Oviedo, Pablo ÁLVAREZ

Desempeña en el organismo humano una función semejante a la del cuerpo de intendencia en un ejército. El papel de la médula ósea es insustituible, tanto en las estrategias defensivas como en las de ataque. De la médula surgen los glóbulos blancos, que combaten las infecciones; los glóbulos rojos, que llevan oxígeno a todo el cuerpo; y las plaquetas, que ayudan a que coagule la sangre de las heridas. Escudo y espada.

De ahí la relevancia de los trasplantes de médula ósea. La sanidad asturiana los inició en 1988 y hace poco más de dos meses cerró el círculo al poner en marcha la modalidad más compleja: el trasplante a partir de médula proveniente de un donante no emparentado. El Principado se encamina hacia las 500 intervenciones, cifra que previsiblemente se alcanzará a principios del año que viene. El perfeccionamiento de las técnicas ha permitido que sean trasplantados pacientes mayores de 70 años.

Los trasplantes de médula son practicados, en su inmensa mayoría, a pacientes afectados por tumores de la sangre, fundamentalmente leucemias. Estos enfermos han de ser sometidos a quimioterapia, tratamiento que destruye tanto las células cancerígenas como las sanas, con la consiguiente merma del sistema inmune. La médula extraída se conserva y, después del tratamiento, se trasfunde, lo que contribuye al restablecimiento de las defensas del organismo.

«Una de las grandes diferencias entre los trasplantes de médula y los de órganos sólidos es que en los de médula lo más complicado no es el trasplante en sí, sino el seguimiento posterior para evitar complicaciones graves», explica Dolores Carrera, hematóloga del Hospital Central de Asturias, único centro sanitario de la región que realiza este tipo de intervenciones.

La doctora Carrera fue la impulsora, en 1988, del primer trasplante de médula ósea que se llevó cabo en el Central (el primero de España se había realizado en 1976). En los primeros años, todos los injertos que se practicaban en el Central eran autólogos (empleaban médula ósea del propio paciente). Aunque a nivel mundial fue la última técnica que se puso en marcha, es la que está exenta de riesgos de rechazo.

En las dos últimas décadas, la hematología asturiana ha recorrido un extenso camino que se ha traducido en cerca de medio millar de trasplantes. Los grandes hitos se sitúan en el ya citado 1988, con el inicio de este tipo de injertos (hasta ese momento, los pacientes asturianos eran enviados al Hospital Marqués de Valdecilla, de Santander); en 1995, con el primer trasplante alogénico (con médula procedente de un donante, generalmente un hermano); y en 2008, hace poco más de dos meses, con el primer trasplante llevado a cabo a partir de médula de un donante no emparentado.

En este último caso, en el que el riesgo de complicaciones es más elevado, «la paciente evoluciona satisfactoriamente, pero aún no ha recibido el alta», señala Carlos Vallejo, especialista que se ha incorporado recientemente al Hospital Central con el objetivo prioritario de impulsar los trasplantes de médula. Actualmente, el doctor Vallejo y sus colaboradores tienen dos pacientes preparados para una intervención de idénticas características. «Es previsible que los donantes sean de Estados Unidos o de Inglaterra», indica el especialista, quien proviene del Hospital Puerta de Hierro, de Madrid. Las previsiones actuales indican que, en lo que resta de año, en el Hospital Central podrían llevarse a cabo otros cuatro trasplantes de donante no emparentado. Globalmente, en Asturias hay trece pacientes en espera de un trasplante alogénico.

La extracción de médula ósea requiere anestesia general. Pero a mediados de los años noventa del siglo pasado se constató que, en muchos casos, es suficiente la extracción de sangre periférica, que no implica anestesia. «En el momento en que surge la necesidad de un donante, se activa la búsqueda en todo el mundo», señala Consuelo Rayón, jefa de sección del servicio de Hematología del Central. Las opciones de que este rastreo concluya con éxito han aumentado de forma paulatina. En el momento actual, «la espera media para encontrar un donante es, aproximadamente, de dos meses», precisa el doctor Vallejo.

Dolores Carrera destaca que las tasas de supervivencia registradas en Asturias son «muy buenas», incluso si se las compara con centros sanitarios del máximo prestigio. Las estadísticas elaboradas por la doctora Teresa Bernal ponen de relieve que, al cabo de nueve años, sobrevive el 52 por ciento de los pacientes que se han sometido a un trasplante autólogo, y el 72% de los que han recibido médula de un donante.