Gijón, J. C. G.

Era cuestión de tiempo que «El viaje de la pintura» que Damián Flores Llanos (Acehúche, Cáceres, 1963) emprendió en 1992 acabase recalando en Gijón. Así tituló entonces el pintor su primera individual, en la que trazaba la «definición de un proyecto pictórico» que, según el propio artista, se ha mantenido estable a lo largo de todos estos años y en el que las ciudades, la arquitectura y la literatura han sido las guías de un recorrido real y pintado que tenía que acabar parando en Gijón, en particular desde que Flores Llanos descubrió su pasión por la arquitectura racionalista, que abunda en las calles gijonesas. El resultado de su recorrido personal por la ciudad se expone ahora en la galería Cornión bajo el título «Viaje a Gijón».

El diario gijonés de este «ojo a la vez pictórico, fotográfico y arquitectónico» que dice poseer Flores Llanos se inicia ya en el viaje mismo desde León hasta Gijón, plasmado en una serie de óleos de pequeño formato donde el interés constante del pintor por «la obra del hombre», en particular la arquitectónica, se equilibra con el paisaje. Un paisaje que desaparece por completo en las pinturas donde se centra, casi como en un retrato del edificio, aislado de su contexto, en la personalidad de construcciones tan características de la ciudad como el Club de Regatas, la estación de Alsa, el café Dindurra o el edificio de los Del Busto en la plaza del Instituto, y en otros menos emblemáticos, pero igualmente atractivos para el ojo del paseante.

La muestra se completa con tres homenajes: uno de ellos, al arquitecto Manuel del Busto Delgado, y otros dos, literarios, dedicados a Julián Ayesta, autor de la igualmente mítica «Helena o el mar del verano», y a un joven Ángel González.