Oviedo, P. RUBIERA

Francisco Quirós Linares, catedrático emérito de Geografía de la Universidad de Oviedo, recibe hoy el doctorado honoris causa por la Universidad Autónoma de Madrid. Nacido en Zamora hace 74 años, vinculado a la Universidad asturiana desde 1970 y formado, tras su paso por la Universidad madrileña, en el Instituto de Geografía «Juan Sebastián Elcano» del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), con Manuel de Terán, Quirós Linares es un maestro a la antigua usanza, un humanista a quien gusta mirar más allá de los límites de su especialidad y siempre preocupado por el rigor en el lenguaje y las mecánicas del razonamiento. Hombre tímido y hondo, sabio, inteligente y pesimista, el profesor Quirós Linares está relativamente satisfecho de su Facultad. «Hemos mejorado, pero no lo suficiente: esperaba haber llegado a otro nivel de conocimiento», afirma.

-He hablado con algunos de sus colegas y discípulos, y todos coinciden en que es un verdadero maestro universitario. Es para sentirse orgulloso.

-Maestro puede ser cualquiera que tenga capacidad intelectual para ello. Creo que lo dicen porque suelo hacer algo que la mayoría de los profesores no hace: cuando me traen un trabajo, lo leo, acoto lo que me parece inadecuado y, por lo que veo, no suelen hacerlo otros. Para mí es un hábito, lo hago de forma instintiva.

-¿Cómo es hoy la Universidad? ¿Está cerca o lejos de su ideal?

-No es lo que la gente de mi generación esperaba que llegase a ser. Pensábamos en una Universidad que se pareciera a lo que fue la Facultad de Letras antes de la guerra civil, un modelo en el que contara el interés personal por el saber, el rigor en el ejercicio de la profesión y el mérito. La Universidad de hoy no se atiene a ese modelo. Cuentan mucho más otros factores, el rigor -no en todos los casos pero sí en no pocos- brilla por su ausencia. No se ha hecho además un modelo de carrera universitaria... claro que siempre tratan de convencerte de lo contrario y de que vamos por el camino perfecto. Habrá quien se lo crea.

-¿Es posible llegar a esa Universidad ideal?

-A estas alturas me parece imposible porque la cantidad de errores que se han ido acumulando es de tal volumen que la única posibilidad sería empezar desde cero. Pero eso es inviable porque, entre otras cosas, la Universidad de nuestros días tiene necesariamente una dimensión muy superior a la de esa época modélica de la que hablaba, y eso produce un problema, que es el de la dificultad de discernir entre los aspirantes: no se puede conocer al colectivo con la claridad con la que se podía conocer cuando el número de los universitarios y docentes era infinitamente menor.

-¿Cómo era la institución ovetense a la que usted se incorporó a principios de los setenta y cómo es ahora?

-En aquellos años, la Facultad me pareció poco estimulante, creo que ahora dentro de todos los problemas, en la Universidad hay grupos de interés y solvencia aunque no me parece que sean mayoritarios. Por lo que a Oviedo se refiere, en esta Facultad hemos mejorado, aunque no lo que habría sido esperable. Se podrían haber hecho muchas cosas y mejor. Mi decepción es que con la cantidad de licenciados que han salido de esta Facultad en todos estos años no haya habido una porción pequeñita de ellos interesados por la investigación. Entonces, ¿para qué sirve este artefacto?, ¿qué hemos hecho mal? Parece que no le interesa a nadie saberlo.

-¿Cuántos alumnos tiene ?

-En el curso que yo imparto, segundo, me parece que son catorce los matriculados.

-¿Nivel?

-Discreto.

-¿Es de los profesores que creen que el grado de conocimientos de los alumnos ha ido disminuyendo?

-El problema del alumnado no es el de los alumnos en sí como individuos, es el desinterés ministerial histórico de nuestro país por la formación del profesorado. Los alumnos saben lo que les han enseñado; lo que no les han enseñado no lo pueden saber, y yo creo que nunca ha existido un diseño de la formación del profesorado de Enseñanza Media, han variado los planes, se sustituye uno por otro, no se ha establecido una carrera del profesorado de Enseñanza Media y del universitario. Y sin eso todo se construye sobre la arena. Eso costaría dinero, pero probablemente no habría dinero mejor invertido.

-¿En qué momento nace su interés por la geografía?

-La geografía que me habían enseñado fue ninguna. El profesor que tenía en el colegio no sabía nada. Un día, siendo ya universitario, me encontré en el tranvía a uno de los hermanos que me daban clase y me dijo que estaba matriculado en Letras. Comprendí que me había estado dando clases de algo que no había estudiado. Para mí fue como descubrir el Mediterráneo. Lo que me gustaba era la arqueología y la historia de la arquitectura; la geografía la descubrí después, con Manuel de Terán. Un día, sentados en el borde de un páramo, me explicó qué era lo que estábamos viendo y ahí empezó a interesarme.

-¿Qué nos dirá una lectura detallada de los planos de las ciudades y núcleos de Asturias de estos sesenta últimos años?

-La lectura de planos en cualquier época siempre es instructiva, es necesario tener unas vías de referencia que permitan identificar. Lo que nos transmiten es la forma en que se ha desarrollado la ciudad en la época correspondiente dentro de una cultura que corresponde a distintos modelos de ciudades.

-Asturias ya es más urbana que rural...

-El abandono del campo estaba en marcha desde la guerra y después ha sido inevitable. Y no se ha sido capaz de desarrollar un modelo de cómo usar el espacio rural y las consecuencias del vaciamiento rural.

-¿No hemos sabido o no hemos querido?

-Es un problema de ignorancia. El problema es que estar alfabetizado no es estar educado. Harían falta no sólo recursos, sino también sensibilidad. Pero me parece que es pedirle peras al olmo.

-Un problema de educación...

-Pero de educación en un sentido profundo, no en el sentido de haber estudiado Bachillerato y haberse hecho perito agrónomo. Ni siquiera tener título universitario significa que seas educado.