Los niños y no tan niños sucumbieron ayer al encanto de la música clásica, en el concierto de «Música en familia» que protagonizaron los atriles de la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA). Con un «¡Gracias por haberos traído a vuestros padres, chavales!», hizo su entrada triunfal el maestro de ceremonias, Fernando Argenta, voz radiofónica de «Clásicos populares» y planta del televisivo «Conciertazo». Como prometió el día anterior en conversación con LA NUEVA ESPAÑA, el concierto fue «una fiesta musical sin barreras», con el sonido de «una de las mejores orquestas de Europa», en alusión a la participativa orquesta.

Bajo la batuta de Pascual Osa, director de la Orquesta Filarmonía, la OSPA interpretó un programa que, brillante, contrastante y rítmico, condujo los juegos y las bromas que salpicaron una actuación que se celebró en el auditorio Príncipe Felipe de Oviedo, al mediodía, y por la tarde, en el teatro de la Laboral de Gijón. La cercanía, la profesionalidad y la pedagogía musical guiaron las notas para volver a ser niño.

La expectación era enorme cuando se abría la puerta del extremo del escenario. Claudia, Ana, David y Pablo fueron los primeros en traspasar esa entrada misteriosa de la que poco después saldría una hipopótamo con tutú -la bailarina Hipototosova-, y Supermán. No es Clark Kent, sino uno de los fagotistas de la OSPA. Los primeros voluntarios recibieron clases de baile de salón barroco. Entre rasca y rasca por los picores de la peluca -incomodidades de la época del adorno-, los niños aprendieron a bailar el minueto cortesano al compás de Boccherini. El color, los disfraces y la sonrisa fueron la tónica, pero en «la mayor», como el acorde que Argenta consiguió hacer entonar a todo el auditorio.

A través del juego, las actividades del espectáculo de «Música en familia» mostraron las posibilidades didácticas que ofrece la música clásica. Capacidades como la escucha activa, la creatividad, la psicomotricidad o el sentido del ritmo se unen al desarrollo de valores importantes para la formación del niño, como la convivencia, el respeto y la aceptación de la multiculturalidad.

Otra cosa es que alguno de los benjamines del público quiera ser músico de mayor, tras haber asistido a la cita de «Música en familia». Puede que ése sea el caso de Eduardo, quien, pese a no levantar más de tres palmos del suelo, probó a subirse al podio y dirigir la orquesta. Una lluvia de serpentinas inundó el auditorio para despedir un episodio mágico, pero también realista, respecto a las posibilidades de la música.