Gijón, Albina FERNÁNDEZ

Contadora de historias, poeta sensible y personal con gran fuerza creativa, defensora de la llingua, ejemplo temprano del compromiso con el asturiano, y una voz de mujer que conscientemente quiere dar voz a las mujeres de su tiempo. Éstas fueron algunas de las referencias sobre María Teresa González (Gijón, 1950-1995), que se prodigaron en torno la escritora con motivo de la XXIX Selmana de les Lletres Asturianes, dedicada a su figura.

Los actos concluyeron ayer en Gijón con la colocación de un ramo de flores en el parque que lleva su nombre en Tremañes, su lugar de nacimiento, y con la presentación de su obra completa por el profesor de la Universidad de Oviedo, Leopoldo Sánchez. Se trata de un cuidado libro de la editorial Trabe que recoge el trabajo literario y narrativo ya conocido, más otras piezas inéditas. «Este libro es un acontecimiento literario, una joya para una literatura única, identificable y, sobre todo, valiosa», señaló Sánchez utilizando las palabras con las que Sánchez Vicente cierra el prólogo de la poesía. El de la narrativa es de Antón García, y el de las obras inéditas, de Vicente García Oliva, compañero de la escritora.

La directora general de Cultura, Consuelo Vega, y el concejal de Cultura de Gijón, Justo Vilabrille, se congratularon de que, a partir de la Selmana, «Asturias conocerá mucho mejor su trabajo».

El recuerdo de Teresa González no se redujo a su literatura. También se habló de la valentía para encarar la vida por parte de una niña que perdió a su madre a los trece años, a su padre a los dieciséis y que empezó a trabajar a los diecisiete. Y esta semana refrescó la memoria del Surdimientu, la época del renacer de la cultura en lengua asturiana, que arranca en 1974 con el Conceyu Bable y del que María Teresa González fue figura distinguida junto con Manuel Asur, Xuan Xosé Sánchez Vicente, Andrés Solar y Miguel Solís Santos.

También hubo ocasión de rememorar la lucha de Teresa González en defensa de un puesto de trabajo en Crady y su despido en 1987. La escritora superó las secuelas de aquella crisis industrial de los años ochenta gracias a su voluntad para estudiar auxiliar de clínica y su dedicación a los minusválidos psíquicos.

«Ella no querría tanto protagonismo, pero sí le gustaría ver que se respeta su obra y su persona, y que bajo una placa con su nombre, los niños de Tremañes juegan al baloncesto», señaló Marta González, sobrina de la escritora.