Ser el mayor de doce hermanos, qué duda cabe, imprime carácter. Y Antonio Cueto Espinar lleva inscritas en la frente varias características propias de quien ha tenido que gestionar el caos que presupone tamaña aglomeración doméstica, de quien ha tenido que negociar y ceder con el fin de repartir para sobrevivir, y de quien es capaz de renunciar a comodidades que otros de su mismo rango consideran imprescindibles.

Antonio Cueto nació en Almería en 1946. Su temperamento sosegado no obedece al estereotipo andaluz, aunque su acento sigue delatándole. Un rasgo incontrovertible: lleva en los genes el afán de gobernar. Desde que llegara a Asturias, al conseguir en 1986 la cátedra de Medicina Preventiva, casi siempre ha ocupado cargos de responsabilidad. Y, sin embargo, resulta sorprendente que apenas se le conozcan enemigos. Alguno ha de tener, es evidente, pero seguramente muchos menos de los que cabría esperar en quien ha sido, sucesivamente, vicedecano, decano, consejero de Servicios Sociales (incluyendo sanidad), director de departamento y vicerrector.

En esta enumeración falta el cargo de rector. Algunos de sus amigos y conocidos, sabedores de su genoma, le vaticinaron allá por 1999 (cuando dejó de ser consejero del Gobierno regional) que llegaría el momento en que aspirase a dirigir la Universidad. Él respondía, como de costumbre, con una sonrisa y un chascarrillo evasivo, pero nunca negó tal pretensión.

Y es que una de las virtudes de Antonio Cueto es su enemistad con la cosmética. Puede callar, pero raro es pillarle en una mentira (o mentirijilla). Su respeto por la realidad, su negativa a pintar paisajes ilusorios, le ha granjeado amistades: un tipo riguroso, sobriamente realista, fiable, pensarán algunos. Pero en plena contienda electoral, esta misma actitud puede llegar a restarle apoyos, pues en su campaña ha renunciado premeditadamente a cualquier vestigio de aureola, aparato externo y parafernalia de comitiva de apoyo: un tipo aburrido y muy poco seguro de sus posibilidades, pensarán otros.

Uno de sus compañeros de equipo de gobierno de los últimos cuatro años manifestaba días atrás su sospecha que tan bajo perfil de campaña podía pasarle factura. ¿Explicación de Cueto? «Yo no me dirijo a grupos, sino a personas». El candidato agrega que, de este modo, está en condiciones de garantizar que llegará al sillón rectoral «sin hipotecas». Y plantea un desafío público: «Invito a comer a quien demuestre que he ofrecido a alguien un vicerrectorado o cualquier otro cargo».

Hace veintidós años que Antonio Cueto llegó a Asturias. Provenía de la Universidad de Granada, donde fue estudiante y profesor bajo el magisterio de Ramón Gálvez. Atrás había dejado varias plazas obtenidas mediante oposición: una del Cuerpo Médico de Sanidad Nacional, que le llevó durante un corto período a Vizcaya, y otra de jefe de sección del Hospital Clínico de Granada.

Arribó Cueto a Asturias en pos de una plaza que parecía imposible. A la oposición a cátedra concurría, entre otros, un candidato de filiación socialista que muchos daban como seguro ganador. Sin embargo, finalmente el «outsider» se impuso, y muy pronto se ganó la confianza de uno de los hombres fuertes de la Universidad de Oviedo: Juan Sebastián López Arranz, por entonces decano de la Facultad de Medicina.

López Arranz lo incorporó a su equipo como vicedecano. Y cuando, pasado un tiempo, el decano ascendió a rector, Cueto lo sustituyó en el decanato. Allí tuvo que enfrentarse a una patata caliente: la reforma de los estudios de Medicina. La cuestión entrañaba dificultades, pues cualquier cambio en la configuración de un plan docente implica ganancias y pérdidas de cuotas de poder e influencia. Varios compañeros de claustro sostienen que Antonio Cueto salió airoso del trance. Y uno de ellos precisa: «Los hizo llegar a un acuerdo por aburrimiento».

Se cruzó entonces en su camino una sirena y entonó unos cantos que le condujeron a la arena política. El decano de Medicina no estaba afiliado al PP. «Ni siquiera conocía al presidente Sergio Marqués», precisa. Y se convirtió en consejero de Servicios Sociales del Gobierno regional, cargo que desempeñó entre 1995 y 1999. En el despacho de General Elorza vivió dos momentos particularmente tensos. Uno de ellos estuvo originado por la psicosis social de ámbito nacional que generó una cascada de casos de meningitis C. Pese a las dudas de los expertos, las comunidades autónomas fueron poniendo en marcha una campaña de vacunación dirigida a los niños. La presión de los padres llegó a ser muy intensa, pero Cueto y su equipo no acababan de ver la conveniencia de una acción inmunitaria de gran alcance. Finalmente, accedieron. «Si en aquel momento llega a producirse una muerte, no es que hubiera tenido que irme, es que me habrían colgado», recuerda. Y es hoy el día en que «no sabemos científicamente las causas por las que cayó el número de casos con posterioridad a la vacunación».

El otro gran momento llegó con la ruptura del PP, consecuencia del enfrentamiento entre el presidente del Principado, Sergio Marqués, y el vicepresidente del Gobierno central, Francisco Álvarez-Cascos. «Me asombró, yo no estaba metido en aquellos berenjenales», evoca. La posición de Cueto era particularmente incómoda, por cuanto le competía el futuro del Hospital Central de Asturias, uno de los detonantes de la ruptura.

Antonio Cueto fue de los que resistió hasta el final de la legislatura. Asegura que por entonces tenía prácticamente decidido, de acuerdo con su familia (esposa y tres hijos), dejar la política, una actividad a la que dedicó larguísimas jornadas de la mañana a la noche, de lunes a domingo (los fines de semana participó en abundantes eventos rurales), con frecuentes almuerzos -según recuerda uno de sus más estrechos colaboradores- en el propio despacho, a base de sándwiches.

Sin embargo, decidió dar un paso, seguramente el más estrambótico de una trayectoria marcada por el equilibrio: concurrir como candidato a la Alcaldía de Oviedo con la URAS, el partido que surgió de la escisión del PP. Las urnas fueron implacables. «Me presenté por lealtad hacia Sergio y la gente que nos estaba apoyando, pero la verdad es que si llegan a elegirme concejal me dan el disgusto de mi vida», rememora.

Concluida de forma tan abrupta la etapa política, Cueto retornó a los cuarteles de invierno de la Universidad. Tras cuatro años de inusual quietud, volvió al mundo de la gestión al ser elegido director del departamento de Medicina. Un año más tarde, Juan Vázquez lo incluyó en su equipo como vicerrector de Ordenación Académica y Profesorado. A mediados del año pasado, Cueto confesó a Vázquez lo que años antes le habían pronosticado sus allegados: que quería intentar ser rector. ¿Para qué? Para trabajar en favor de una Universidad de Oviedo «excelente en la docencia, prominente en la investigación y con una comunidad universitaria altamente implicada». La genética de hermano mayor se ha impuesto de nuevo.