autor había mantenido celosamente bajo siete llaves, lejos de las galerías y de los ojos del público durante las últimas tres décadas de su vida.

Nunca, ni siquiera en los años en que Aurelio aún mostraba su obra en las salas, se había alcanzado una frecuencia, una variedad y una profundidad tal en la difusión del legado aureliano: un volumen de obra difícilmente catalogable, desarrollado sistemáticamente en tres formatos fijos -óleos, gouaches y lo que él llamaba «bocetos»-, pero también con un volumen importante de piezas misceláneas, al margen de esos estándares aurelianos.

Los homenajes póstumos rendidos por el Museo de Bellas Artes de Asturias y por la galería gijonesa Durero fueron el preámbulo de un programa de recuperación que impactó por primera vez al público con la exposición, por vez primera, de una serie completa de los bocetos -la titulada «Mundo onírico»- en el Museo Casa Natal de Jovellanos.

La revelación del rico mundo aureliano que ofreció ese primer contacto se amplió de manera panorámica en el verano de 2005 con la importante exposición «39 bocetos», que recorrió todas las series en que Aurelio organizó esta modalidad creativa.

Redondearía el año la importante y variada exposición de la galería Vértice con la que la obra del gijonés volvía a Oviedo, casi medio siglo después de su última individual en la capital del Principado. Ambas muestras fueron patrocinadas por LA NUEVA ESPAÑA, que asumió un papel decisivo en sus páginas en la documentación gráfica y en el desvelamiento al gran público de un tesoro escondido y de una personalidad fascinante.

Al margen de las exposiciones centradas exclusivamente en su obra, otra serie de muestras y publicaciones ha reconstruido estos años la vida y el contexto del pintor gijonés: «Aureliografía», «Abelardo Suárez Ibaseta, marino y pintor» (expuesta en la Fundación Alvargonzález), «Aurelio Suárez. Una visión cronológica» o la colección de volúmenes en formato postal que han ido recopilando una parte de su obra y que se rematarán este año con dos nuevas series.

Especialmente reveladora del recuerdo que dejó en sus paisanos artistas resultó, ya en 2007, la exposición «Gijón, una visión aureliográfica», en la galería Cornión. En ella, Camín, Pelayo Ortega, Melquíades Álvarez, Reyes Díaz, Ramón Prendes, Pablo Maojo, José Arias y Miguel Mingotes trazaron su perfil de Aurelio y lo homenajearon con sendas piezas. Igualmente importante fue, también el pasado año, la individual en la madrileña Guillermo de Osma, con la que el pintor volvía a la ciudad en la que residió en su juventud. Su presencia en la capital se había dejado notar, no obstante, el mismo año de su muerte con la subasta en la sala Durán de «Olor a soga», óleo que marcó el máximo de cotización del pintor en el mercado, con un precio de venta que rebasó los 27.000 euros.

La obra de Aurelio sigue viva en las salas también este año. Este verano serán dos las muestras que ofrecerán nuevas perspectivas monográficas sobre su legado: «Infantilismo aureliense», que tendrá de nuevo como sede la galería Cornión, y «La mujer y el aurelianismo», en el Museo Antón de Candás. LA NUEVA ESPAÑA se suma a la efemérides con la publicación en el suplemento «Más Gijón» de la edición gijonesa del diario de la serie «Aureliopedia».