Oviedo, Eduardo GARCÍA

Acaba de ser nombrado académico de la Lengua, pero asegura que poco puede hacer la Academia ante el «empobrecimiento y la babelización» de la lengua de la calle. «Nuestro lenguaje se está volviendo más pobre, más reducido, lleno de latiguillos. Es terrible lo que se hace con la lengua, víctima de los códigos tribales».

José María Merino (1941), un leonés al que le nacieron en Galicia por avatares de la familia y que, de regreso a la tierra de sus padres, se convirtió con el paso del tiempo en un referente de primer orden en la poesía, el ensayo y el relato corto. Ayer estuvo en Oviedo y dio una conferencia sobre teoría literaria en el Aula Magna de la Universidad, invitado por la Cátedra Emilio Alarcos.

Asegura Merino que entró en el mundo de la ficción «a través de las viejas historias que escuché» y de libros de la infancia, «donde están todos los grandes arquetipos. «El Quijote» lo había «leído» antes en «Las aventuras de Huckleberry Finn» o en «La vuelta al mundo en 80 días».

Lector voraz que lo mismo bucea en un poemario que en un diccionario. «Me sorprende que a la gente joven no le gusten las palabras nuevas. A mis años sigo corriendo peligro de «perder el tiempo» con un diccionario en la mano. Yo creo que se ha perdido la curiosidad por las palabras».

Y acusa al móvil, a ese teléfono celular «que nos acabará sirviendo hasta para cocinar. Yo no mando mensajes a través del móvil, pero si lo hiciera pondría hasta los acentos».

Ayer, en la Universidad de Oviedo, era buen momento para reivindicar León como lugar con bien ganada fama cultural. Merino tiene su teoría relacionada con la Institución Libre de Enseñanza y con las preceptorías eclesiásticas que ayudaron a alfabetizar. «De todo ello salió una base humanística que hace que haya mucho escritor por la calle. León es una ciudad gris, pero llena de pequeños círculos de gente interesada por la cultura».

Y entre calle y calle, Merino se encuentra con un asturiano-leonés ilustre: Antonio Gamoneda. Y con otro asturiano -recuerda- también afincado en León que le acaba de preceder en la Real Academia, Salvador Gutiérrez. Quizá -y ésta es otra teoría del Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil- tienen los leoneses mucho más que ver con sus vecinos asturianos del Norte que con sus socios de autonomía. «Yo asumo la autonomía de Castilla y León como un hecho administrativo, pero es absurdo que del hecho administrativo se quiera derivar un hecho cultural. A los asturianos y a los leoneses las montañas nunca nos separaron, al contrario; sirvieron de comunicación natural milenaria». Tenemos una historia común, aunque en estos tiempos que corren quizá no es decir mucho. Ya lo dice Merino: «La Historia es lo más vulnerable que hay».