Oviedo, Pablo ÁLVAREZ

Juan Luis Rodríguez-Vigil Rubio (Valdepeñas, Ciudad Real, 1945) fue consejero de Sanidad del Principado de 1983 a 1991 y, a continuación, presidente del Principado durante dos años. En la actualidad, es miembro del Consejo Consultivo de la comunidad autónoma. En lo que denomina «mis ratos libres», se dedica a reflexionar y a escribir. Acaba de publicar «Integración o desmoronamiento. Crisis y alternativas del Sistema Nacional de Salud español», un análisis de medio millar de páginas y una «densidad grande» -según el propio autor- que incluye un prólogo de Juan Carlos Rodríguez Ibarra, ex presidente de la Junta de Extremadura.

-Diagnostique la situación del Sistema Nacional de Salud.

-Está entrando en una fase de crisis. Todos los días saltan en la prensa manifestaciones de problemas sanitarios, y cada día más grandes: problemas de listas de espera, de financiación, de coordinación... Yo no diría que el sistema está en crisis completa, pero está en una situación que puede llegar a generar crisis.

-En los últimos años, ¿la situación ha ido siempre a peor?

-Desde el año 2002 ha ido agravándose.

-¿Por qué desde 2002?

-Porque ese año termina la fase provisional del Sistema Nacional de Salud. El sistema está encorsetado por la buena imagen que los ciudadanos tienen de él, que impide que los políticos se atrevan a tocar nada. Indudablemente, la sanidad está muy por encima de todos los demás servicios públicos en cuanto a apetencia y respeto por parte de los ciudadanos. Y nadie se atreve a introducir ningún factor de reforma por miedo.

-Costaría votos.

-Se limitan a decir: «Esto está estupendamente». Sobre la sanidad pública no hay debate. Sólo hay debates puntuales sobre problemas puntuales. No se debate hasta el punto de que ni en el Congreso ni en el Senado hay un debate global sobre el sistema sanitario ni siquiera cuando se produjo la transferencia total del sistema y se modificó sustancialmente la organización de las comunidades autónomas.

-Sólo se habla de dinero.

-En el año 2002 todas las comunidades autónomas recibieron las transferencias y todas salieron diciendo que habían obtenido unas condiciones extraordinarias. Tres años después, en la Conferencia de Presidentes, estaban prácticamente todas pidiendo auxilio financiero de rodillas y con los brazos en cruz.

-¿Dónde está la base del problema?

-Yo participé muy activamente en la redacción de la Ley General de Sanidad, en 1986. Y, al final, la que salió no era la que habíamos previsto, sino la que se hizo después de negociar con los partidos nacionalistas. Para sacarla adelante, se limaron algunos temas que en aquel momento no parecía que pudieran tener una potencia destructiva tan grande. Y de hecho, durante muchísimos años no la tuvieron.

-¿Por ejemplo?

-La debilidad del sistema de coordinación dentro del propio sistema de salud y entre las diversas autonomías. Es un nacimiento imperfecto y esa imperfección se tapa como consecuencia de una serie de ventajas. Durante años, la coordinación la ejerce la hegemonía del Ministerio de Sanidad, que es la cabeza que piensa y emite reglamentos, normas e instrucciones técnicas. Además, como el dinero que reciben las comunidades está condicionado, tienen que gastarlo ahí y en una determinada forma. Todo eso termina en 2002. De pronto, no existe una cabeza.

-¿Tampoco en Asturias?

-Las comunidades autónomas, Asturias como las demás, son ahora órganos de gestión que no tienen cabeza. La estructura pensante, los cuadros directivos y técnicos, no están en las comunidades autónomas. Hay un problema enorme de cuadros en las comunidades autónomas.

-Faltan cabezas pensantes.

-No hay cuadros aquí, pero tampoco en casi ninguna, ni siquiera en Cataluña y Andalucía. Y de pronto empiezan a perder el norte y cada una hace lo que le da la gana. Entonces viene el caos de las políticas de personal. Y lo que la CESM llama un sistema «de taifas» en materia de personal. Y una política enloquecida en la que cada cual tiene un sistema retributivo. Tenemos ya 17 sistemas retributivos que no casan entre sí y que, además, ligan en un sistema sindical en el que hay mucho barullo y una clara desvinculación de los intereses de los sindicatos respecto de los intereses de la sanidad pública.

-¿Cómo valora los seis años de sanidad transferida?

-En muchos sitios se han metido más recursos. Pero, desde luego, lo que no se puede hablar en ningún sitio de España es de orden. Hay un profundo desorden. Parecía que había llegado el momento de parar, reflexionar y reordenar el sistema, y lo que se ha hecho es lanzarnos a las reformas de los estatutos y a profundizar aún más en el sistema. Todas las comunidades están ahogadas financieramente por el tema sanitario.

-Al consejero asturiano, Ramón Quirós, se le ve asustado por el gasto creciente...

-A Ramón Quirós y a todos. Lo que hace falta es pactos entre el PP y el PSOE, pero pactos de verdad, serios. Están produciéndose muchas cosas terribles. Por ejemplo, en muchos sitios de España está creándose una dualización total: empieza a haber una sanidad para ricos y otra para pobres. En Asturias lo notamos menos. Podemos volver a tener una sanidad tipo la beneficencia anterior, y una sanidad para gente acomodada. No es ningún horizonte utópico. En todo caso, lo que es evidente es que nuestro sistema sanitario está aguantando agónicamente.

-¿Y qué habría que hacer para no sucumba?

-Lo primero, ponerse a estudiar, a analizar y a olvidarse de la demagogia. Todo el mundo funciona a golpe de eslóganes, pero los eslóganes no valen para los problemas complejos.

-Usted habla en el libro de los inmigrantes.

-No es que los inmigrantes sean unos consumidores terribles de servicios sanitarios. Son como todos, como los españoles. ¿Qué sucede? Que son cuatro o cinco millones, y que la financiación sanitaria no estaba pensada para esos cinco millones de habitantes.

-¿Qué papel han de desempeñar los médicos?

-La profesión médica está en un momento de crisis absoluta. Al médico le son ajenas las estructuras en las que trabaja, y eso es un problema enorme al que hay que buscarle salidas. Los médicos tienen una capacidad de autoorganización que es superior a la capacidad de organización de las administraciones públicas.

-Y los sindicatos a lo suyo...

-Los sindicatos, en ese sistema de las comunidades autónomas, se han acostumbrado a un sistema de negociación disparatado, en el que siempre hay una comunidad que tiene más y se está todos los días en negociación y en amenaza de huelga. Luego, los políticos tienen mucho miedo a la huelga sanitaria, los otros lo saben... Esto parece el ámbito de la barbaridad y de la irracionalidad.

-¿Para cuando prevé el copago?

-A lo mejor, el copago no es la panacea. En cualquier caso, los problemas financieros de la sanidad van a obligar a reflexionar sobre distintas opciones, como ya ha ocurrido en Alemania y en Francia.

-¿Peculiaridades de la sanidad asturiana?

-La mayor dificultad es que cunda la idea de que no va a haber un Séptimo de Caballería que venga a salvar esto. Estamos solos delante de los indios. Y llamo indios al euro. Al sistema sanitario de Asturias hay que introducirle modificaciones. Algunas de ellas las ha dicho el Consejero, que es un hombre sensato. Hay cosas que debieron hacerse en estos seis años, que en buena medida han sido años perdidos. El Consejero es un hombre solvente, otra cosa es que pueda.