Oviedo, Elvira BOBO

«Estar en esta mesa de jóvenes con experiencias de éxito escolar y académico me autoexcluye automáticamente», declaró ayer Pepe Colubi en un jocoso ataque de falsa modestia. Al escritor ovetense, cuya novela «California 83» le ha llevado a recordar sus épocas estudiantiles, le tocó ayer dinamizar -o «dinamitar»- una mesa redonda con cinco exitosos jóvenes durante el I Encuentro por la educación que se celebra en Oviedo. A punto de ser camarero y taxista «por no contar con orientadores educativos», continuó bromeando, se declaró como el ejemplo de «lo que no hay que hacer», así que se puso manos a la obra y charló durante más de hora y media.

Los asistentes -la mayoría docentes- escucharon absortos la historia de Raquel San Martín, una joven percusionista clásica que colabora con la Filarmónica de Oviedo y con la Sinfónica del Principado de Asturias. Durante su infancia, Raquel compatibilizó el colegio en Gijón con los estudios en el Conservatorio, pero cuando explicó a su madre que lo suyo eran las baterías, las marimbas y los xilófonos, la mandó a estudiar Ingeniería a Valladolid. «Volví de allí espantada», confesó. Echaba de menos sus clases -casi particulares- de música y decidió apostar por su vocación y seguir «filtrando» sus ritmos en las paredes de sus pacientes vecinos. «Son muchas horas diarias de ejercicio físico y trabajo intelectual», reconoce, pero los reconocimientos no dejan dudas sobre su talento y su esfuerzo: es ganadora del Premio de Estudios Instrumentales de Grado Superior y Premio Extraordinario Fin de Carrera «Ángel Muñiz Toca».

Y es que el sacrificio siempre es clave, y si no que se lo digan a Rodrigo Olay, Premio de Esfuerzo en ESO y el Premio Extraordinario de Bachillerato. El éxito para él no sólo está en uno mismo, sino en los profesores, a los que debe «el amor por los libros» que le llevó a matricularse en Filología Hispánica. Aunque a veces ha echado de menos «mancharse las manos», acercarse a los textos, y entender que «hay poesía más allá de Neruda».

Pero es verdad que hay profesores «menos motivados». Colubi recordó a una de sus profesoras: en mitad de una clase paró y, en vez de estornudar como todos esperaban, «abrió la boca como el león de la Metro y bostezó tanto que le cayó una lágrima». Y tras el diagnóstico de desmotivación empezaron a llover las soluciones: «¿Por qué en los institutos no se enseña a reparar ordenadores y a arreglar bicicletas?», se preguntó Pablo Reale, estudiante de primero de Medicina y mención de honor en la Olimpiada de Física 2007. A él se le ocurren cientos de maneras de hacer atractivas las lecciones, incluso piensa dedicarse a la docencia cuando termine de estudiar. «Yo no podía entender en Biología el día que una profesora trataba de explicar que el aire caliente, al pesar menos, asciende; tenía al lado un radiador encendido sobre el que los papeles se levantaban ¡y no lo veía!».

Pero la responsabilidad no es siempre de los profesores, concluyeron: Pablo culpa también a los padres, que a veces cortan la curiosidad de los niños. Incluso va más allá: «Antes estudiar era un privilegio de unos pocos y eso era ya un fuerte estímulo que ahora ya no tenemos». Y en la búsqueda de recetas, Adrián Castañedo arrimó el ascua a su sardina: recomendó el cine para acercar la historia a los alumnos. Él ganó el Certamen de Cortos Cinematográficos, a pesar de ser -reconoció- «una oveja gris», ya que su caso no es el de un brillante expediente académico, sino el de alguien que desde pequeño supo que la televisión era su vida. Y apostó por la FP. ¿El truco del éxito? Perseguir su vocación. Algo para lo que nunca es tarde. Y si alguien cree que se le ha pasado el arroz de la academia, que tome nota de María Rosario Quesada, quien, ya pasados los 40, volvió a bajar al ruedo de las aulas y los exámenes. Se matriculó en Turismo con miedo de no ser capaz de empezar de nuevo. Se lo tomó tan en serio que fue Premio Extraordinario FP 2007.

«¿Por qué en los institutos no enseñan a arreglar ordenadores y bicicletas?»

«No fue fácil explicarle a mi madre que la percusión clásica no era un hobby»

«No se puede llegar a los 15 años y darse de bruces con el mundo sin tener nada»

«En clase tenía la edad de los profes, pero estudiar me vino bien para la autoestima»