Catedrático de Estadística de la Universidad de Oviedo

Oviedo, Javier NEIRA

Catedrático de Estadística de la Universidad de Oviedo

El gran matemático Sixto Ríos García, padre de la Estadística española, fallecido el pasado día 8 en Madrid a los 95 años de edad, recibió la única investidura como doctor honoris causa precisamente por la Universidad de Oviedo en el año 2000. En la solemne ceremonia estuvo apadrinado por su discípulo Pedro Gil, catedrático de la especialidad en la Universidad asturiana. En esta entrevista Gil recuerda al maestro y los avatares en España de una rama capital de la ciencia.

-¿Usted es discípulo directo de Sixto Ríos?

-Sí, soy discípulo directo. Me dirigió la tesis doctoral. En total, dirigió 40 tesis. Hubo una época en que prácticamente todos los catedráticos de Estadística salían de la Complutense, de su departamento. Yo fui uno de ellos. Llegué a Oviedo en 1976. Antes, aquí, en la Universidad, habían estado tres discípulos de Ríos: Juan Béjar, que realmente era de su promoción y estuvo de paso; Diego Ramírez Duro, que apenas un año y Francisco Cano que no creo que haya llegado a tomar posesión de la cátedra y hoy dirige el departamento de la Complutense. Ríos, el catedrático ahora fallecido, recibió en la Universidad de Oviedo en el año 2000 su primer doctorado honoris causa.

-Empezó estudiando magisterio.

-Sí, nació en Pelahustán, un pueblo de Toledo. Hijo de maestros, primero estudió magisterio. Tenía mucho cariño a esa profesión y quiso que su hija mayor también estudiase magisterio. Sus tres hijos son matemáticos: María Jesús, titular en Madrid, Sixto, que falleció el mes pasado, catedrático de la Politécnica de Madrid y David, catedrático de la Juan Carlos I y asimismo académico. Pues bien, hizo la licenciatura y como en buena parte era común con el título de ingeniero geógrafo también lo obtuvo. Realizó el doctorado con Rey Pastor. Con Ricardo San Juan, otro discípulo de Rey Pastor, hizo muchos libros de Bachillerato y también para todos los niveles de la Estadística. Y escribió sobre teoría de la decisión, materia de la que se convirtió en máximo experto en España.

-¿Cuándo obtuvo la cátedra?

-En 1939 inmediatamente al final de la guerra sacó la cátedra de análisis matemático. La Estadística, por extraño que parezca sólo se estudiaba en las facultades de Derecho y en los estudios de Comercio. Ahora quizá se estudie en todas la carreras, menos en Derecho.

-¿Cuál es el origen de la Estadística moderna?

-En 1933 el profesor Kolmogorov, de la Universidad de Moscú, axiomatizó la probabilidad y ahí nació la estadística moderna. Llegó a España un poco después. Sixto Ríos creó la asignatura en Madrid, después la especialidad, en torno a 1963 y sus primeros discípulos empezaron a distribuirse por toda España. Fundó en el CSIC el Instituto de Investigación Operativa y Estadística que, por cierto, cerró años después Enric Trillas otro matemático, cuando presidió el Consejo. Ahora, entre otras cosas, es profesor en Mieres en los estudios de Lógica Difusa. Ríos también fundó la revista «Trabajos de estadística» que se desdobló en dos, «Test» y «Top» que con otra son las únicas de Matemáticas de España que están en los índices de impacto. Y fundó en España la Sociedad de Estadística e Investigación Operativa que tras la segunda Guerra Mundial fueron creando todos los países.

-¿Un buen profesor?

-No era un gran docente. Pero siempre estaba preocupadísimo por sus alumnos y más por sus discípulos. Batió el récord de sacar adelante discípulos en Matemáticas. Como Álvaro Cuervo en Economía. Hablaba muy bajo, había que sentarse en la primera fila. Era muy exigente. Yo hice la tesis porque se empeñó, «el jueves me cuenta lo que tiene hecho» decía y, claro, te forzaba. Tenía una casa en Matalpino, en la sierra, muy guapa, con una piscina rematada en roca y una finca enorme con ganadería. No gastaba mucho y ganó mucho con los libros que incluso autoeditaba.

El 14 de enero del año 2000, la Universidad de Oviedo invistió como doctor honoris causa a Sixto Ríos, padre de la Estadística española. Un reconocimiento muy merecido y poco frecuente porque, aunque se trataba de un científico destacadísimo, era la primera vez que recibía tal galardón y eso que ya tenía 87 años. En la fotografía, a la izquierda Pedro Gil, su discípulo que actuó como padrino de la ceremonia académica, y Sixto Ríos, en el patio de la Universidad.