Oviedo, Diana DÍAZ

Pablo González (Oviedo, 1975) es pura energía. «La energía lo es todo. Y también en lo que consiste mi trabajo: moldear una energía y comunicarla», explica el director de orquesta. Hoy a las 8 de la tarde González dirigirá en el auditorio Príncipe Felipe a la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA), con un programa de altura versado en la música contemporánea. El reconocido flautista Jacques Zoon acompañará a la orquesta, que ayer actuó en la Casa de Cultura de Avilés. González culminó una etapa en Londres junto a sir Colin Davis, al frente de la London Symphony Orchestra. Tras superar una enfermedad, regresó a los escenarios con una agenda cargada en España y fuera del país, donde vuelve a tomar posiciones en Europa. El Premio de Cadaqués de 2006 aceleró el ritmo natural de esta joven batuta. Aunque González dice cuidarse. «Comprendí, en los años apartado del escenario, la importancia de encontrarte contigo mismo a todos los niveles, físico y psíquico», confiesa el director.

-¿Cómo ve el panorama orquestal nacional tras pisar podios de casi todo el país?

-Cada vez más ciudades españolas se benefician del desarrollo de la música orquestal. Las formaciones crecen en número y calidad, pero no debemos bajar la guardia ni dejar de incrementar la calidad artística. En la música, como arte, resulta necesaria una estabilidad laboral que no choque con la rutina que haga perder la chispa creativa. Es a través de la programación como se puede mantener vivo el espíritu emprendedor de los artistas.

-¿Siente cerca el momento de convertirse en titular o prefiere seguir «sin ataduras»?

-Me siento preparado para ser director titular y me apetecería tener, próximamente, las riendas de un proyecto. Pero no tengo prisa. Tengo buena relación con varias orquestas, pero no hay ninguna oferta todavía sobre la mesa.

-Mozart y Mahler son dos de sus autores predilectos. Pero ¿cómo es su repertorio según la variedad de los programas que suele dirigir?

-Necesito cambiar constantemente. Por ejemplo, busco repertorio que no se toca en otros países, como la sinfonía de Walton que interpreto con la OSPA, o autores como Nielsen o Szymanowsky, que se tocan menos de lo que se merecen.

-Entonces, la música contemporánea es para usted...

-Una forma de expresión que hemos de considerar. Enfrentarme a una partitura, a veces inédita, es emocionante. O si es nueva para la orquesta y el público, otro tanto. Respecto al concierto con la OSPA, la formación ha sido muy profesional y colaboradora frente a obras de gran dificultad. La primera sinfonía de Walton combina energía desbordante con un lirismo sincero; «Seven Looks», de Charles Soler, es un viaje por sensaciones enigmáticas; y el «Concierto para flauta», de Ibert, combina humor y dolor.

-Dirigió la Joven Orquesta de Oviedo y es el primer nombre invitado de la Joven Sinfónica del Principado. ¿Le interesa especialmente el trabajo con jóvenes músicos?

-Sí. Disfruto muchísimo de la frescura con la que afrontan partituras, de la inocencia con la que puedes volver a enamorarte de obras tan escuchadas. Con las jóvenes orquestas es importante trabajar la comunicación a todos los niveles. Las clases de teatro proporcionarían herramientas de gran valor. Porque si no te puedes comunicar sin tu instrumento, tampoco con él. La capacidad de escucha y el trabajo en equipo es lo que distingue a las orquestas de calidad.

-¿Cómo va abriéndose al mercado internacional?

-Es un mercado amplio que voy conociendo. Caí enfermo tras mi etapa como asistente de la London Symphony; así que, después de cinco años, reinicié este proceso. Tras debutar en abril en el Konzerthaus de Viena, me esperan el año que viene la Filarmónica de la BBC, la RAI de Turín, la Orquesta del teatro Capitole de Toulouse, y regresaré a la London Symphony en 2010.